El curioso caso del Quijote de la farola (I)

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2019-07-19 07:41:49

Pinterest
Telegram
Linkedin
WhatsApp
Foto: Alberto Korda/Biblioteca Nacional La Habana.

“Esta foto la vio un hombre (…) y sin conocerme se decidió a escribirme una carta (…) En un párrafo dice que después de haberla visto no puede vivir sin ella. Dijo que él quiere esta foto firmada y fechada por mí, de ese semidiós amable y solitario (…), sonriendo sin temor y sin odio”.

Alberto Korda, 1984

Por: Andy Jorge Blanco, Jorge Luis Coll Untoria

La Habana, 19 jul (RHC) Le dio fuego al mechero. Encendió el cigarrillo y lo aspiró sobre la multitud, tranquilo, desafiando el sol del 26 de julio de 1959 en La Habana. Minutos antes solo era uno más entre el medio millón de campesinos en la Plaza de la Revolución, hasta que comenzó a trepar por una farola. Y se convirtió en un símbolo.

El enigmático guajiro desabrochó su guayabera y empezó a escalar por la luminaria, con la experiencia de quien se encaramaba en las palmas villaclareñas. Pero el contacto de su ropa con el poste metálico de cinco metros lo hacía resbalar.

El pantalón claro, las negras botas y el machete que colgaba de su cintura atentaban contra el objetivo. Parecía que las leyes de la física pretendían frenar el abrazo de cinco metros entre él y la punta de la farola. Ponía un brazo alrededor del otro y los pies enrollados al aluminio. Pero resbalaba. El sudor encharcó sus manos y en la franela desvencijada se veían ya las primeras marcas del singular trayecto.

Abajo, los campesinos chocaban sus machetes en un aplauso metálico, en una banda sonora que acompañaba a este hombre desconocido hasta hoy, y que era el sinónimo acústico del apoyo a una Revolución de seis meses, con el sueño de enseñarle al campesinado una palabra llamada dignidad.

“Tengo que ver a Fidel”, pensaba mientras ascendía como una oruga que se estira y encoge. La idea se repetía en su mente una y otra vez. A fin de cuentas por eso subía. Había viajado junto a otros campesinos en un camión cansado, como él, por las horas que dividen a Villa Clara de La Habana.

Los campesinos agitaban el día y él estaba cada vez más cerca de alcanzar la cumbre. Llevaba un sombrero de los que se hacen con las pencas de yarey y no miraba abajo, aunque desde allí sí lo veían a él. Llegó a la cima de la farola y prendió un cigarro. Con la última bocanada de humo sacó el machete y lo ondeó en el aire para saludar a Fidel. Era su bandera, como la de tantos otros que estaban en la Plaza para refrendar la primera ley de Reforma Agraria, que les daba tierra a “los sin tierra” de los años de la dictadura.

Fidel Castro habló en la tribuna frente a la Biblioteca Nacional: “Ese medio millón de machetes es el espectáculo más impresionante que hemos visto en nuestra vida, es el espectáculo más imponente que se haya visto posiblemente en ningún lugar del mundo”.

Alberto Korda encuadró la imagen. Estaba allí en medio del rechinar del arma de los mambises, cuando un “loco” osaba desafiar a un mástil de luz. Esa instantánea sostiene esta historia.

 Foto: Alberto Korda

“Estoy en la tribuna y veo a aquel guajiro desmochador de palmas que se trepa a la farola con la intrepidez de un gato, y tranquilamente saca un cigarro y lo enciende en medio del discurso. Después la foto se hace famosa”, recordó el fotógrafo en su última entrevista, según refiere el periódico Escambray de Sancti Spíritus.

Sesenta años después de aquel 26 de julio de 1959, “El quijote de la farola” –el campesino flaco y de bigotes– está en galerías y libros de todo el mundo, pero nadie ha dicho su nombre, hasta hoy.

La foto es una de las más emblemáticas dentro del catálogo de Alberto Korda y se encuentra, también, entre las cien imágenes históricas de la Revolución Cubana. Sin embargo, detrás del propio hecho y de una famosa instantánea se esconde una enrevesada trama.

Diferentes medios legitiman, indistintamente, a dos personas como los protagonistas de la foto e, incluso, uno de estos hombres comenzó un proceso legal contra el fotógrafo, alegando que este se enriquecía con la venta del retrato alrededor del mundo.

