Por Martha Gómez Ferrals
Frank País García nació el siete de diciembre de 1934, en Santiago de Cuba, y murió asesinado con solo 22 años en el Callejón del Muro de su ciudad natal, siendo ya un connotado combatiente de la lucha clandestina revolucionaria.
La vida de Frank fue muy corta, sin embargo se entregó sin límite a la causa de libertad, dio nobleza sin fin, combatió, se hizo un imprescindible y su trayectoria fue pura, corajuda, intachable. Por eso es uno de los héroes inolvidables de la Patria.
Desde su nacimiento parecía tener luz ese niño que llegó a ser un joven serio y responsable, dotado de principios y valores firmes, pero también alegre y afable como el que más, amante de la música y las diversiones juveniles, enamorado de la vida y de sus amores.
Por eso su natalicio también resulta un referente a tener en cuenta. En su humilde hogar, fundado por padres emigrantes de origen gallego (Marín, Pontevedra), la muerte se llevó pronto al progenitor, un pastor protestante de la Iglesia Bautista de Santiago de Cuba.
Pero su madre, Doña Rosario, fue el horcón que continuó con el sostén y la educación de sus hijos Frank, de cinco años; Agustín, de tres; y Josué, de dos añitos. De ella heredaron los chicos muchas virtudes y el temple de los valerosos.
Ya siendo joven Frank debió abandonar estudios de Arquitectura, pero ingresó en la Escuela Normal de Maestros de Oriente para encontrar en esa profesión una vocación que se avenía de maravillas con su personalidad altruista y dadora, en su pasión por entregarse a causas justas y nobles. En esa institución se graduó el seis de julio de 1953.
Desde los tiempos de la Escuela Normalista comenzó a sobresalir como dirigente estudiantil, sobre todo en el seno de la Asociación de sus congéneres en el plantel. Pero, además, dio su apoyo al movimiento que preconizaba la Reforma Universitaria en América Latina.
Fue de los jóvenes santiagueros que en 1952, tras el golpe del 10 de marzo de Fulgencio Batista, instaurado a partir de entonces en el poder, acudió al Cuartel Moncada para ofrecerse a combatir con las armas por la defensa del gobierno desalojado.
Laboró como maestro desde 1954 en el Colegio del Salvador, siguiendo su línea de combate por lo justo, por la ética, por un ideario que consideraba democrático y patriótico y también dentro del marco de su fe cristiana. Allí mostró su predilección por el ideario martiano.
Pero 1954 resultó también un año particularmente importante en su vida porque fue una etapa durante la cual fundó la organización Acción Revolucionaria Oriental (ARO), junto a Pepito Tey y otros jóvenes.
Pocos meses después cambian el nombre de la organización por Acción Nacional Revolucionaria (ANR), pero mantienen el claro objetivo de organizar la lucha armada contra la dictadura batistiana.
No caben dudas de que estaban en consonancia con los ecos de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, liderados por Fidel Castro el año anterior, aunque fueron acciones fracasadas desde el punto de vista militar.
Con la fundación en 1955 del Movimiento 26 de Julio por parte de Fidel Castro, recién amnistiado, el propio Frank País solicitó y obtuvo el ingreso de los miembros del ANR al M-26-7.
Frank País se crecía y maduraba como combatiente revolucionario casi que por día, catapultado por su conciencia y por las circunstancias. Entró a la clandestinidad con el seudónimo de David.
Primero estuvo entre los dirigentes del Movimiento en la antigua provincia de Oriente y ya en 1956 fue promovido a Jefe de Acción y Sabotaje del M-26-7 en todo el país.
Su esmero en el levantamiento de la heroica Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956 como apoyo al desembarco del yate Granma, solo fue frutado por los imponderables del clima, que retrasaron la llegada del navío a tierras cubanas, en su azarosa travesía desde México.
Lamentablemente, murieron valiosos revolucionarios ese día y él fue detenido y encausado junto a otros participantes.
Fue absuelto en mayo de 1957, mas ya su vida estaba valorada a precio de oro por el sátrapa dictador y sus sicarios.
Pero lejos de detenerse, se entregó con más ahínco a la causa y a organizar el apoyo logístico posible a la lucha que iniciarían los guerrilleros en la Sierra Maestra. Nunca se cuidó ni dejó de hacer alguna acción por cautela o miedo a ser descubierto.
Lo animaba el fuego sagrado de la lucha y de sus convicciones, han pensado de él muchos de sus compañeros de entonces.
Su hermano Josué cayó asesinado el 30 de junio de 1957 y él apenas lo sobrevivió un mes más.
Su entierro fue la más combativa y al mismo tiempo más doliente manifestación de la ciudad de Santiago de Cuba, que se volcó a las calles, desafiando la represión.
Acompañaron a la estoica madre, Doña Rosario y a su novia bella e inconsolable, América Domitro. Se acompañaron a sí mismos en su dolor y juraron continuar en el combate.
“Hay muertos que aunque muertos no están en sus entierros”, escribió por entonces el poeta Manuel Navarro Luna. En el caso de Frank País García fue la pura verdad.
(Tomado de la ACN)