Por Dilbert Reyes Rodríguez
Cuando a las nueve de la noche del día 30 de noviembre de 1958, Fidel Castro y sus hombres del Ejército Rebelde entraron triunfales en el poblado de Guisa, en el oriente de Cuba, terminaba la más cruenta y difícil de las batallas que decidieron y aceleraron la caída del régimen de Batista.
Por 11 días y sus noches, la colosal desproporción que significó enfrentar a la más poderosa concentración de medios y efectivos de la tiranía en el oriente del país, con la fuerza de apenas 180 rebeldes armados, parque limitado y mayoría de experiencia combativa muy inferior a los jefes y soldados veteranos que habían partido en columnas a otros frentes en la Isla, constituyó una proeza que permitió materializar una acción militar desmoralizante y afirmar la irreversibilidad del curso de la guerra hacia la inminente victoria revolucionaria.
No hay otro modo de entender el éxito de la minoría verde olivo en tal desequilibrio, que no sea a través de la visión estratégica, conocimiento de la zona, capacidad de anticipación, cálculo organizativo y autoridad en el mando que el Comandante en Jefe puso de manifiesto en Guisa; no para rendir la compañía emplazada en la localidad, sino para atraer hacia el teatro escogido por él a los potentes refuerzos que enviarían seguramente desde Bayamo.
Destacada como puesto de mando de las fuerzas opresoras contra la Sierra Maestra, esta ciudad representaba el centro de la columna vertebral de un ejército de 5 000 'casquitos' distribuidos en unidades desde Contramaestre a Pilón, era base de medios pesados de combate como tanques y tanquetas, morteros, obuses, bazucas y ametralladoras, y a la primera petición recibiría apoyo urgente de la aviación; por lo cual entablar batalla en Guisa, a apenas 12 kilómetros de Bayamo, sería enfrentar directa y resueltamente al mayor alarde de poder de la tiranía en ese momento.
CRONOLOGÍA ABREVIADA
La intercepción de una patrulla militar a las 8:30 de la mañana del día 20 de noviembre, a un kilómetro de la cabecera municipal por la carretera que llega desde Bayamo, representó la acción inicial de la batalla planificada al detalle por el líder guerrillero; quien, luego de acantonar múltiples formaciones para emboscadas en todas las entradas posibles a Guisa, había previsto que este incidente sería el detonante de la movilización de refuerzos en la dirección deseada.
Puesta rápidamente fuera de combate en los frentes de la Loma del Martillo, al fuego de los pelotones de Braulio Curuneaux, Reynaldo Mora y Rafael Verdecia, la patrulla fue desarmada. Luego se ordenó al sargento jefe que informara el suceso al puesto de mando e hiciera énfasis en la pretensión guerrillera de atacar el cuartel de Guisa.
Ocurrió tal cual el plan. Dos horas después se acercaba la primera compañía de refuerzo, que cayó en sucesivas emboscadas y en los inicios de la tarde avanzó un poco más una segunda compañía encabezada por una tanqueta T-17.
Sobre el puente que abre la vista en descenso a la Loma del Martillo una mina artesanal de más de 200 libras estremeció el paisaje al explotar de tal forma, «que el tanque se elevó varios metros y cayó más adelante con las ruedas hacia arriba y la torre clavada en el pavimento de la carretera», escribió Fidel.
A seguidas, el aguacero preciso de metralla de la 30 de Braulio Curuneaux y los disparos de los combatientes distribuidos más abajo desconcertaron a la compañía, sostuvieron un cerrado combate de resistencia y al final de la tarde provocaron la retirada completa del refuerzo.
Para la siguiente fecha el Comandante ordenó descanso a las tropas y la reposición del parque con vistas a los nuevos enfrentamientos, que en los tres días sucesivos se concentraron en el hostigamiento a las posiciones cercadas y la frustración de los intentos batistianos por abrirse paso en los caminos del oeste.
Confirmada la dirección personal de Fidel en las acciones, el ejército del régimen intentó incluso, en acto desesperado el día 23, asesinar al líder barbudo a manos de un soldado que vistieron de campesino; pero resultó descubierto en una bodega local, a medio kilómetro de la Comandancia, y una vez confesado el plan, ajusticiado.
