* Especial de Revista Alma Mater
Recibe la información básica del paciente, el cuadro clínico, dónde se encuentra… y comienza a forrar con trapos verdes el uniforme, el rostro, la cabeza y los zapatos. El nasobuco se cuela por debajo de los espejuelos de miope, mientras varios guantes cubren las manos y parte del antebrazo. Con él de copiloto, la ambulancia arranca.
En la casa del enfermo, Fernando coloca al paciente los medios de protección y lo ayuda a subir al carro, para poner rumbo al Hospital Militar de la ciudad de Matanzas. Entregado el caso, regresa a la base, donde auxilia a sus compañeros en la desinfección del vehículo. Vuelve a recibir información, a forrarse con telas limpias, a llegar a una casa, al hospital y de nuevo a la base para dejar todo estéril y continuar, una y otra vez, haciendo lo mismo.
A sus 23 años, Fernando Raciel Gutiérrez Felipe ha vivido en dos ciudades, estudiado un técnico medio y trabajado en el cuerpo de guardia de un hospital. Funge como jefe de tripulación de una ambulancia del Sistema Integral de Urgencias Médicas (SIUM) y cursa el tercer año de la Licenciatura en Enfermería.
Su trayectoria profesional resulta de apenas cinco años; estar de lleno en el traslado de casos con COVID-19 ha sido lo más duro que hasta ahora le ha correspondido enfrentar.
Lo supo en un cambio de guardia. Informaron que necesitaban voluntarios para formar un equipo y dio el paso al frente, al igual que todos los jóvenes –y algunos no tanto– de la base de ambulancias.
“Me ofrecí a sabiendas de que iba a estar en la primera línea porque, al final, cuando eres voluntario tienes que asumir la tarea que te asignen. Me dije que es algo que nos toca y que tenemos que enfrentar, que resulta una experiencia más, aunque bastante fuerte. Pensé en la familia…”
Llegar a la casa y decirlo fue complejo. En la reacción de sus padres no pudo vislumbrar un sí o un no… pero Fernando sabe —y se nota por como va modulando la voz a través del WhatsApp— que los viejos siempre se preocupan y están nerviosos aunque terminen por no exteriorizarlo.
“El primer paciente fue bastante estresante. No podía dejar de pensar en extremar las medidas de protección, en cuidarme, en que esto es peligroso y tengo que volver”.
Para el joven enfermero, lo más impactante han sido los casos pediátricos. No solo los niños, también los padres con sus caras sombrías cuando tienen que separarse.
Él sabe de eso… “Es duro y más que tengo dos niños”. Una tiene cuatro meses, la otra cuatro años, y engrosan la lista de los que esperan por Fernando en casa.
A pesar del distanciamiento social, su trabajo se concreta andando por las calles. “La gente dice cosas como: ‘¡Mira! ¡Ahí va la peste!’ ‘¡Oye, oye, oye… ven, recoge aquí, míralo aquí’”.
En cuanto a los compañeros de trabajo, Fernando asegura que han logrado un buen equipo. “Somos uno, todos con el mismo fin y pensando igual en regresar sanos. Antes trabajábamos 24 horas y descansábamos 72. Ahora adoptamos un sistema más fuerte de trabajar dos días y parar 48 horas. Ayer prácticamente no dormí”.
En medio de tanta tensión resulta poco el espacio para distraerse. Al principio, en la noche mermaban un poco los traslados, pero luego fueron aumentando y ahora no es mucho lo que se descansa. No sabe a ciencia cierta qué tiempo le falte, pero en su cruzada contra la COVID-19 se ha ofrecido para integrar la brigada internacionalista “Henry Reeve”.
De manera categórica, niega haberse sentido débil en algún momento. “Aquí hay que tener cierta preparación psicológica porque si estás un poco abajo anímicamente te cae arriba todo”.
En realidad, se parece a cualquiera de nosotros: le gusta la pelota, el fútbol, escucha música en inglés, romántica, salsa, bachata y reguetón. Foto: Cortesía del entrevistado.
Desde su muro de Facebook, comparte memes que ridiculizan a los seguidores del Real Madrid y enaltecen a los del Barça, se burla de Trump, de Bolsonaro, compara al béisbol con el coronavirus, cita al Che, a Martí… Es un tipo esperanzado… en su perfil se habla más de los que se van salvando que de los que quedan por el camino.
En realidad, se parece a cualquiera de nosotros: le gusta la pelota, el fútbol, escucha música en inglés, romántica, salsa, bachata y reguetón. Sin embargo, nadie sabe con exactitud lo que pasa por la cabeza de Fernando cada vez que cierra la puerta del copiloto y la ambulancia arranca.
Quizás piensa en los animales del patio o imagine a los padres asomándose a cada rato a la acera para ver si el sonido de neumáticos en asfalto corresponde al dichoso carro de emergencias.
Tal vez, en su mente, las hijas de Fernando ya hayan comenzado a pelear por ver quién gana mayor protagonismo en el recuerdo de papá que, “de forma inexplicable”, ha desaparecido. (Tomado de Cubadebate).