Por Jorge Wejebe Cobo
Entre los principios éticos del Ejército Libertador se encontraba el respeto a la vida de los prisioneros españoles e inclusive se aceptaba su incorporación a las filas insurgentes, práctica que llevada al extremo fue el origen de una de las victorias más sonadas de los hermanos Maceo en el combate de Sao del Indio contra fuerzas enemigas en Guantánamo, librado el 31 de agosto de 1895.
Desde el mes de agosto, José Maceo, con una exigua escolta, se encontraba baldado por una ciática que lo mantenía postrado en su hamaca en el campamento de Casimba, cerca de la región de Guantánamo, y entre su tropa se hallaba un soldado español prisionero que al parecer deseaba más la vida en la manigua que la rutina de cuartel y quien, a fuerza de disposición a las faenas de servicio, llegó a convertirse en uno más del grupo, incluso para el desconfiado León de Oriente.
La historia cambió un día cuando el militar hispano fue a bañar un caballo al río y emprendió la huida en el lomo de la bestia y no paró hasta Guantánamo, donde ante sus superiores inventó la historia de una heroica evasión y expuso el lugar de las fuerzas cubanas y la difícil condición del jefe cubano.
Tampoco excluyó los detalles del mote despectivo que utilizaba José Maceo para referirse al jefe de la Villa, llamándolo Copello, y no por su grado y nombre coronel Borja Canellas, al que los comentarios del lenguaraz informante le sacaron los colores y se dispuso matar o hacer prisionero al León de Oriente con una columna guiada por el doble desertor.
José Maceo no podía tener peores adversarios. Entre los integrantes de la columna se encontraron junto a fuerzas españolas los conocidos cubanos traidores de Guantánamo, quienes lo persiguieron durante semanas tras su desembarco por la Playa de Duaba, en abril de ese año, y que estuvieron muy cerca de asesinarlo junto a su hermano Antonio y el resto de los expedicionarios.
Pero el servicio de inteligencia cubano cumplió su cometido y tan pronto el primer pelotón español traspasó los umbrales de sus cuarteles un agente secreto llevó la información a José Maceo, con la descripción en detalles de la cantidad de soldados y la misión que tenían y sin perder tiempo envió un mensaje a su hermano Antonio, quien libraba a 30 o 40 kilómetros de donde se encontraba su hermano enfermo su campaña oriental como premisa para iniciar la invasión a
occidente.
José se impuso a su enfermedad, montó su caballo y organizó la tropa para vender cara su vida en unas alturas cercanas, mientras el Lugarteniente General al recibir la información emprendió la marcha para auxiliar a su hermano que corría serio peligro.
Al respecto José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor de Antonio Maceo, señaló en sus crónicas que la marcha se realizó “en una noche tenebrosa, por caminos horribles y sin un minuto de descanso, en la cual quedaron caballos y acémilas por quebradas y senderos del monte”.
Pero a las primeras horas del 31 de agosto llegaron las tropas de Antonio a su lugar de destino en Sao del Indio, avisó a su hermano y con él coordinó las acciones y organizó la emboscada para atacar por la retaguardia al enemigo.
Incluso, quizás por primera vez en las guerras de independencia, se utilizaron dos minas de TNT en el camino por donde debían aparecer las fuerzas hispanas que, aunque hostigadas por los tiradores de José Maceo, siguieron en su avance al considerar que se trataba de la débil resistencia del campamento mambí hasta que parte de la vanguardia volaba por los aires por la explosión de la primera mina.
La segunda, más potente, no tuvo los mismos resultados porque -situada detrás de la primera- sería detonada cuando retrocediera el grueso de la columna española ante la primera explosión, lo cual no sucedió porque hubo una huida hacia Guantánamo. Fue entonces cuando el Titán de Bronce arremetió contra los militares de la metrópoli.
El enemigo tuvo alrededor de 200 bajas entre muertos y heridos, los mambises 89 y una buena cantidad de lesionados. No se conoce del destino de aquel soldado español que en realidad, sin quererlo, llevó a una emboscada a las fuerzas a las que pertenecía, y que ante un inquisidor tribunal muy bien que lo hubieran considerado traidor.
En el Combate de Sao del Indio culminó el Lugarteniente General su campaña en tierra oriental y comenzó a preparar la invasión a occidente para cumplir con los acuerdos establecidos con José Martí y Máximo Gómez para consolidar en todo el territorio de la Isla la Guerra Necesaria.
(Tomado de la ACN)