Obelisco de los habitantes de Remanganaguas en nombre de todos los hijos de Cuba.
Por: Yilian González Salgado
Si me preguntan hoy dónde está Remanganagua yo digo con fuerza que está en toda Cuba. Vamos a redimirla, su visión, su versión y la misión que le otorgó el destino de guardar en sus entrañas las vísceras y el corazón del Presidente Martí. Tal vez esa genialidad natural sea el sólo motivo que encumbra a Remanganagua en los sitios más cimeros de Cuba, pero no el único que la hace grande.
Hace casi un año yo traté de que un algarrobo y un cementerio hablaran del apóstol, porque es el delito de la mudez el que se paga con la pena de muerte de la palabra. Entonces, hasta las piedras hablaron del Martí que está allí, y toma café cada mañana con los guajiros del lugar.
El cementerio es un lugar oscuro, pero su casa alumbra, un pequeño obelisco se levanta en su centro, piedras y mármol, se erige un patrimonio. Y es que en la sombra de un lugar olvidado, donde los muertos comunes y pobres de la tierra reposan junto al muerto más vivo, se emite tanta luz que ciega al incrédulo que todavía no entiende que creer, es algo más que imaginar.
Fue el apóstol quien dijo también que Existe la necesidad racional de dudar, pero sobre ella está la más importante y viva y victoriosa de creer. Yo creo en Remanganagua, y no sólo porque me dio un tema de tesis, sino porque además es un lugar donde el maestro vive, cuando ellos mismos sólo sobreviven.
Este 20 de mayo se cumple un año más del primer entierro de nuestro héroe nacional en el Remanganagua de mi Contramaestre, HOY, desde La Habana yo saludo a Felicia, la nieta del reconstructor del ataúd de Martí y esa es otra historia larga y saludo a todos los martianos de Cuba que creen en el calvo de los ojos glaucos que me susurró al oído hace un año en el cementerio de ese lugar olvidado, que la palabra NO es para encubrir la verdad, sino para decirla.....HOY no hablo por él pero SI por ellos, y estas fotos pudieran ser mi más modesto homenaje en este día, tan distante de esa realidad que un día fue la mía.
Nunca viví en Remanganagua, pero como Martí tomé café y conversé con su gente, que sólo piden desde su estridente silencio una tumba más digna para el apóstol.