Frank o David (nombre de guerra) demostró con creces su valentía. Foto: Archivo/RHC
Por Jorge Wejebe Cobo
En la mañana del 30 de julio de 1957, las calles de Santiago de Cuba estaban tomadas por el ejército y la policía que competían entre sí en la búsqueda de revolucionarios, y en el Callejón del Muro ultimaron a balazos a Frank País García, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de julio, y su compañero de lucha Raúl Pujol Arencibia.
Ellos estaban refugiados en la casa de Raúl, cerca de ese sitio, y una delación puso a los sicarios en la pista. Cuando ya era inminente el registro del inmueble lograron burlar el cerco policíaco, pero mientras caminaban fueron interceptados e identificados por un antiguo condiscípulo de Frank, en ese momento casquito, y vilmente asesinados en plena calle.
Al conocer la noticia de su muerte, el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó: “¡Qué bárbaros, los cazaron en la calle cobardemente, valiéndose de las ventajas que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino! ¡Qué monstruos, no saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado!..”
A pesar de la fuerte represión que existía, el entierro se convirtió en una doliente y combativa manifestación en Santiago de Cuba, y muchos acompañaron a la estoica madre, Doña Rosario, y a su novia América Domitro, quien antes de partir el cortejo cambió el traje blanco de Frank por el uniforme verde olivo.
Quiso la fatalidad que exactamente un mes antes de su muerte, el 30 de junio de 1957, su hermano Josué, combatiente clandestino, fuera ultimado a balazos cuando enfrentaba a la policía en la ciudad.
En esa ocasión Frank escribió estos versos: “Cuánto sufro el no haber sido / el que cayera a tu lado. / Hermano, hermano mío, / qué solo me dejas, / rumiando mis penas sordas / llorando tu eterna ausencia”.
Esos sentimientos por Josué ofrecen una visión de la sensibilidad del joven, que con solo 22 años ya era uno de los dirigentes más buscados por los esbirros del régimen de Fulgencio Batista, sobre todo desde el alzamiento del 30 de noviembre de 1956, el cual organizó en apoyo al desembarco del yate Granma.
Frank después de enfrentarse a tiros con la policía, solía sentarse ante un piano e interpretaba armonías conocidas de su formación religiosa, que tuvo desde de niño a través de su padre Francisco País, pastor protestante y emigrante español, quien murió prematuramente, y la madre Doña Rosario se creció para encarar sola la educación de los tres hijos.
Sus años de estudios en la Escuela de Maestros Normales de Santiago de Cuba acabaron de conformar el ideal patriótico de Frank y su repulsa a la dictadura, que se puso de manifiesto el 26 de julio de 1953, cuando quiso ayudar a los asaltantes y mostró sus simpatías con su línea insurreccional.
Se graduó en 1954 como maestro y fundó la organización Acción Revolucionaria Oriental (ARO), junto a Pepito Tey y otros amigos, para asumir la lucha armada como método de combate, iniciativa que integró al movimiento 26 de julio en cuanto conoció a Fidel en 1955 y lo reconoció como el indiscutible líder del proceso revolucionario.
En febrero de 1957 subió a la Sierra Maestra y se entrevistó con el Comandante en Jefe para acordar las acciones. En marzo envió alrededor de 50 combatientes, uniformados y armados conocidos como el refuerzo del Marabuzal, que fortalecerían el núcleo del Ejército Rebelde, en fase de consolidación.
Durante los meses posteriores la tiranía incrementó los cercos en Santiago de Cuba contra los combatientes encubiertos que tenían en jaque a las fuerzas represivas, a pesar de las condiciones difíciles de su lucha en una urbe de poco más de 100 mil habitantes y con cerca de 10 mil efectivos de la tiranía que incluían soldados, policías, marina y colaboradores secretos conocidos como chivatos.
Sin embargo, Frank consideró hasta el último momento que su deber estaba al frente del trabajo encubierto y político en la ciudad, donde llegó a consolidar, además de las acciones armadas y el apoyo a la guerrilla, un amplio movimiento cívico con sectores populares y una amplia representación de clase media, organizaciones sociales, de mujeres y profesionales.
Con el seudónimo de David realizó esa encomiable labor, sus convicciones se crecieron cada día y su valentía, resolución y entereza lo convirtieron en un líder.
Hoy, en una colina desde la que se contempla su heroica Santiago, se alza un monumento a su memoria, con su uniforme verde olivo, el brazalete del 26 de julio y un fusil empuñado, como símbolo del acompañamiento a las nuevas generaciones de patriotas que continúan y defienden su obra, a la que dedicó su vida. (Tomado de ACN)