Por Pedro M. Otero Cabañas
Hace 75 años Estados Unidos lanzó sendas bombas atómicas sobre la ciudades japonesas de Hiroshima y Ngasaki. Las fatídicas jornadas ocurrieron los días 6 y 9 de agosto de 1945, y se consideran uno de los hechos de genocidios más grandes de la historia.
Las explosión de las bombas puso fin a la vida de cientos de miles de personas en un instante. Para los pocos sobrevivientes no hubo nunca salud ni tranquilidad nunca más. Fueron víctimas de dolorosas heridas, enfermedades, miedo, sentimientos de culpa y discriminación.
No existen estadísticas absolutas acerca del número de seres humanos que perdieron la vida entonces. Se estima en unas 120 mil las personas que muerieron en ambas ciudades 5 meses después del bombardeo.
A pesar de los años transcurridos, los ecos de aquel genocidio estadounidense se mantienen hasta hoy día. Se saben detalles por testimonios de aquellos que pudieron sobrevivir al crimen, a los que se conocen como hibakusha, que en japonés significa “persona afectada por la bomba atómica”.
Este domingo 9 de agosto, la ciudad japonesa de Nagasaki, recordó la fecha con un llamamiento a la abolición de las armas nucleares.
"Hago un llamamiento a todos en todo el mundo. Hay innumerables maneras de involucrarse en el trabajo por la paz", expresó el alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, durante el acto que por ese motivo se realizó en el Parque de la Paz de esta ciudad.
La ceremonia se inició con una ofrenda de agua y flores en el epicentro de la explosión. Familiares de las víctimas y estudiantes llevaron simbólicamente agua en recipientes de madera, recordando la conmovedora memoria de los moribundos, que rogaban por beber.
A las 11.02, hora exacta de la explosión, los asistentes guardaron un minuto de silencio, solo roto por el tañir de la campana del Monumento de la Paz.
El superviviente de la bomba atómica o hibakusha Shigemi Fukahori, de 89 años, contó su experiencia, la muerte de sus hermanos y muchos compañeros y el "terror" que sintió en días posteriores pensando que él sería el siguiente. "No quiero que nadie más se sienta como yo me sentí en aquel entonces", dijo Fukahori, quien deseó que Nagasaki fuese la última ciudad en sufrir un ataque nuclear.