Por Alberto Salazar (PL) y Duong Bui (VNA)
Los vietnamitas lo consideraban demasiado arriesgado e intentaron disuadirlo, pero Fidel era Fidel y finalmente accedieron a llevarlo a las recién liberadas zonas del centro del país, allí donde todavía el Paralelo 17 lo partía en dos.
Él mismo lo contó 35 años después en una de sus Reflexiones: “Tuve que insistir para hacer aquel recorrido. Los vietnamitas temían que fuese víctima de alguna aventura yanqui si conocían de mi presencia en aquella zona. (El primer ministro) Pham Van Dong me acompañó todo el tiempo”.
Jamás un mandatario extranjero se había siquiera acercado a esa región donde aún los cañonazos estremecían cielo y tierra, y las bombas sin explotar o las minas representaban una seria amenaza de muerte.
De Hanoi a la provincia de Quang Binh, por entonces la última de Vietnam del Norte, viajaron en avión el 14 de septiembre. El paisaje allá abajo era desolador.
“Los puentes, sin excepción, (…) estaban efectivamente destruidos; las aldeas, arrasadas, y todos los días las granadas de las bombas de racimo (…) estallaban en los campos de arroz donde niños, mujeres e incluso ancianos de avanzada edad laboraban produciendo alimentos”, contó Fidel.
Aterrizaron en Dong Hoi, la capital provincial, donde la delegación que encabezaba Fidel recibió una entusiasta acogida en el aeropuerto y a lo largo de las calles que recorrieron.
La ciudad mostraba un estado calamitoso: no había prácticamente un edificio o casa que no mostrara huellas de los bombardeos y los ametrallamientos de los aviones estadounidenses.
Ese 14 de septiembre de 1973 Fidel y sus acompañantes se reunieron con autoridades de la provincia, soldados y ciudadanos en general. Agenda repleta, sin un minuto de descanso.
En Dong Hoi, Fidel fue alojado en una modesta casita de protocolo que todavía hoy, a 45 años de su visita, los vietnamitas cuidan con celo. Por estos días, la restauraron una vez más.
Allí, a pie de obra, Le Vinh Quan, uno de los encargados de atender al dirigente cubano, cuenta a Prensa Latina-VNA una simpática anécdota:
“Nunca me lo imaginé tan alto. Le habíamos preparado una cama de 1,80 metros de largo, pero cuando lo vi… Uno de sus ayudantes nos pidió alargarla, así que dos de nuestros carpinteros debieron apurarse para añadirle 40 centímetros y terminarla antes de la hora de dormir”.
Quan recuerda que junto a la casita también prepararon un refugio antibombas para Fidel. “Por si acaso”, nos dice.
La vida tenía demostrado a los vietnamitas que nadie estaba seguro en ningún lugar. En la tarde-noche del día siguiente, cuando volvían de un recorrido por la recién liberada Quang Tri, los cubanos tuvieron una dramática prueba.
“… regresando por ruta diferente, recogimos tres niños heridos, dos de ellos muy graves; una niña de 14 años estaba en estado de shock con un fragmento de metal en el abdomen. Los niños trabajaban la tierra cuando un azadón hizo contacto casual con la granada. Los médicos cubanos acompañantes de la delegación les dieron atención directa durante horas y les salvaron la vida”. (Fidel Castro, Reflexiones del 14 de febrero de 2008).
La niña de la historia es hoy una feliz abuela y vive en una atildada casita de Dong Hoi en cuya sala hay un cuadro de Fidel.
“Si él no me ayuda, yo no estaría en este mundo. Le estaré eternamente agradecida”, nos dice Nguyen Thi Huong.
En Quang Tri, Fidel y sus acompañantes recorrieron diversos escenarios bélicos, entre ellos la base de Doc Mieu, uno de los ejes de la famosa Cortina McNamara, un sistema defensivo que cubría 75 kilómetros desde el Mar del Este hasta la frontera con Laos y mediante la cual Estados Unidos intentó frenar el avance de las tropas de Vietnam del Norte.
