Cuando el calor arrecia se agradece un buen abanico

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2020-08-24 09:07:09

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Surgidos en el siglo VII en China, los abanicos estuvieron inspirados en el mecanismo del ala de los murciélagos. Foto: Arelys María Echevarría/ ACN

Por: Luz María Martínez Zelada

La Habana, 24 ago (RHC) El calor no da tregua en el presente agosto, mes que se distingue en la canícula por las altas temperaturas, la tecnología siempre ayuda con ventiladores y otros equipos que mejoran el clima, pero no siempre están disponibles como sucede con un tradicional y refrescante abanico.

Surgidos en el siglo VII en China, los curiosos instrumentos creados para refrescar, estuvieron inspirados en el mecanismo del ala de los murciélagos y se cree que su introducción en Europa corresponde a la orden católica de los Jesuitas.

Con una historia longeva se convirtieron en objetos de moda, principalmente en el Viejo Continente, para los cuales se emplearon materiales de calidad en el empeño por recrear diseños artísticos

Los abanicos se utilizaron también como una forma femenina de comunicación, para burlar las restricciones a que eran sometidas las mujeres en los siglos XIX y principios del XX.

Por ejemplo, sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro significaba sígame, con la izquierda frente a la cara, busco conocimiento, mantenerlo en la oreja izquierda, quiero que me dejes en paz y dejarlo deslizar sobre la mejilla, te quiero, entre otras muchas señales.

La primera fábrica de esos accesorios en Cuba fue fundada por el veneciano Bonifacio Calvet y Rodríguez, por la década de 1830 y se ubicó en la calle Cuba, número 98 de La Habana.

Se dice que, además del lenguaje amoroso, sirvieron a su vez para enviar mensajes de un lugar a otro, escondidos entre los graciosos gestos de una cubana durante las guerras de independencia contra el colonialismo español.

Bellos ejemplares se exhiben en el museo de artes decorativas de Villa Clara, uno de ellos, adornado en nácar y oro, elaborado en España a mediados del siglo XIX y que perteneció a la poetisa cubana Dulce María Loynaz, forma parte de la colección.

Tener a mano un abanico cuando las temperaturas suben de manera inclemente en estos días es un gran alivio, no importa el material de que estén elaborados, si son bellos mejor, pero lo más importante es que cumplan con su objetivo de refrescar un poco el ambiente de la feroz canícula cubana. (Fuente: ACN)

 



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