Jorge Wejebe Cobo
Concluía el verano de 1960 y los primeros planes agresivos de EE.UU. contra Cuba entraban en una etapa decisiva con acciones terroristas para asesinar a los líderes cubanos, en especial a Fidel Castro, lo cual sería una obsesión durante toda la vida del mandatario, al tiempo que las organizaciones contrarrevolucionarias y las redes de la CIA competían con las bandas de alzados en el campo, donde asesinaban a maestros, campesinos y milicianos.
Mientras, el bloqueo económico, comercial y financiero se cerraba contra la Isla y desde la propia Habana, la Estación CIA en la embajada estadounidense ponía a punto las acciones subversivas y paramilitares de la llamada “oposición interna”, creada, dirigida y financiada por espías con manto de diplomáticos.
Era toda una operación general con similitudes a la realizada exitosamente por la CIA en 1954 para derrocar al gobierno nacionalista del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, y que tendría como punto culminante la invasión mercenaria de Playa Girón.
Para finales de agosto en San José de Costa Rica tenía lugar la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), con el fin de condenar a Cuba por su presunta exportación de la Revolución a la región, y en la cual los cancilleres de Nicaragua y Guatemala, -cuyos gobiernos prestaron sus territorios para la preparación de la brigada mercenaria-, se mostraron muy activos al justificar la futura agresión.
Aquella reunión de la OEA pasaría a la historia de la ignominia de esa organización al servicio de Washington, tal como lo sigue haciendo principalmente contra la Revolución Bolivariana y Cuba, renovando ese triste legado.
Para entonces en la nación cubana, el Ejército Rebelde y las Milicias Nacionales Revolucionarias se preparaban a ritmo acelerado en el manejo de las primeras armas recibidas de la URSS y otros países socialistas, y los incipientes Órganos de la Seguridad del Estado se enfrentaban a los planes de la CIA, y la vida normal del país seguía su curso.
El imperialismo tendría una rotunda respuesta a sus planes de aislar a la Antilla Mayor y confundir a la opinión pública mundial, cuando el dos de septiembre de 1960, ante un millón de cubanos, se realizó la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, en la Plaza de la Revolución José Martí, en la cual fue aprobada la Primera Declaración de La Habana, leída por el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Video tomado de la ACN
Desde su comienzo la proclama condenó en todas sus cláusulas la denominada Declaración de San José de Costa Rica, ordenada y elaborada por la Casa Blanca.
También señaló que “La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba rechaza asimismo el intento de preservar la Doctrina de Monroe, utilizada hasta ahora, como lo previera José Martí, para extender el dominio en América de los imperialistas voraces, para inyectar mejor el veneno denunciado asimismo a tiempo por José Martí, el veneno de los empréstitos, de los canales, de los ferrocarriles”.
“Por ello, frente al hipócrita panamericanismo que es sólo predominio de los monopolios yanquis sobre los intereses de los pueblos americanos y manejo yanqui de gobiernos prosternados ante Washington, la Asamblea del Pueblo de Cuba proclama el latinoamericanismo liberador que late en José Martí y en Benito Juárez”(…)”.
Además, denunció la política imperialista de La Unión durante más de un siglo de intervenciones en México, Nicaragua, Haití, Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico para apoderarse de sus tierras y establecer los lazos neocoloniales que garantizaron hacer de la región el traspatio del imperio.
Cuba rechazó las mentiras de la propaganda anticomunista y proclamó: “La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba niega categóricamente que haya existido pretensión alguna por parte de la Unión Soviética y la República Popular China, de utilizar la posición económica, política y social de Cuba, para quebrantar la unidad continental y poner en peligro la unidad del hemisferio.”
Ante el falso concepto de democracia representativa que sirve solo a los intereses de las oligarquías nacionales, se proclamó el derecho de los pueblos a escoger el camino revolucionario y practicar el “deber de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes, de los intelectuales, de los negros, de los indios, de los jóvenes, de las mujeres, de los ancianos, a luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales”, además del de las naciones oprimidas y explotadas, a luchar por su liberación.
También se reconoció que la voz genuina de los pueblos se abrirá paso “desde las entrañas de sus minas de carbón y de estaño, desde sus fábricas y centrales azucareros, desde sus tierras enfeudadas, donde rotos, cholos, gauchos, jíbaros, herederos de Zapata y de Sandino, empuñan las armas de su libertad, voz que resuena en sus poetas y en sus novelistas, en sus estudiantes, en sus mujeres y en sus niños, en sus ancianos desvalidos”.
Por último se afirmó que “A esa voz hermana, La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba le responde: ¡Presente! ¡Cuba no fallará!
Aquí hay Cuba para ratificar, ante América Latina y ante el mundo, como un compromiso histórico, su lema irrenunciable: ¡Patria a Muerte!
La Primera Declaración de La Habana fue difundida al mundo, rebasó las campañas mediáticas del imperialismo y significó un rotundo triunfo moral y político ante los intentos estadounidenses y de sus títeres del continente de aislar y desmoralizar a Cuba poco antes de la agresión de Girón.
Aquella victoria presagió la derrota militar del imperio en Playa Girón, en abril de 1961, significó el despertar de un programa de lucha popular en América Latina que no pierde vigencia, en estos tiempos de intentos del imperialismo por consolidar una ofensiva reaccionaria destinada a fracasar de forma similar como ocurrió contra nuestro país en aquellos lejanos años. (Tomado de la ACN)