Por Fidel Rendón Matienzo
Quizás muchos cubanos recuerden aquellos primeros años de la Revolución en que hasta la promulgación de la Constitución Socialista, en 1976, el país tuvo un Presidente de la República en la figura del Doctor Osvaldo Dorticós Torrado.
Sin olvidar que en ese perÍodo no habían surgido los órganos del Poder Popular, lo cual devino paso trascendental en el perfeccionamiento del sistema político cubano, ahora, a partir de este 10 de octubre, fecha gloriosa en la historia de la nación, Cuba contará con un Presidente y Vicepresidente de la República y nuevas renovaciones en las estructuras de dirección de su Asamblea Nacional del Poder Popular y Consejo de Estado.
En centros de producción y servicios, hogares, en paradas de ómnibus y otros tantos espacios la población ha opinado en torno a quiénes considera podrían ocupar tan altas responsabilidades, y a muchos visitantes extranjeros les llama la atención que en medio de las dificultades que atraviesa el país ante el recrudecimiento del bloqueo, prevalezca un ambiente de tranquilidad, serenidad y de confianza en la Revolución y sus dirigentes.
Como expresara recientemente en la televisión cubana Ana María Mari Machado, vicepresidenta de la Asamblea Nacional del Poder Popular, a pesar del complejo y convulso escenario que vive el mundo, en Cuba nada retarda el cumplimiento de lo establecido en esa Constitución elaborada y enriquecida con los criterios de millones de compatriotas, y aprobada por el Parlamento también tras profundos debates.
De manera que devendrá un momento de altísima significación histórica la celebración, en las próximas horas, de la sesión extraordinaria del órgano supremo legislativo para elegir al Presidente, Vicepresidente y Secretario de la Asamblea Nacional del Poder Popular, a los demás miembros del Consejo de Estado, y al Presidente y Vicepresidente de la República.
Entre los diputados cubanos saldrán los que por sus méritos y capacidades asumirán estos cargos, no sin antes haberse desarrollado con ellos mismos, como establece la Carta Magna y la Ley Electoral, un proceso de consultas durante el cual de manera individual y anónima entregaron por escrito -a la Comisión de Candidaturas Nacional- los nombres y apellidos de quienes proponían para tales responsabilidades.
¿En qué otro país un ciudadano humilde del pueblo, sin un centavo, puede ser electo a la Asamblea Nacional y puede ser electo al Consejo de Estado?, se preguntaba el Comandante en Jefe Fidel Castro en la clausura de la sesión de constitución de ese órgano supremo en su IV Legislatura, y del Consejo de Estado, celebrada el 15 de marzo de 1993.
Sin violar ningún principio ético ni revelar nombres, al ser entrevistados por la Agencia Cubana de Noticias varios diputados señalaron que al hacer sus propuestas en primer lugar pensaron en ese pueblo al cual representan en el Parlamento, y que confía plenamente en ellos, además de tener presentes el legado y ejemplo de Fidel, de nuestros héroes y mártires, y la necesidad de garantizar la continuidad histórica de la Revolución y la unidad.
Millones de cubanos saben bien que tales imperativos guiarán a quienes desde ahora asuman las riendas de la dirección del país, mucho más cuando tal cual señala la Constitución, en su artículo 1, “Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible”.
Tal como expresa la Carta Magna el Presidente de la República es el Jefe del Estado, lo elige la Asamblea Nacional del Poder Popular de entre sus diputados, por un período de cinco años, y le rinde cuenta a esta de su gestión. Para este cargo se requiere tener entre 35 y 60 años.
Lo que acontezca este 10 de octubre fortalecerá la institucionalización socialista de la nación, pues habrá una mejor definición de poderes en las figuras del Presidente y Vicepresidente de la República, y en las de un Consejo de Estado que, encabezado por el Presidente de la Asamblea Nacional, funcionará en representación y ejecutará sus acuerdos, y otras obligaciones constitucionales entre cada sesión ordinaria del Parlamento.
Entonces la mayor esperanza se centra en lo que está por venir, en que las nuevas estructuras de dirección y los órganos del Poder Popular (-recordemos que se inauguran también los cargos de gobernadores e intendentes, y los municipios adquieren mayor autonomía-) permitan contar con un país capaz de seguir sorteando los obstáculos, entuertos o zancadillas del imperio que nos desprecia, y con más prosperidad y beneficios para su gente y la economía. (Tomado de la ACN)