En la tarde del 24, Fidel emite un mensaje a los vecinos de Guisa, pidiéndoles que evacuen el poblado rumbo al interior del territorio libre, a fin de evitar las víctimas civiles que podría provocar la confrontación entre la penetración rebelde y el cobarde atrincheramiento de los guardias en posiciones no militares.
Otros eventos demostraron la bajeza y el actuar ruin de la cúpula castrense, cuando en la avanzada de refuerzos más gruesa y poderosa por la carretera de Bayamo a Guisa, el día 26, detuvieron a varios campesinos y los hicieron caminar delante, como escudo humano.
Permitida la penetración del batallón –integrado por tres compañías, 14 camiones de soldados y tanquetas– hasta los frentes de la Loma del Martillo, aparentando una retirada guerrillera, otra vez la combinación de una mina, la fusilería y la cascada cruzada de dos ametralladoras 30 empantanó en el sitio a aquel enorme convoy; que clamó urgente a Columbia por apoyo aéreo y complicó la jornada de combate más violenta sostenida en la Sierra Maestra.
LA VICTORIA INMINENTE
Tal fue la resistencia de los rebeldes y el mar de bajas causadas al enemigo, que esa propia noche es transmitido al Estado Mayor en La Habana el conocido mensaje de desesperación, impotencia y temor: «Batalla de Guisa se considera decisiva y de perderse es casi seguro evacuación de Bayamo. Tenemos todo comprometido y Fidel Castro dirige personalmente sus tropas. Es necesario el envío de refuerzos urgente y un gran apoyo aéreo».
Otro batallón de rescate se suma el siguiente 27 al intento de pasar, ahora con otras dos compañías, un pelotón adicional, una batería de obuses y dos tanques Sherman; uno de los cuales sobrepasó una mina que no explotó y resultó ser el que, después de corregir el ángulo de disparo dejándose caer en una zanja, acertó en la posición del bravo capitán Braulio Curuneaux y otros dos compañeros.
Aún sin el fuego de la más destacada y mortal de las armas rebeldes en la batalla, y «la pérdida del mejor oficial con que contábamos», al decir de Fidel, el jueves 27 cerró con la fuga precipitada de los «casquitos», quienes dejaron en manos insurgentes los 14 camiones, una tanqueta, 35 000 balas y muchísimos fusiles.
En la noche del 28 y durante la madrugada, tuvo lugar una de las iniciativas más audaces de la tropa guerrillera, cuando Fidel ordenó reparar la tanqueta dañada y conducirla con una dotación contra el cuartel, sobre el cual, una vez inmovilizada ante el asedio de los guardias en derredor, disparó más de 50 cañonazos.
Solo la operación de un regimiento mixto formado por varios batallones que avanzaron sobre Guisa al unísono y por todas direcciones, sin lograr forzar el paso los días 29 y 30, logró ocupar en la resistencia a todas las tropas rebeldes, que no pudieron impedir la fuga de la guarnición del Ejército, la Guardia Rural y familiares de los militares emplazados en el poblado.
A las nueve de la noche de ese 30 de noviembre, con la entrada de Fidel y sus audaces compañeros, la última batalla en las montañas de la Sierra Maestra se declaraba ganada.
El parte escrito por el Jefe de la Revolución y difundido por Radio Rebelde el primer día de diciembre concluía: «Guisa, a 12 kilómetros del Puesto de Mando de Bayamo, es ya Territorio Libre».
PRECISIONES
- Se libraron en total 22 enfrentamientos contra la guarnición local y la docena de refuerzos enviados desde Bayamo y otros puntos de Oriente, Camagüey y La Habana.
- Al momento de Fidel redactar el parte, se había contado la captura de un tanque T-17, 94 armas ligeras, tres morteros, una bazuca, siete ametralladoras 30, 55 000 balas, 130 granadas de Garand, 14 camiones, víveres, medicinas y más pertrechos.
- El Ejército del régimen tuvo más de 200 bajas totales, en tanto investigaciones posteriores demuestran que los rebeldes sufrieron 11 muertos y 20 heridos, mientras la población civil de Guisa contó heridos, de ellos dos mujeres.
Fuentes:
Fidel Castro: La contraofensiva estratégica.
Aldo Daniel Naranjo: Batalla de Guisa. Eslabón estratégico de la victoria.
(Tomado del periódico Granma)