Consistente en un sistema de trincheras, montículos de tierra, garitas, alambradas, sensores acústicos, detectores de calor y otros sofisticados medios electrónicos, la barrera fue construida a un costo de mil 500 millones de dólares y mantenerla operativa comportaba un gasto anual de 740 millones.
Los vietnamitas se las ingeniaron para burlarla, atacarla y tomarla. Y allí, en Doc Mieu, estaba Fidel, escuchando ávidamente de los protagonistas cómo lo habían logrado.
Testigos presenciales nos contaron que otro memorable momento del recorrido del dirigente cubano por Quang Tri fue su encuentro con los miembros de la muy condecorada División 304 en la Colina 241, uno de los puntos dominantes de la mal creída inexpugnable base de Cam Lo.
“Ustedes les han dado una inolvidable lección a los imperialistas. Ellos se creían todopoderosos, ellos se creían invencibles y, sin embargo, ustedes fueron capaces de derrotarlos”, les dijo en un discurso que los combatientes cerraron con un atronador aplauso...
O creyeron haber cerrado, porque Fidel volvió a tomar la palabra.
“Yo les quiero agradecer especialmente, en nombre de nuestro pueblo, este magnífico obsequio que ustedes nos han hecho en el día de hoy regalándonos nada menos que un tanque M-48”.
Tras calificarlo como “un regalo muy útil”, Fidel aseguró que lo haría trasladar a Cuba por barco “para estudiarlo bien, al igual que estudiamos las tácticas de ustedes, porque ustedes han demostrado que esos tanques pueden ser destruidos”.
“Y nosotros necesitamos estudiarlo -explicó- por si en alguna ocasión los imperialistas invaden nuestra patria, hacer igual que ustedes y destruir muchos de esos tanques M-48”.
En la Colina 241, hoy reliquia de la nación vietnamita, se alza un monumento que recuerda la presencia del dirigente cubano.
En Quang Tri, Fidel se reunió con dirigentes del Gobierno Revolucionario Provisional de Viet Nam del Sur -Cuba fue el primer país en reconocerlo y le abrió una embajada en La Habana-, visitó Dong Ha, la destruida capital de la provincia y recorrió otros sufridos lugares del territorio.
El 16 de septiembre por la mañana la delegación cubana se aprestaba a regresar a Hanoi desde Dong Hoi, pero antes de la partida Fidel pronunció un discurso en el que sintetizó sus impresiones de esos días.
Al final, tuvo un especial gesto de reconocimiento para la provincia que hasta ese momento marcaba la frontera entre las partes norte y sur de un país indivisible.
“Les agradecemos los hermosos presentes que nos han hecho y les agradecemos la hermosa bandera y los demás recuerdos, pero sobre todo les agradecemos este puñado de tierra de la provincia Quang Binh que ustedes nos han entregado, tierra heroica regada con el sudor y la sangre de un pueblo mil veces heroico”.
Tierra que tenía un especial valor, porque había sido tomada del lugar donde cayera el primer avión estadounidense derribado en Quang Binh.
En medio de aplausos, el dirigente cubano hizo una promesa que luego cumplió.
“¡Llevaremos esa tierra para mezclarla con la tierra cubana, al igual que están mezcladas nuestras ideas revolucionarias y están mezclados nuestros corazones!”.
Han pasado 45 años pero todavía allí, en el centro de Vietnam, en los corazones de los vietnamitas, late el recuerdo de Fidel.
Minutos después, volando ya sobre los mismos desolados paisajes de dos días antes, de seguro Fidel lo hacía con la misma firme convicción de lo que había dicho en la Colina 241: “La victoria definitiva, la completa liberación de Viet Nam del Sur y la unificación pacífica de la patria, será sencillamente cuestión de tiempo”.
Saigón caería menos de dos años después, el 30 de abril de 1975.
Y Fidel Castro aún visitaría Vietnam otras dos veces, en 1995 y 2003, para confirmar a los vietnamitas que los cubanos seguían junto a ellos en las batallas que aún tenían por delante.