Foto tomada de Habana Radio
Unas 30 horas, ese fue el tiempo que necesitó el genio de la Física, el alemán Albert Einstein para dejar su huella en Cuba, el 19 de diciembre de 1930.
El creador de la Teoría de la Relatividad y premio Nobel de Física de 1921, llegaba a la isla como parte de un viaje iniciado 17 días antes en la ciudad de Amberes, Bélgica, y cuyo destino era la urbe de San Diego, en la costa estadounidense del Pacífico.
Cuentan que lo primero que hizo cuando llegó a La Habana a bordo del vapor Belgenland, acompañado por su esposa Elsa Einstein, fue ir a comprar un sombrero.
Según relatos de la época, el considerado científico más importante, conocido y popular del siglo XX, aturdido por el sol caribeño, adquirió la prenda en la tienda El Encanto, la más lujosa de La Habana.
“Los dueños del establecimiento tuvieron la delicadeza de obsequiarle el mejor jipijapa (sombrero típico cubano), y solo pidieron al visitante que accediera a posar para un retrato en el estudio fotográfico del centro comercial”, precisa el texto ‘Las 30 horas de Einstein en Cuba’, de José Altshuler.
Tomada la foto, comenzaron las actividades acordadas con el profesor, en un programa que no incluyó la visita a la Universidad de La Habana, pues, convertida en centro de la rebeldía popular contra la dictadura de Gerardo Machado (1925 -1933), estaba clausurada indefinidamente por decreto presidencial.
El visitante tuvo una breve estancia en la Secretaría de Estado, asistió al homenaje que le tributaron en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, tuvo un encuentro con la comunidad hebrea cubana, y un paseo en automóvil, que él mismo solicitó para conocer más la ciudad y sus alrededores.
De igual forma, en ese primer día recorrió los exclusivos Country Club y Havana Yacht Club, un aeropuerto, la Escuela Técnica Industrial, y un asilo de enfermos mentales, además de participar en una recepción preparada por la Sociedad Cubana de Ingenieros.
Extenuado, rehusó la invitación de pasar la noche en el Hotel Nacional, a punto de inaugurarse, y prefirió dormir en el vapor Belgenland, atracado en la rada habanera.
Al siguiente día, el científico pidió al ingeniero José Carlos Millás conocer la “otra cara” de la capital, y así llegó hasta solares y cuarterías de La Habana Vieja, tiendecitas modestas.
La experiencia quedó registrada en su diario de notas: “Clubes lujosos al lado de una pobreza atroz, que afecta principalmente a las personas de color”.
Cerca de las 13:00, hora local, del 20 de diciembre, el buque Belgenland abandonaba el puerto habanero.
El periódico ‘El Heraldo de Cuba’ así lo señaló: “El sabio alemán que niega la prolongación al infinito de dos líneas paralelas entre sí, fue huésped ayer de nuestra capital”.
En el Libro de Oro de la Sociedad Geográfica, Einstein escribió: “La primera sociedad verdaderamente universal fue la de los investigadores. Ojalá pueda la generación venidera establecer una sociedad económica y política que evite con seguridad las catástrofes”.
El profesor, nacido en la ciudad alemana de Ulm el 14 de marzo de 1879, y fallecido en Princeton, Estados Unidos, el 18 de abril de 1955, con sus teorías reformuló el concepto de la gravedad. (Tomado de Prensa Latina)