Desenfoques

Ángel Hurtado Carvajal saltó cuando vio la foto del “quijote de la farola” en el programa televisivo El hecho y la foto, conducido por Amado Casero. Se reconoció en la imagen y le dijo a su esposa que escribiría a La Habana para ver si podía conseguir un ejemplar de recuerdo.

El campesino del poblado de Vueltas –hoy Camajuaní, Villa Clara– recibió como respuesta una invitación para asistir a un encuentro con Korda en un espacio televisivo que se llamaría –según refleja el periódico Granma del 17 de mayo de 1984– Encuentro a los 25.

Ángel Hurtado (derecha) fue el primer quijote reconocido por Korda. Foto: Cortesía de María de los Ángeles Hurtado.

En la emisión, de la cual pudimos acceder al audio, Alberto Korda expresó al moderador: “Esta foto fue tomada el primer 26 de julio cuando vinieron los campesinos a La Habana hace 25 años ya. Parece que no, pero ha pasado un poco de tiempo. La foto ha recorrido el mundo entero en exposiciones; es famosa, ha sido publicada en muchos lugares, quizás más fuera que aquí (…) Nunca pensé que 25 años después iba a tener el honor, la gran satisfacción de conocer a mi quijote, un poco más viejo que cuando yo lo retraté, pero también el fotógrafo está mucho más viejo que cuando le tiró la foto a Ángel”.

Hurtado Carvajal, como quien revive un día del que les ha hablado a sus hijos, contó por qué tomó la decisión de subir a la farola. Tenía entonces 47 años justo a la hora de la foto: “Nosotros estábamos preocupados por el anuncio del compañero Fidel. Ustedes recordarán cuando el gobierno de Urrutia, Fidel tuvo necesidad de renunciar. A mí me emocionó mucho cuando nuestro Comandante dijo que aceptaba seguir de Primer Ministro, alzó la gorra y dijo que aceptaba seguir (…) Me desabroché la guayabera para que no se ensuciara tanto y entonces… bueno, la franela se hizo leña. Yo subía matas de coco. Subí la farola fácilmente”.

Una nota, publicada en Granma el 22 de mayo, cinco días después de la emisión televisiva, cuenta cómo Ángel, desde donde estaba, no podía ver a Fidel y de pronto algo se le iluminó al ver la farola. Era su oportunidad de observar, por primera vez, al hombre que les daba esperanzas a los campesinos: “Sentí una gran emoción (…) aunque estaba lejos sentí que desde allí podía estrechar su mano”.

Periódico Granma del 22 de mayo de 1984. Foto: Andy Jorge Blanco/Cubadebate.

Hasta ese programa, Alberto Korda no había reconocido a ninguna persona como su quijote, por eso al finalizar el encuentro le obsequió una foto al campesino. “Yo le traje a usted al programa una sorpresa. Usted sabe que la fotografía es un arte. Este tipo de cosas así quedan para siempre en la historia. Seguramente, los nietos de sus nietos vean algún día la foto de ese campesino subido en la farola el primer 26 de julio.

“He mirado mucho su cara en esa foto, y esa sensación de pérdida de miedo, sonriendo a los demás sin temor y sin odio creo que era un producto del triunfo de la Revolución en su cara, y por eso veo que tiene tanto valor histórico. Para mí es el placer más grande que me ha proporcionado esta foto: entregársela a usted y que la lleve a su casa, a su señora, a sus hijos…”, concluyó Korda.

Sobre el hecho, el periódico Escambray del 15 de septiembre de 2001 expone que, en la dedicatoria escrita por el fotógrafo, decía: “A mi nuevo amigo Ángel, viejo conocido quijote de la farola, 25 años después”.

Evidentemente había sido la primera vez que Korda veía, luego de la instantánea, al protagonista de su foto. El quijote parecía mostrar su identidad. Sin embargo, el periódico Vanguardia de Santa Clara, el 21 de julio de 2001 –dos meses después de la muerte del fotógrafo– puso en la escena a otro protagonista, el villaclareño Eleuterio Tirado Jiménez.

El también campesino cuenta en la publicación cómo subió a la famosa farola: “Como era desmochador de palmas apliqué la técnica de trepar con el codo contra el tubo. Tan pronto me acomodé gritaron desde abajo que saludara a Fidel. No distinguía a nadie en la tribuna; sin embargo, saqué el machete y lo agité en el aire, hasta que un policía me ordenó bajar, pues temió que con el calor me durmiese allá arriba”.

