Por Froilán González y Adys Cupull.
El 7 de septiembre de 1967 el Che anotó en su diario que la Radio la Cruz del Sur anunció el hallazgo del cadáver de Tania en las márgenes del Río Grande y que fue llevado a Santa Cruz. Al día siguiente consigna que la emisora trajo la información de que Barrientos había asistido a la inhumación y que se le dio “cristiana sepultura y que luego estuvo en Puerto Mauricio, que es la casa de Honorato."
Después de la emboscada los campesinos estaban atemorizados, las amenazas, prisión, malos tratos, golpes y torturas los habían neutralizado, conocían la traición de Honorato Rojas y no querían verse en una situación similar.
Sobre esta situación el guerrillero cubano Alberto Fernández Montes de Oca (Pacho) escribió: “Los campesinos temen la represión y ponen como ejemplo a Honorato que fue llevado con su familia a La Paz”. El presidente René Barrientos premió al traidor con cinco hectáreas de terreno a unos seis kilómetros de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, donde vivía oculto.
El 15 de julio 1969 el presidente boliviano Adolfo Siles Salinas, anunció a todo el país que Honorato Rojas había muerto de un disparo. Según los despachos noticiosos hasta su vivienda llegó un comando del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (ELN) y lo ajustició.
En nuestras investigaciones en la década del 80 recogimos testimonios de campesinos y arrieros de MasicurÍ y caseríos aledaños, donde dan otra interpretación a la forma en que murió Honorato, hecho que recogemos en nuestro libro De Ñacahuasú a La Higuera. Relatamos la importancia del arriero como transmisor de noticias, rumores, comentarios y leyendas.
A casi 20 años de estos acontecimientos, un amanecer llegamos a Piraymiri, un pequeño caserío de unas 10 viviendas dispersas y ocultas por la tupida y verde vegetación de la selva que cubre las montañas. Debe su nombre al ruidoso río que apresurado llega y se va, su nombre es guaraní y significa lugar donde abundan los pececitos asustadizos o miedosos.
Se encuentra a 1 400 m sobre el nivel del mar. Allí abajo, el río; entre las montañas, las chozas, y un poco más arriba habitan las nubes, están tan cerca que ascendiendo por aquel camino de tierra húmeda da la impresión de poder agarrarlas entre las manos. Los campesinos de Piraymiri son asustadizos como los pececitos. No querían hablar.
Los arrieros dan vida a estos caminos, ellos van y vienen, a veces con ganado vacuno y otras con sus recuas cargadas de productos o mercancías, que recorren largas distancias por caminos abiertos, conocidos y transitados solo por ellos, van por los atajos que acortan distancias. Algunos son profesionales en el oficio, otros lo hacen como pago a favores de los terratenientes.
Sobre las guerrillas del Che, uno de ellos proporcionó informaciones valiosas para nuestras investigaciones, entre ellas los nombres de los corregidores de aquellos años y la ubicación de los campesinos mencionados por el Che en su diario de campaña.
Uno de los arrieros nos dijo que Miguel Guzmán, un colonizador de tierras como Honorato Rojas le contó que éste, después de la traición a los guerrilleros, fue un jueves santo al vado de Río Grande, donde murieron los guerrilleros y se bañó para que el río se llevara sus culpas para el mar, y el río se las llevó, pero el mar no quiso recibirlas y las devolvió al río, y de ahí al vado y del vado a Honorato; por eso los guerrilleros lo encontraron y lo ajusticiaron.
Relató que Honorato tenía la cara picada de viruelas y su mujer, Andrea Vega, hija de Albino Vega, que murió en Pucarillo, le dijo que Honorato era culpable de la muerte de Tania y de los guerrilleros y que lo habían condenado por esa maldad y que no quiso estar más con él. Honorato se fue para Tejería que es un lugar donde hacen ladrillos, cerca de Santa Cruz de la Sierra y se casó con Fructuosa Ávalos y cuando estaba con ella lo ajusticiaron.
El camino por donde trajeron a los guerrilleros desde el Río Grande pasa por Yajopampa, el Batán, Arenales, El Tojo, La Laja, La Seca y Quebrada de Peñones, ahora se llama el camino de la sangre de los guerrilleros.
La finca de Honorato se la otorgaron a unos soldados, pero ninguno la quiso porque dijeron que por las noches los guerrilleros la visitan y los llaman al río y tienen miedo.
