Operación Mangosta
Por: Jorge Wejebe Cobo
La Habana, 30 nov (RHC) El descalabro de la invasión de Playa Girón el 19 de abril de 1961 llevó al presidente John F. Kennedy a reconocer su responsabilidad en la agresión y se le adjudica esta aseveración: “Fueron malas mis decisiones en lo de Bahía de Cochinos. Tomé decisiones malas, porque tenía mala información. Mi información era mala porque nuestro espionaje no servía. Algo muy malo ocurre dentro de la CIA y quiero saber qué es”.
Su resentimiento no quedó solamente en lamentaciones y removió al entonces intocable jefe de la CIA, Allan Dulles, y a su equipo, a los que responsabilizó del desastre y se dispuso a vengarse para lo cual aprobó el 30 de noviembre de 1961 la Operación Mangosta, creada bajo su inspiración y con la que esperaba definitivamente en menos de un año derrocar a la Revolución cubana.
Sin embargo, no reparó que más allá de cambios de hombres las razones del fracaso estaban sustentadas en una profunda subestimación e incomprensión por los centros de poder imperialista y de él mismo de la Revolución y de su inmenso apoyo popular como una realidad derivada de la necesidad del desarrollo histórico de la sociedad cubana.
Dicen que un alto jefe de la CIA, el cual magistralmente confundió sus deseos con la realidad, al despedir a la brigada invasora en Puerto de Cabezas, Nicaragua, les prometió jubilosamente a los mercenarios que al desembarcar en Cuba, los soldados y milicianos se les unirían, montarían en sus camiones, tomarían por la carretera central y llegarían a La Habana en un viaje triunfal.
En consecuencia, la doctrina de estimular desde el exterior el alzamiento del “esclavizado pueblo cubano” se conservó en la base doctrinal de los nuevos jefes de la Agencia y del Pentágono que aseguraron al presidente que con su Operación Mangosta finalmente se quitaría la espina de Playa Girón.
La nueva agresión incluyó el establecimiento del bloqueo comercial, económico y financiero, los intentos de aislamiento político y diplomático en la región, que en sus mejores momentos logró que solo México mantuviera relaciones con La Habana.
También se desarrolló un programa de acciones subversivas de todo tipo, de espionaje, promoción de alzamientos de bandidos en el campo y de organizaciones terroristas en la ciudad, entre otros .
El plan estableció para el mes de octubre, como colofón, causar una sublevación contrarrevolucionaria en el país y la organización de un gobierno provisional que solicitara la intervención militar de Estados Unidos con lo cual se provocaría una repetición nada original de la malograda invasión de Playa Girón.
Para garantizar la dirección, control y apoyo de Mangosta se creó en Miami la Estación J. Waves. la más grande en territorio norteamericano, en la cual trabajaban alrededor de 600 oficiales y más de dos mil agentes que contaban con una una flotilla de embarcaciones rápidas para infiltraciones y un grupo de empresas de transporte comercial, de relaciones públicas y otras que servían de fachada en toda la ciudad a las acciones encubiertas.
El presidente Kennedy atendió personalmente las actividades y encargó a su hermano Robert Kennedy, entonces Fiscal General, supervisar el trabajo de la CIA en lo que este puso todo su entusiasmo y empeño.
Se cuenta que Robert suplantaba al jefe de la Agencia, John Mc Cone, quien complaciente le facilitaba su poltrona para que controlara la marcha del trabajo y se entrevistara con agentes y oficiales comprometidos directamente en los acontecimientos.
Un informe desclasificado de la CIA en la década de 1990, señala que existían en 1962, alrededor de 400 organizaciones contrarrevolucionarias que operaban en la Isla y en los Estados Unidos. y como joya principal de la Operación Mangosta se previó el asesinato de altos dirigentes de la Revolución.
Ese mandato lo realizaría el Grupo de Acciones Ejecutivas de la CIA -conocido como ZR-RIFLE- que especialmente tenía como objetivo al máximo líder cubano Fidel Castro, y de tener éxito la acción consideraban innecesarias el resto de las medidas.
En 1962 también se intentó, infructuosamente, crear un frente nacional de guerrillas contrarrevolucionarias radicado en el Escambray, para lo cual se utilizaron grandes recursos en abastecer las bandas armadas que a pesar de todo no pudieron levantar cabeza y finalmente fueron exterminadas en 1965.
Durante ese año fue neutralizada la mayoría de las infiltraciones de mercenarios, en las que se calcula intervinieron más de cien agentes de la CIA y se realizaron numerosos ataques desde aviones y lanchas rápidas contra objetivos económicos en las costas, las ciudades y buques extranjeros que comercializaban con la Isla, así como contra naves pesqueras cubanas.
Además, en el año 1962, los Órganos de la Seguridad del Estado neutralizaron más de cincuenta redes de espionajes y espías independientes.
Pero el golpe definitivo a los planes de alzamiento y otras acciones terroristas quedaron propinados con la desarticulación de las organizaciones contrarrevolucionarias dirigidas directamente por la CIA, como Frente Unido Occidental (FUO), en Pinar del Río y en las provincias de La Habana, Matanzas, Las Villas; y otras estructuras atendidas directamente desde la Base Naval de Guantánamo.
La Operación Mangosta tuvo que ser desechada finalmente por un acontecimiento inesperado para los estrategas estadounidenses: la Crisis de Octubre, por la existencia en la Isla de cohetes atómicos soviéticos de alcance intermedio, establecidos por acuerdo de Cuba y la URSS, debido entre otros motivos, a los planes de invasión de EE.UU.
Desde entonces prima la versión imperialista de la presunta culpabilidad de Cuba y la URSS por poner al mundo al borde de la extinción. Más de treinta años después en la década de 1990, fueron desclasificados por Washington los detalles y planes de la Operación Mangosta, que prueban las razones defensivas para disuadir la agresión mediante la instalación de los cohetes.
La Operación Mangosta no es un curioso y a veces olvidado vestigio de la Guerra Fría, sus principales preceptos sirvieron de plan maestro sobre el que se construyó en los siguientes casi 60 años, la política agresiva de sucesivas administraciones estadounidenses contra la Isla que actualmente tienen plena vigencia. (Fuente: ACN)