Por Onelia Chaveco
Quien pueda recorrer Santa Isabel de las Lajas tras las huellas del músico Benny Moré, podrá sentir en los bancos de su modesto prado, en la música que inunda su calle, en el rostro de los nuevos y viejos habitantes, el hálito cercano de una figura emblemática de la cultura en Cuba que este 24 de agosto arribaría al centenario de su natalicio.
Los lajeros que sienten el gran orgullo de ser coterráneos del Sonero Mayor, tienen en el Benny una fuerza interior, un poder de convocatoria que los une tanto en su día de nacimiento como en su último momento sobre la faz de la tierra. Por ello es natural que le canten frente a su retiro final en cada ocasión para rendirle tributo.
Allí, en un espacio humilde del cementerio local, está su tumba con la frase de la canción que inmortalizó a su terruño: “Lajas mi rincón querido, pueblo donde yo nací”.
Allí encontré a su primo Simeón Moré, que guarda anécdotas de quien fuera, además, su amigo y a quien no ha dejado de cantarle frente a la lápida en esos 56 años de desaparición física.
Recorrer el Museo Municipal es encontrar una rica historia en imágenes, objetos, documentos, que revelan la historia íntima y grande del Bárbaro del Ritmo.
Francisco Cruz, al frente de esa institución, considera que “aún podemos hacer mucho más por la memoria del Benny, para acercarnos al gran artista que fue para su Patria y para el mundo”.
Muy cerca está el café Cuba, donde el pequeño Benny fue mandadero, y ya de grande llegaba a tomar sus aguardientes y a cantar a la par de la victrola, que permanece en el lugar como objeto museable.
Mirarla y palparla hace pensar en cuántos visitantes desearían oír nuevamente las canciones que escuchó el Benny y las suyas propias. Parejas de danzoneros bailan y una imagina aquel ambiente de barra y cantina y la chiquillería y adultos asomados para ver al ídolo de Lajas.
No obstante, hay música cubana en el ambiente y entre estas algunos números como ‘Tú me sabes comprender’ y ‘Santa Isabel de las Lajas’, se pueden escuchar en la animación del inmueble.
Llegar al Casino de los Congos es toda una experiencia inolvidable. Desde su entrada con la leyenda de la Piedra del Santo Patrón, que aseguran era de dos centímetros y creció en más de 130 años, hasta ver y participar en la ceremonia de la Bandera Cubana.
Cuando entras al recinto ya eres parte de una festividad cuya tradición bien le vale un reconocimiento patrimonial. Un gajo de albahaca sobre la oreja es el primer paso y luego rompen los tambores, esos mismos donde Benny Moré aprendió de niño a tocar y a bailar la Makuta.
La abanderada va de ventana en ventana y de puerta en puerta para hacer el saludo de la enseña nacional y en cada umbral, se deposita aguardiente, mientras el coro canta y baila.
Un San Antonio preside el altar del Cabildo, donde se acumulan años de historia de la esclavitud, de industria azucarera, de ingenio, de congos venidos de África en barcos negreros, donde llegaron los ancestros de Benny Moré.
Recorrer Lajas es eso, encontrar en cualquier esquina a Benny, con su sombrero alón y su bastón, y esa voz única e inconfundible que trasciende el tiempo y el amor.
(Tomado de la ACN)