Por Thierry Meyssan
Los sucesivos anuncios de los militares estadounidenses y posteriores desmentidos de la administración Trump sobre lo que sucede en el norte de Siria en el plano militar revelan un importante secreto. Paradójicamente, Turquía viene en ayuda de Estados Unidos para reparar “el error” de la oficialidad superior estadounidense.
El secretario de Estado Rex Tillerson desmintió, el 17 de enero de 2018, las declaraciones formuladas el 23 de diciembre por el jefe del CentCom –general Joseph Votel– y las que había hecho el 13 de enero el coronel Thomas Veale, vocero de la coalición estadounidense de lucha contra el Emirato Islámico (Daesh).
El desmentido de Tillerson sembró la confusión pero no satisfizo a Turquía, que, luego de advertir el 10 de enero al encargado de negocios estadounidense en Ankara, Philip Kosnett, y preparar una operación militar contra Afrin y Manbij, en suelo sirio, efectivamente inició dicha operación el 20 de enero.
Al contrario de las declaraciones de unos y otros, la decisión de Estados Unidos no era crear un Estado soberano independiente en el norte de Siria –eso es lo que proyecta Francia– sino establecer allí un Estado no reconocido, como Puntlandia, en Somalia, o el Kurdistán iraquí. Este último, por ejemplo, actúa de manera absolutamente independiente y, a pesar de lo estipulado en la Constitución iraquí, no obedece las órdenes del gobierno central de Irak, país del que aún es parte en el plano legal.
La Syrian Border Security Force, o “Fuerza de Seguridad de la Frontera Siria”, cuya formación habían anunciado los militares estadounidenses, iba a componerse oficialmente de 30 000 hombres, provenientes en un 50% de las “Fuerzas Democráticas Sirias” (FDS). Esos hombres iban a recibir una formación de 3 semanas para aprender técnicas de interrogatorio y el uso de equipos de escaneo biométrico. Al menos 230 elementos ya recibieron esos cursos.
En la práctica, la otra mitad de los 30 000 miembros de la nueva fuerza iban a ser 15 000 ex yihadistas provenientes de las filas de Daesh, una manera discreta de “reciclarlos”.
El representante especial del presidente Trump ante la coalición anti-Daesh, Brett McGurk, nombrado bajo la administración Obama, es el jurista que participó –junto a John Negroponte y el coronel James Steele– en la creación del Emirato Islámico en Irak, en 2006. Junto al coronel James Coffman, Brett McGurk, tenía entonces la responsabilidad de rendir cuentas sobre esa operación secreta al presidente George Bush hijo. El objetivo era debilitar el movimiento iraquí de resistencia contra las tropas ocupantes sembrando la división entre chiitas y sunnitas para llevarlos a luchar entre sí, provocando así artificialmente una guerra civil entre iraquíes.
Luego de una estancia en Harvard, Brett McGurk reapareció nuevamente en el Departamento de Estado, trabajando junto al secretario John Kerry. Participó en el proceso que convirtió el “Emirato Islámico en Irak” en el actual Daesh y fue coorganizador de la reunión realizada el 27 de mayo de 2014, en Amman, donde se preparó la invasión yihadista contra Irak. También reorganizó Irak y posteriormente formó la coalición internacional a cargo de la lucha… contra Daesh.
Como buen alumno, McGurk aceptó seguir trabajando bajo la administración Trump para acabar con la organización que él mismo había creado y ahora trata de reciclar algunos de sus combatientes.
El proyecto de creación de una fuerza de seguridad de la frontera siria dice mucho sobre la sinceridad de los milicianos de las YPG kurdas, que profesan el amable anarquismo de Murray Boochkin pero no tienen ningún escrúpulo en integrarse a una fuerza junto a los asesinos de Daesh, bajo las órdenes de Estados Unidos.
Contrariamente a las apariencias, el ataque turco en Afrin, y la probable extensión de esa operación a Mambij, fue aprobada, los días 18 y 19 de enero, por el estado mayor ruso, puesto al tanto de antemano por el número 2 del régimen turco y jefe de sus servicios secretos (MIT) Hakan Fidan, quien viajó especialmente a Moscú con ese objetivo. La operación fue incluso facilitada por la inmediata retirada de las fuerzas rusas que se hallaban en la zona de operaciones.
Idénticamente, Turquía informó por escrito a Siria del inicio de la operación, aunque Damasco afirma no haber recibido tal comunicación.
El presidente sirio Bachar al-Assad, que no puede meter a su país en un enfrentamiento con Estados Unidos para poner fin al reciclaje de los yihadistas, simplemente permite que Turquía –país miembro de la OTAN– se encargue de hacerlo.
El presidente Donald Trump no había sido informado del plan Votel-McGurk. El secretario de Defensa, James Mattis, confirmó a sus hombres las instrucciones de la Casa Blanca contra los yihadistas. Pero Votel y McGurk aún siguen en sus cargos.