Si bien Korda identificó a Ángel Hurtado como su quijote, Tirado Jiménez también contó con el reconocimiento del afamado artista. Según el rotativo, el 26 de febrero de 2001, en un acto celebrado en la Casa de la Ciudad de Santa Clara –en la intersección de las calles Independencia y Juan Bruno Zayas– el fotógrafo le entregó un ejemplar con la dedicatoria: “Don Quijote de la Farola, 1959”.

Eleuterio Tirado Jiménez fue el segundo quijote reconocido por Korda. Foto: Cortesía de Omar Tirado.

María de los Ángeles Hurtado, hija menor de Ángel, recuerda que a finales de los años ochenta este señor fue a su casa, y preguntó si “el quijote de la farola” vivía allí: “Mi mamá le dijo que sí, le mostró la foto que estaba puesta en la sala, y él le dijo: ‘ese soy yo’”.

Lo curioso es que el trabajo –titulado igual que la instantánea– alude a la presencia de este hombre en un programa televisivo emitido en 1981, con la conducción de Mireya Latorre, tres años antes de Encuentro a los 25. Idania Tirado Maza, hija de Eleuterio, contó a este equipo que a ese programa su padre llevó el paraguayo con el que había subido a la farola, como evidencia de que él era el quijote. No obstante, Korda reconocería públicamente al personaje de su foto en 1984 cuando conversó con Ángel Hurtado en televisión nacional.

Benito Cuadrado Silva es una de las fuentes informativas entrevistadas que no vio la emisión de 1981. Él fue el periodista que recogió los testimonios de Tirado Jiménez en la nota del Vanguardia y, al día de hoy, todavía muestra cierto recelo al hablar del tema. “Yo no tenía que hacer ese trabajo. Llegué un día al periódico y me dijeron que atendiera a un señor que estaba allí, porque el reportero que lo haría no se encontraba disponible. No sabía que existía Ángel hasta después que se publicó el texto”, explicó vía llamada telefónica.

Trabajo publicado en el Periódico Vanguardia, donde aparecen Korda y Eleuterio Tirado. Foto: Cortesía de Omar Tirado.

La publicación del trabajo periodístico de Cuadrado Silva recibió una respuesta de la familia de Ángel Hurtado, y una de sus hijas, Luz María Hurtado, desmintió la historia de Tirado Jiménez a través de un reportaje reivindicador, publicado en el periódico Escambray.

“Al impostor mi madre le preguntó si fumaba, el hombre respondió que jamás había tocado un cigarro, a lo que ella respondió: "Pues en la farola el quijote está fumando”, expresó Luz María Hurtado en la publicación espirituana. Al respecto, Idania Tirado explicó que su papá fumaba esporádicamente, pero a todos los campesinos que fueron a La Habana aquel julio de 1959 les daban cajas de cigarros.

“Pasé amargos momentos con el trabajo, los familiares de Ángel Hurtado escribieron al periódico, al Partido, y se quejaron por ello. Me resultó muy desagradable. Yo no conocía a Hurtado”, manifestó Benito Cuadrado, y añadió: “No sé quién es el protagonista. Si llego a saber que existía tal conflicto entre dos familias, no me meto en camisa de once varas”.

Luz María Hurtado defiende que su padre es el verdadero quijote en respuesta al trabajo publicado en Vanguardia. Foto: Cortesía de María de los Ángeles Hurtado.

Foto sin flash…

Diana Díaz López es la hija mayor de Alberto Korda. La primera foto que recibe a los visitantes en su casa es una gigantografía del “quijote de la farola”. Nada más abrir la puerta parece que un aura se apodera de la escalera y, a la altura del descanso, el quijote lo mira a uno de frente.

La hija mayor de Alberto Korda. Foto: Diana Díaz López/Facebook.

“Representa cómo el hombre, de acuerdo a sus ideas y motivos, puede lograr lo que se proponga. Un hombre que está por encima de muchos en un acto sencillo que fue subirse a un poste; por eso la foto está en la pared, porque para mí es un símbolo”, comenta Díaz López y, entre saludos y fotos, recuerda un pasaje de la vida de su padre.

–¿Usted es Korda?

–Sí, yo soy Korda.

–¿Usted no me conoce?

–No tengo el gusto de conocerlo. ¿Quién es usted?

–Usted me tiró una foto y se ha enriquecido utilizando mi imagen. Yo soy “El quijote de la farola”…

Estas fueron las primeras palabras que se dijeron Alberto Korda y Eleuterio Tirado, según rememora Diana Díaz y corrobora María de los Ángeles Hurtado cuando cuenta que en 1994 se vio con Korda en la Casa de las Américas, donde el fotógrafo le comentó que había recibido la visita de un hombre que invadió su privacidad, de forma insistente, a tal punto que debió dejarlo pasar y hasta regalarle una foto.

