Por Jorge Wejebe Cobo
El presidente Fulgencio Batista esperó festinadamente las navidades de 1956, después de asegurarle el ejército la presunta muerte del líder Fidel Castro y los expedicionarios del yate Granma, pero no satisfecho todavía con los ajusticiamientos ordenó uno de los crímenes más horrendos de la historia republicana en Cuba.
Concibió un gran escarmiento contra la oposición y aunque contaba con una larga lista de candidatos para asesinar en la capital en 1956, probablemente concibió que no era prudente ejecutar los crímenes masivos en La Habana -vidriera del éxito y la estabilidad de los negocios sucios de su régimen-, aunque esta cautela la abandonó cuando la lucha clandestina y poco después se generalizó en todas las provincias de la Isla.
La mafia estadounidense compartió con Batista y sus acólitos desde el golpe militar que lo llevó al poder, una gran tajada de la utilidad de sus transacciones en ascenso, de los casinos, los espectáculos, la droga, el contrabando y los negocios inmobiliarios para la construcción de hoteles habaneros, entre otros negocios.
Para inicios de 1956, Nat King Cole comenzó sus actuaciones en Cuba y las líneas aéreas estadounidenses establecieron vuelos diarios para ver sus actuaciones bajo los recién erigidos arcos de cristal de Tropicana, también en el Hotel Internacional de Varadero y hasta la gerencia del Hotel Nacional de Cuba que rechazó inicialmente hospedar por negro al artista, posteriormente tuvo que aceptarlo por una propuesta de la mafia que no podía rechazar.
De todas formas el plan del tirano en 1956, se lo facilitó Orlando Eleno Piedra Negueruela, hombre de la CIA y el FBI, director del Buró de Investigaciones y jefe de la seguridad personal de Batista, quien conoció por una delación que integrantes del movimiento auténtico de la política tradicional, pero opuesto a Batista, se preparaba en EE.UU para desembarcar por la costa norte de la antigua provincia oriental en el yate Corynthia e iniciar un nuevo foco guerrillero en la Sierra Cristal.
El general Batista el 21 de diciembre citó al coronel Fermin Cowley Gallegos, jefe del regimiento de Holguín para el Estado Mayor del Ejército en Columbia, y allí entre los principales jefes ordenó no hacer prisioneros en la futura expedición y para evitar un levantamiento en la zona como el ocurrido en Santiago de Cuba previo al desembarco del Granma, también ordenó el asesinato inminente de dirigentes y militantes del 26 de julio y del Partido Socialista Popular, dirigentes obreros, principalmente.
La selección del asesino principal para dirigir ”Las Pascuas Sangrientas” no pudo ser mejor. Fermin Cowley demostró su fidelidad al dictador el propio 10 de marzo de 1952, cuando era un simple teniente de la guarnición del cuartel Moncada y ante la duda del jefe de la fortaleza de sumarse a la asonada, le arrebató el teléfono, se comunicó con los dirigentes del golpe y aseguró que el regimiento santiaguero estaba a las órdenes de Batista.
El sátrapa lo condecoró repetidamente y en menos de cinco años lo ascendió al grado de coronel, trayectoria durante la que se destacó por ser un homicida frío que acostumbraba a torturar personalmente y matar a golpes tanto a revolucionarios como a los sospechosos por delitos comunes que caían en su manos.
A su regreso al regimiento de Holguín, Cowley planteó a sus subordinados, jefes de la policía, del Servicio de Inteligencia Militar que la misión se extendería a Las Tunas, Puerto Padre y Holguín y se planificaron las acciones para el 25 de diciembre de 1956, pasadas las 12 de la noche del 24 y debían terminar antes del amanecer o en la noche del 25 de diciembre.
Durante las Pascuas Sangrientas y en poco más de 24 horas fueron asesinados 23 revolucionarios, entre ellos Pedro Díaz Cuello, de 26 años de edad, estudiante, dirigente y fundador del Movimiento 26 de Julio en Holguín, también fue ultimado el obrero tabaquero y miembro del Partido Socialista Popular Jesús Feliú, los dirigentes azucareros de inspiración socialista Loynaz Echevarría, Alejo Tomás, Enrique Morgan y Héctor Infante.
El listado de víctimas fue engrosada con el tabaquero William Aguilera; los obreros agrícolas Antonio Perodín, José Marcial Pérez, José Mendoza, Isaac Hernández Oliver; el obrero de la Nicaro Nickel Company Rafal Orejón; el dirigente de los ómnibus Luis Peña; el enfermero Ramón Téllez; trabajadores como Luis Sera Moreno, Gilberto González Rojas, Ángel Valerio Consuegra, Manuel Aquiles Espinosa, Thelmo Esperance, Pelayo Cusidó, Silverio Núñez y Armando Guzmán.
La sangre derramada por la dictadura durante las Pascuas Sangrientas en 1956, de miembros del 26 de julio, junto a comunistas, obreros y campesinos, contrario a los propósitos de la dictadura de desmoralizar a la insurrección, fortaleció el proceso de unidad e integración revolucionaria liderado por el máximo líder Fidel Castro, quien hizo posible la victoria del primero de enero de 1959 y la posterior consolidación de la Revolución cubana.
El coronel Cowley cumplió el fatídico mandato del tirano y asesinó posteriormente a 16 expedicionarios del Corynthia el 28 de mayo de 1957 después del desembarco, el 25 del propio mes.
Pero la impunidad del esbirro solo lo acompañó hasta el 23 de noviembre del 1957, cuando un comando revolucionario lo ajustició.
(Tomado de la ACN)