Por: Alister Doyle
Europa ha enviado algo más de la mitad de los residuos plásticos que solía enviar a China a otras partes de Asia desde que las duras medidas ambientales de Pekín cerraran el mercado de reciclaje más grande del mundo en enero. El espinoso problema es qué hacer con el resto.
Parte del excedente se acumula en lugares que van desde solares en construcción hasta puertos, según las autoridades, a la espera de que se abran nuevos mercados. Reciclar cerca del lugar de origen se complica por el hecho de que el plástico a menudo está sucio y sin clasificar, las mismas razones por las que China lo ha terminado rechazando.
Una serie de países liderados por Malasia, Vietnam e India ha importado muchos más residuos plásticos de Europa a principios de 2018 que antes, según muestran los datos de la Unión Europea, pero a menos que ellos u otros acepten más, las únicas opciones serán enterrarlos o quemarlos.
En un continente superpoblado donde los vertederos están sujetos a muchas más restricciones que en otros lugares, la quema es la opción más fácil para ayudar a generar electricidad o calor a partir de cientos de miles de toneladas de residuos sobrantes.
Pero se están proponiendo ideas más radicales -como volver a colocar el plástico derivado del petróleo bajo tierra para “extraerlo”, como si de minas de minerales se tratara, cuando el reciclaje sea más sofisticado- mientras Europa busca una solución.
Las políticas de residuos europeas “necesitan ser mucho más matizadas, porque algunos vertederos en realidad podrían llegar bastante buenos”, dijo a Reuters el profesor Ian Boyd, asesor científico en jefe del departamento de medioambiente, alimentación y asuntos rurales del gobierno británico.
“Estoy desafiando el sistema actual”, dijo, refiriéndose al hecho de que las políticas de residuos en Europa prohíben o limitan los vertederos, pero hacen poco para restringir lo que se ha denominado como “skyfill”: la liberación de contaminantes en el aire.
Energía con residuos
Europa ha favorecido la construcción de centrales eléctricas que queman basura para obtener electricidad o calor por la escasez de terrenos, y los vertederos producen toxinas y gases de efecto invernadero como el metano cuando se pudren los desechos orgánicos, desde alimentos a pañales.
Las plantas de tratamiento de residuos también producen emisiones de gases de efecto invernadero, pero en la mayoría de Europa están exentas de los impuestos sobre el carbono, que suponen aproximadamente 14 euros por tonelada.
Boyd dijo que el plástico enterrado podría convertirse en un recurso valioso solo si las penalizaciones por emitir gases de efecto invernadero, tanto al fabricar plásticos como al quemarlos, fueran mucho más duras que en la actualidad.
A nivel mundial, los plásticos emitieron 390 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2012, desde la producción hasta la incineración, igualando las emisiones de un país como Turquía, según la Fundación Ellen MacArthur, un grupo de expertos especializado en reciclaje.
La industria del plástico discrepa con dichas mediciones, ya que ignoran la contribución que hace el plástico para reducir otras emisiones, por ejemplo, preservando los alimentos y reduciendo el peso del transporte.
La Confederación Europea de Empresas de Valorización Energética (CEWEP, por sus siglas en inglés), un grupo de unas 400 plantas que utilizan 90 millones de toneladas de desechos municipales para proporcionar calor y electricidad a millones de personas, dijo que enterrar el plástico en “minas” y luego extraer el plástico era una fantasía.
“Cavar en los vertederos y esperar hasta que aparezca una tecnología mágica en el futuro no es una opción responsable”, dijo la directora gerente de CEWEP, Ellen Stengler, y añadió que era una idea minoritaria que había escuchado “aquí y allá” en Europa.
Tan solo la limpieza de los desechos de plástico antes de enterrarlos sería carísimo, el plástico se degradaría bajo tierra y habría riesgos de provocar incendios, dijo.
El último gran análisis del cambio climático en los Estados Unidos, realizado en 2014, también sugirió la idea de que las ciudades clasifiquen y entierren desechos como metales, papel y plásticos para crear “un depósito material que pueda extraerse” en el futuro.
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