565, 566, 567, 568… Después de 7 horas procesando muestras PCR, sus manos están medio entumecidas. Lo único que ve son números. Falta una hora para que el extractor termine. Dejó 10 placas en la mesa y tiene que subir la información a la base de datos. Lista mentalmente todo lo que deja pendiente. A las 9 de la noche llegó otro termo con 200 muestras de Matanzas.
Liss Claudia Martínez tiene 23 años. Realiza su servicio social y adiestramiento en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí. Cada vez que tiene guardia viaja desde Caimito, Artemisa, para contribuir a la detección del coronavirus.
Golpea el cristal del laboratorio y le hace una seña a Mandy y Yeffry para que salgan. Se empieza a quitar el traje bioseguridad. Es inmenso. Bota en el cesto los primeros guantes. Abre el zíper con cuidado y retira capucha y mangas. Está sudada. Continúa todo el procedimiento sin violar ningún paso. Salir del traje es el momento más peligroso.
Liss Claudia Martínez, licenciada en Microbiología. Foto: Aymelis Alfaro
Recuerda que al principio le faltaba el aire por el nasobuco N95. Lo más molesto es la careta. Poco a poco se fue acostumbrando a la presión de las ligas sobre la piel de su rostro. No dejan secuelas, al menos las profes Sonia y Guadalupe no tienen marcas permanentes después de los años. Las ojeras si son propias de esta profesión, ya Liss no les hace mucho caso.
Aplica etanol al 70% en sus brazos. Los lava con jabón y sale del laboratorio hacia el baño que está al frente. Le siguen Brenda y Rosmery. Las tres tuvieron que trabajar hoy en el primer laboratorio. No hablan mucho, allá dentro hay que estar bien enfocado en lo que hacen. Las muestras tienen un orden numérico. Si se rompe la cadena continua, el trabajo de horas puede deshacerse en segundos. Ante cualquier error deben empezar de cero.
Frente al espejo observa unas marcas rojas en su cara. Lo bueno es que al cabo de 1 o 2 horas desaparecen. El agua fría la despierta. Lava otra vez sus manos. Casi 200 muestras han pasado por ellas en solo 4 horas, el mínimo accidente sería lamentable. Unas palmadas en la cara y lista para las 8 horas restantes. Se cambia el piyama verde y sube la escalera hacia el cuarto piso. El hambre la está matando.
Va directo a servirse. Cinthia tiene puesto café en la hornillita del pantry; ese gusto fuerte y amargo los levanta. Liss pone el plato en el microwave y espera. Son las 11:00 pm. En esos 5 minutos piensa que, a pesar del cansancio, está haciendo lo que le gusta.
“Hace 6 años me gradué de Microbiología en la Universidad de La Habana. Mucha gente ni se imagina lo que hacemos. Mientras ellos duermen, nosotros lo damos todo en estas guardias de 24 horas.
No somos de piedra, se nos cierran los ojos y con el fin de mantenernos en vela Mandy hace unas muecas por el cristal o Rosmery me llama con voz fuerte. Hemos aprendido a darnos ánimo entre nosotros, es lo que más me gusta del equipo. Pero más fuerzas me da pensar en que detrás de cada número hay un paciente esperando y una familia preocupada. Soy necesaria, me digo. Cada minuto tiene un propósito, en estas guardias lo hemos comprendido y vivido”.
“El país también depende de nosotros. Escogí esta rama de mi carrera porque me gustan los virus. Durante mi servicio social en el IPK elegí el control de vectores en el Departamento de Toxicología y Genética. Lo que más me apasiona es la combinación de los animales y la virología”, comenta.
Al ver la urgencia nacional, después de los primeros casos de COVID19 se ofreció voluntaria para apoyar el personal. Ahora son más de 50 jóvenes distribuidos en 4 grupos. Diariamente realizan entre 600 y 700 pruebas. “Mi primera guardia fue dura. Las muestras no paraban de llegar. El último envío de aquella noche fue casi a las 4 de la madrugada”, detalla.
Yeffry Mederos, graduado de Medicina y actualmente realiza su maestría en el departamento de Virología, IPK. Foto: Aymelis Alfaro
El microwave pita. Saca el plato y come rápido. Mandy cuenta algunos chistes. Aprovechan para despejar unos segundos. Maria Karla se asoma y les recuerda que faltan otras muestras por procesar. Son las 11:10 pm. Toman café. Brenda y Yeffry se sirven la comida. Llega Yanislet y los apura un poco.
Lizz echa un poco de arroz con leche en un plato pequeño y disfruta del postre. Toma bastante agua mientras come. Dice que deben hidratarse bien ya que el material del traje los hace sudar mucho. Son las 11:30.
Junto a sus compañeros bajo al piso 3 y vuelve a entrar al laboratorio. Se despiden. “La noche es larga”, dice Mandy jocosamente. Antes de irse Liss comenta: “Elegí bien mi carrera, es gratificante sentirse útil”.
(Tomado de Cubadebate).