Por Graziella Pogolotti
El próximo 26 de abril Silvio ofrecerá uno de sus ya habituales conciertos en la esquina de Tercera y Avenida de los Presidentes, en pleno corazón del Vedado. Será horas antes del sexagésimo aniversario de la Casa de las Américas, la institución fundada por Haydée Santamaría para tender puentes entre Cuba, la América Latina y el Caribe.
El lugar escogido para nuclear a hombres y mujeres de Nuestra América, hasta entonces aislados, era un edificio que había permanecido silencioso durante años. Se nombraba Sociedad Colombista Panamericana y en su denominación podía reconocerse el rezago de plataformas conceptuales de raigambre colonial y neocolonial. Según algunos investigadores, había algo más. Era una pantalla para el trasiego de sobornos, procedentes en ciertos casos, de la atroz tiranía de Trujillo.
En el año del triunfo de la Revolución el país vestía ropajes nuevos. La deuda con el pasado era inmensa. Simultáneamente, la impaciencia por hacer y el impulso creador contenido se desataron en todas las direcciones. Se rediseñaba y se expandía la educación y se abrían nuevos cauces para la cultura. La visión resultaba integral e integradora. A la necesaria cohesión interna se añadía el proyecto de afianzar la siempre soñada unidad latinoamericana.
Al volver la mirada hacia atrás, la tarea realizada adquiere dimensiones gigantescas. Articulada a un proyecto transformador de enormes dimensiones, la Casa de las Américas acompañó a la Revolución Cubana en el campo de la cultura. Contra todo pronóstico, en la Isla un puñado de guerrilleros había logrado vencer a un ejército profesional armado y sostenido por Estados Unidos.
En las Naciones Unidas, Fidel afirmaba un programa descolonizador y tercermundista. Desde todas partes las miradas se volvían hacia un pequeño país conocido hasta ese momento, acaso, como productor de azúcar y tabaco. En América Latina la resonancia fue aún mayor. Los escritores y artistas cobijaban propuestas renovadoras desprovistas de vías de realización concreta.
Estaba madurando una literatura que muy pronto conquistaría preeminencia más allá de nuestras fronteras. Para la Casa de las Américas la acción inmediata se tradujo en la convocatoria a un premio literario que amplió progresivamente su perfil y ha subsistido, con rostros ajustados a las demandas de cada época, hasta nuestros días. Ofrecía en recompensa una modesta remuneración y la posibilidad de publicar las obras seleccionadas. De esa manera se dieron a conocer autores que hoy son nombres establecidos en nuestras letras.
La capacidad movilizadora se extendió a las artes visuales, a la música, al teatro. No hubo fronteras entre lo culto y lo popular. Resultado de esos vínculos solidarios y de la apertura hacia los más anchos horizontes, la Casa acumula en la actualidad una excelente colección de arte y de artesanía latinoamericanos.
En su sexagenaria trayectoria ha brindado apoyo a la auténtica alternatividad, aquella que anda a contracorriente del poder hegemónico y subsiste en la precariedad material, silenciada por los medios de comunicación dominantes.
Así ocurrió con los teatristas que estaban construyendo nuevos públicos en el continente, bajo las dictaduras y entre las comunidades chicanas y puertorriqueñas de Estados Unidos. Al convertirse en hogar de la nueva canción, obtuvo mayor alcance popular. Su línea editorial fue entregando un panorama de nuestra literatura y de nuestro pensamiento desde los orígenes hasta la actualidad.
Las revistas Conjunto y Casa constituyen desde hace tiempo referencia obligada para los estudiosos de América Latina. Casa ha concedido siempre espacio a las artes y a las letras, sin soslayar por ello los debates fundamentales en lo concerniente a las ideas. Al repasar sus páginas, se redescubren las complejidades de un pensamiento en permanente desarrollo, registra las señales de cambio sin perder el rumbo del irrenunciable propósito emancipador. Entre los autores que allí aparecen encontraremos una amplia nómina de intelectuales, escritores, científicos sociales, políticos. Muchos, apenas conocidos cuando firmaban sus primeras colaboraciones, se han convertido en figuras de rango internacional.
Pertenece a la vanguardia, término que se ha vulgarizado un tanto, quien se sitúa en la avanzada de una formación. Son los exploradores que perciben lo que otros no advierten. Tal ha sido el papel esencial desempeñado por la revista, encarnación del espíritu esencial de la institución.
Siguiendo su práctica usual, la OEA intentó aislar a Cuba del continente. Sabido es que, sometidos a dictados, todos los países, salvo México, rompieron las relaciones con Cuba.
En tan difíciles circunstancias, los intelectuales mantuvieron su fidelidad a los llamados de Casa de las Américas. Ante los obstáculos interpuestos, los amigos de la Casa cruzaban el Atlántico dos veces. Tenían que llegar a una capital europea para emprender desde allí el vuelo hasta La Habana. Nada impedía seguir juntándose en la Casa de las Américas, la Casa de Haydée, nuestra Casa, el sitio donde la sabiduría de Haydée Santamaría animó un espíritu de quehacer colectivo, despojado de burocratismo, anclado en la pasión, la inteligencia y la intuición.
El 26 de abril disfrutaremos el cantar de Silvio. En sus piezas más célebres nos uniremos a su voz para rendir homenaje a la Casa de las Américas.(JR)
En espera de Silvio
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