Por Jorge Wejebe Cobo
El Generalísimo Máximo Gómez desde su incorporación a la Guerra de 1868 defendió la realización de la invasión hacia el occidente de Cuba para extender la contienda a toda la Isla, como estrategia indispensable del Ejercito Libertador.
En 1871, después de consolidar las acciones en la región de Guantánamo propone al Gobierno de la República en Armas su primer plan de invasión que no se llega a realizar por la insuficiencia de recursos.
Nuevamente insiste en ese propósito en 1872 e inicia algunos preparativos contando con mil hombres escogidos entre las fuerzas de Holguín, Bayamo y Tunas, pero el 8 de junio es depuesto del mando de las tropas por Carlos Manuel de Céspedes, por un mal entendido.
En junio de 1873 el presidente Céspedes lo designa jefe del Departamento Provisional del Cauto y le ordena que de ser real la muerte del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz, pase a ocupar la jefatura del Tercer Cuerpo de Ejército y del Departamento del Camagüey y Las Villas.
No pudieron ser más infelices las circunstancias en las que asumió la jefatura de las fuerzas en Camagüey, e impresionado por la disciplina, organización y el espíritu de combate de los camagüeyanos y por el legado que dejó El Mayor, el dominicano dijo que Agramonte estaba llamado a ser el "futuro Sucre cubano".
Reorganizó las fuerzas de Camaguey y Las Villas e inició una victoriosa campaña en la que atacó el Puerto de Nuevitas, Santa Cruz del Sur y ocupó un gran botín de guerra.
De esa manera, Gómez inició una ininterrumpida ofensiva en la que libra decenas de combates victoriosos en los llanos camagüeyanos.
En septiembre vuelve a proponer y preparar su tercer plan de invasión para lo cual concibe dos columnas -compuestas por tropas de Oriente, Camagüey y Las Villas- mandadas por él y el mayor general Calixto García Iñiguez.
Sin embargo, los planes del Generalísimo tendrían en las divisiones internas de las filas revolucionarias sus mayores inconvenientes y en octubre rechazó enérgicamente las propuestas del general Vicente García de asociarse a sus acciones para deponer al presidente Carlos Manuel de Céspedes.
La conspiración contra Céspedes se materializó por los representantes de la Cámara, que lo destituyó ilegalmente el 27 de octubre de 1873, sin contar con la asistencia requerida de representantes. La Revolución estaba herida de muerte.
En medio de esa difícil situación, en noviembre reverdecen las glorias de la caballería camagüeyana y en La Sacra de Najasa al mando de unos 260 jinetes consiguió Gómez emboscar y separar una columna de las tres armas, a la cual le hace más de 100 bajas y ocupa gran cantidad de fusiles.
Remata su campaña de 1873 en Camagüey, el 2 de diciembre con una de las más importantes victorias del Ejército Libertador al librar la Batalla de Palo Seco, al sur de Jobabo, actual provincia de Las Tunas, región a la que llegó con alrededor de 300 hombres de infantería y caballería y enfrentó a 600 soldados españoles que se disponían a ocupar un fuerte alijo de armas de los mambises que servirían al general Gómez para iniciar la invasión al occidente.
Emboscó sus tropas en puntos estratégicos y envió un grupo de caballería que cargó contra las tropas hispanas en marcha. Luego simuló una retirada hacia el centro de la emboscada mambisa y al perseguir la caballería enemiga a los cubanos cayeron abatidos por la fusilería y las cargas al machete que les hacen 300 muertos, incluido el propio jefe.
Como botín los insurrectos ocuparon más de 200 fusiles, miles de proyectiles y gran cantidad de suministros. El año 1874 se inició con buenas perspectivas militares tras las victorias en la campaña del Camagüey por Gómez.
Ya en febrero las fuerzas mambisas se reunieron para ultimar los planes de invasión al occidente, que en definitiva no se pudo concretar porque el Gobierno de la República en Armas estaba más dedicado a las aquinaciones y rencillas que a atender esos propósitos y no envió los recursos y los hombres que prometió.
De nuevo en territorio camagüeyano Máximo Gómez obtiene otra victoria en la Batalla de las Guásimas librada del el 15 al 19 de marzo y considerada como una de las mayores derrotas de las fuerzas colonialistas en todas sus guerras coloniales, lo cual demostró que en el campo militar la Revolución estaba muy lejos del fracaso.
En esas jornadas una columna enemiga de las tres armas integradas por tres mil soldados, se enfrentaron a 900 infantes y 300 jinetes camagüeyanos, quienes les hicieron alrededor de mil bajas al enemigo entre muertos y heridos, mientras los cubanos tuvieron solo 29 muertos.
En manos mambisas cayeron centenares de fusiles, miles de proyectiles y una gran impedimenta militar. Desde el Camagüey las fuerzas mambisas dirigidas por Gómez cruzaron en 1875 la Trocha de Júcaro a Morón e intensificaron la guerra en toda esa región.
Pero mientras que las victorias de los cubanos en el campo de batalla robustecían los planes de Gómez de llevar la guerra al occidente, la traición y el desaliento avanzaba en el campo insurrecto y conllevó a la crisis y el proceso que culminó con el Pacto del Zanjón.
Solo sería durante la Guerra Necesaria de 1895 cuando el viejo anhelo de llevar la invasión hasta Pinar del Río -que se prefiguró en la heroica campaña en Camagüey en la Guerra de los Diez Años-, se haría realidad bajo el mando del propio Generalísimo y del Titán de Bronce Antonio Maceo.
(Tomado de la ACN)