La situación fue posterior a una demanda que el artista del lente había recibido por parte de ese señor. “Mi papá recibió una citación, como a un juicio. Él se extrañó, pero fue. Le dijeron que había una queja de una persona que decía que él le había tomado una foto y la estaba vendiendo y ganando dinero por ello”, dijo Díaz López, quien tampoco conocía de la existencia de Ángel hasta su encuentro con este equipo.

Por tal suceso, la hija de Ángel Hurtado aclaró que no fue su padre quien demandó al fotógrafo: “En el programa Encuentro a los 25 se vio la cara de mi papá, y que a estas alturas digan que él demandó a Korda…eso duele. Lo único que nos interesa es el mensaje de lo que está en la foto, no vivir de ella”.

Idania Tirado Maza, hija de Eleuterio Tirado, dijo que su padre siempre deseó que se le reconociera como el protagonista de la foto, y que Fidel supiera que fue él quien se subió a aquella farola para saludarlo. Llegó a tener una pintoresca bicicleta con un cartel metálico, en el cual escribió que él era el quijote de la farola. Y en ella se paseaba por la ciudad de Santa Clara, donde hoy Idania nos comenta: “Esa mirada y esa forma de pararse es de mi papá. Estuvo en primer plano y murió sin ese reconocimiento”.

La demanda, hecha por Eleuterio Tirado, no llegó a nada, pues según apunta Diana Díaz, él y Korda terminaron conversando y tomándose una botella de ron el día de ese encuentro.

–En cuanto al derecho de imagen, ¿la persona que demanda puede tener un beneficio económico por la foto?

–Sí, y les digo porque he tenido que aprender de ello. Si él vendía una imagen, esa persona tenía derecho a que mi papá le diera un porcentaje.

–¿Y eso nunca pasó con Eleuterio?

–No sé, ni quiero enjuiciar a nadie. La historia que me dijo mi papá es que quedaron como muy buenos amigos.

Idania y Elieser Tirado, hijos de Eleuterio, dan fe de que su padre jamás recibió dinero por esa imagen. Murió en la misma casa humilde donde vivió, en el reparto América Latina de Santa Clara.

Diana Díaz, casi al cerrar la puerta, como para darle un cierre también a lo que es “El quijote de la farola” para ella, comenta: “Hay seres humanos que marcan pautas en la vida, en la humanidad. ¿Quién le iba a decir a cualquiera de los dos (Ángel Hurtado o Eleuterio Tirado) que, siendo tan desconocidos, su imagen iba a recorrer el mundo y estar en museos famosos?”.

Las historias, las que son sacadas de la vida real y no de una novela, pueden terminar con puntos suspensivos. Korda y sus dos quijotes fallecieron. Además, en la recopilación de datos hecha por este equipo, aparece también un campesino subido en otra farola de la Plaza de la Revolución ese mismo día. Quizás sea alguno de estos dos personajes quijotescos.

Dicha fotografía, junto con todas las de Ángel Hurtado y Eleuterio Tirado a las cuales se pudo acceder, se encuentran ahora en un cotejo de imágenes ejecutado por el departamento de Identificación de Personas por sus Rasgos Exteriores (IPRE), perteneciente a la Dirección de Criminalística del Ministerio del Interior.

“Estamos realizando una investigación pericial para establecer la correspondencia, o no, entre la apariencia de las imágenes en formato digital e impreso, remitidas a nombre de Ángel Hurtado Carvajal y Eleuterio Tirado Jiménez, y la apariencia de la imagen en formato digital e impreso denominada ‘El quijote de la farola’, así como con la otra, denominada ‘guajiro en una farola’”, explica Roberto Noriega Pier, primer teniente y primer perito de IPRE.

Según Noriega Pier, se encuentran en una etapa donde se efectúa un análisis somatológico detallado para examinar los rasgos faciales en cuanto a magnitud, posición, forma, situación de los elementos del rostro y señas particulares, comparando las coincidencias.

Mientras tanto, el quijote sigue ahí. Ahora con más rostros. Toma la última bocanada de cigarro y seguro encenderá otro, haciendo tiempo, como quien espera, sobre todos los hombres, que se revele su verdadera identidad. (Fuente: Cubadebate)



Comentarios


Deja un comentario
Todos los campos son requeridos
No será publicado
captcha challenge
up