Por: Pedro Martínez Pírez
La decisión del gobierno de Nicaragua de abandonar la llamada Organización de Estados Americanos, OEA, confirma la crisis de una institución que fue definida por el Canciller cubano Raúl Roa García como el Ministerio yanqui de Colonias.
La decisión de Nicaragua se produce luego de que la OEA, dirigida por el desacreditado Luis Almagro, negara su reconocimiento a las elecciones celebradas el 7 de noviembre en la Patria de Sandino las cuales dieron el triunfo a Daniel Ortega.
No sorprende para nada la decisión de la OEA y de Luis Almagro, quienes provocaron el golpe de estado contra el líder boliviano Evo Morales.
El Presidente de Cuba, ingeniero Miguel Díaz-Canel, consideró que Nicaragua daba otra vez lecciones de soberanía y dignidad, valores escasos en estos tiempos, al adoptar la valiente decisión.
El canciller cubano, Bruno Rodríguez, agregó por su parte que el anuncio del gobierno de Ortega de retirarse de la Organización con sede en Washington, constituye una digna y firme respuesta a las maniobras de Luis Almagro, en contubernio con Estados Unidos, para intentar interferir en las decisiones que competen al pueblo nicaragüense.
Cuba, que fue expulsada de la OEA en 1962 e invitada en 2009 a reincoporarse a esa organización manejada por Washington, rechazó cualquier retorno a la tristemente célebre Organización de Estados Americanos, y dedicó sus esfuerzos a la creación de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que no incluye a los Estados Unidos en su seno.
Antes de la decisión de Nicaragua de separarse de la OEA, se produjo la de Venezuela. Es decir que son tres los países que desde El Caribe, Centroamérica y Suramérica, rechazan a una organización que desde su surgimiento en 1948 ha estado al servicio de la política yanqui hacia Nuestra América.