Los arrieros nos indicaron el camino para llegar al vado del Río Grande y contaron que cuando hay niebla han escuchado la voz de Tania que canta y otras veces clama llamando a sus compañeros y sale del río, camina entre sus aguas vestida de campesina con largas trenzas, con su guitarra y con un cesto de frutas o huevos para vender, y que por esos lados del monte que rodea el río vive ella.
En Bolivia se recuerda a Tania, donde era conocida como Laura o Laurita, se refieren a ella con respeto y cariño y entregaron objetos y documentos que le pertenecieron, y que desde 1987 forman parte de los fondos del Museo de la Revolución.
Donaron un bolso grande y otro más pequeño en el cual guardaba piedrecitas de colores durante el recorrido por la selva, una pulsera de plata, que obsequió a una niña de la ciudad de La Paz llamada Amalia, y que su madre, quiso que la trajéramos para Cuba.
Resultó sorprendente la donación de un jeep que utilizó en sus investigaciones folclóricas y las explicaciones de sus propietarios los bolivianos Nancy Gutiérrez y Hugo Nallar, quienes quisieron enviarlo de regalo al pueblo de Cuba. Cuando se comenzaron los trámites, era necesario encontrar algún amigo en Panamá, que sirviera de puente, porque directamente no se podían enviar a Cuba, gestión que realizó el compañero Alfredo Pila. Resuelta la documentación, el vehículo fue llevado de Bolivia hasta Chile.
Cuando ya se encontraba en el puerto de Arica, Antonio Arguedas, ex Ministro de Gobierno (Interior) de Barrientos, ofreció una conferencia de prensa, entre otras cosas dijo que nosotros nos estábamos llevando el jeep y otras pertenencias del Che, para Cuba a través del puerto chileno y la prensa destacó la información.
Luego de varios días Nancy Gutiérrez y su esposo explicaron que, al escuchar las declaraciones de Arguedas, partieron para Arica, con la disposición de que el jeep no fuera incautado por las autoridades del dictador Augusto Pinochet. Manifestaron que estaban dispuestos a quemarlo antes y que una vez que fue montado en un barco de bandera libanesa con destino a Panamá, regresaron a Bolivia.
En agosto de 1986 llegó al puerto panameño de Colón, donde Mario Luis Noda, Vicecónsul de Cuba en Panamá, se ocupó de la recepción en el muelle del puerto San Cristóbal, y garantizó el reenvío para La Habana.
Con fecha 16 de septiembre de 1986, informó que el jeep salió para La Habana, en el vapor “Aristo” al servicio de la Corporación CIMEX y remitió el envío del Bill of Landig, fotos del estado en que llegó, la documentación correspondiente, los conocimientos de embarque en Arica y la propiedad del jeep.
Los trabajadores portuarios de Panamá comenzaron a tejer una leyenda alrededor del jeep, que trasladaron a los tripulantes del barco cubano, en que fue traído a La Habana, quienes le hicieron guardia de honor durante la travesía.
Al llegar al puerto habanero, transmitieron a sus colegas esas leyendas y los trabajadores lo protegieron con lonas para evitar los daños del mar. La noticia de la presencia del jeep corrió entre los funcionarios y trabajadores. Así fue narrado el hecho al periodista Luis Hernández Serrano que lo publicó en el periódico Juventud Rebelde y a las compañeras del Museo de la Revolución.
La especialista de esa institución Adela Hernández fue una de las museólogas que estuvo presente cuando llegó el jeep a ese centro, y señaló además que se han recibido documentos, fotos y objetos enviados por nosotros desde Bolivia y agregó: Que como parte del patrimonio histórico que atesora el Museo están los objetos y documentos donados por los padres de Tania en el año 1988.
Mencionó el uniforme deportivo, una javita, un reloj de pulsera, una sombrilla pequeña, bufanda, vestido y documentos de gran valor, que fueron pertenencias de ella desde la etapa estudiantil.
Las compañeras que la conocieron relatan que era desinteresada, bondadosa, desprendida de lo material. Algunas de sus pertenencias quedaron como recuerdo para quienes le reciprocaban aprecio.
Adela Hernández se refiere a las donaciones de Elsa Montero, esposa de José Gómez Abad, oficial de la Inteligencia cubana que entrenó a Tania en Praga quien entregó una capa de agua, un gorro y un costurero, regalos que les envió Tania y la periodista Ángela Soto un vestido y otros obsequios que le entregó poco antes de partir de Cuba.
En entrevista con la Primera bailarina Alicia Alonso, narró que Tania le regaló un acordeón y que la enseñó a tocarlo. Posterior a su caída en la emboscada del Río Grande, Alicia lo donó al Museo de la Música, donde se conserva como patrimonio del pueblo cubano.