Foto tomada de PL
Siete décadas después de que un grupo de marineros estadounidenses borrachos profanaran la estatua de José Martí en el Parque Central de La Habana, mercenarios al servicio de Washington dañaron bustos del Héroe Nacional de Cuba.
Ambos ultrajes reflejaron irrespeto por uno de los artífices de las luchas por la independencia de la nación caribeña y un antiimperialista claro, pero a pesar de la distancia en el tiempo y las diferentes condiciones del país, las dos recibieron el rechazo del pueblo.
El 11 de marzo de 1949 tres marineros de la flotilla encabezada por el portaviones Palau intentaron escalar la estatua del llamado Apóstol de la independencia, ubicada en el Parque Central, y uno de ellos llegó incluso a sentarse sobre su cabeza y emplearla como urinario.
El hecho suscitó una reacción inmediata de los habaneros, quienes trataron de tomar la justicia por su mano y propinar una golpiza a los ejecutores, a quienes la intervención de la policía les salvó la vida.
Al día siguiente, la plaza capitalina donde tuvieron lugar los sucesos se llenó de público, en un acto de desagravio al héroe donde intervinieron estudiantes, obreros e integrantes organizaciones de izquierda.
Los profanadores, sin embargo, no fueron castigados, sino que bajo la protección del gobierno del presidente Carlos Prío (1948-1952) lograron marchar a su embarcación, donde permanecieron hasta su regreso a Estados Unidos.
Siete décadas después, en la madrugada del 1 de enero de 2020, tres ciudadanos cubanos vertieron sangre de cerdo sobre bustos de José Martí y carteles dedicados a los próceres de la Revolución cubana.
La acción fue promovida y financiada desde Estados Unidos y para llevarla a cabo los mercenarios no acudieron al alcohol, como los marines norteamericanos, sino a las drogas, como declararon a las autoridades tras su arresto y en el juicio celebrado en diciembre pasado.
Las pruebas, no obstante, ya eran públicas, pues el dinero recibido por Panter Rodríguez, Yoel Prieto y Jorge Ernesto Pérez también respaldaba la publicación de un video sobre el ultraje en las redes sociales.
Se les acusó por los delitos de difamación de las instituciones y organizaciones y de los héroes y mártires, así como de daños a bienes del patrimonio cultural, con condenas que oscilaron desde los 15 años a uno de privación de libertad.
Sin embargo, fue el rechazo público, expresado espontáneamente por la ciudadanía en actos realizados en comunidades y centros de trabajo, la primera sanción para los nuevos profanadores.
Cuba denunció en numerosas ocasiones las tentativas de subversión financiadas desde Estados Unidos, las cuales incluyen el ultraje a los símbolos patrios como una de sus acciones.
El mismo irrespeto y origen en 1949 y en 2020 encontró hasta ahora igual respuesta de los cubanos. (Tomado de PL)