Cumbre de Panamá en el 2015
por Osvaldo Rodríguez Martínez
“Una comisión misteriosa se reserva el derecho de admisión”, reveló en 2015 el diario panameño La Prensa al denunciar la “manipulación” de Estados Unidos en el Foro de la Sociedad Civil de la VII Cumbre de las Américas.
La falta de equidad en la selección de estos actores continentales que asistieron al encuentro en Panamá fue la más aguda crítica a los organizadores de la reunión, con opiniones desde el diario derechista hasta las posiciones de múltiples grupos sociales y de izquierda.
Un ejemplo fue la protesta del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano de Puerto Rico (MINH), el cual recibió por escrito, en inglés, la desaprobación de la Red de Derechos Humanos de Panamá, decisión que denunció en un documento al cual tuvo acceso entonces Prensa Latina.
“Me sorprende que, en el mantenimiento de un equilibrio geográfico, temático y de género entre los participantes, se ha excluido al representante de la colonia más antigua del mundo, con la mayor población de personas bajo el colonialismo”, señaló el texto firmado por Wilma E. Reverón Collazo, copresidenta del MINH.
A pesar de que supuestamente el coordinador del foro fue un panameño a nombre de su gobierno, los documentos base para las discusiones tenían el membrete de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Sobre el tema, una de las organizadoras, Magaly Castillo, de la Alianza Ciudadana Pro Justicia, dijo a periodistas que la sociedad civil de Panamá actuaba con “total independencia”, pero en contraposición aseguró que revisaban con la cancillería istmeña los listados de los asistentes y debieron influir para la incorporación de algunos.
EQUILIBRIO EN ENTREDICHO
El supuesto equilibrio en la participación quedó en entredicho por declaraciones del entonces embajador estadounidense en Panamá, Jonathan Farrar, expuestas también por La Prensa de que “traerán una enorme delegación de más de mil personas, algo desproporcionado. Y se comenta que esta cobijará a sectores de la oposición venezolana y cubana”.
No solo fue “enorme”, sino también muy “selecta” la composición de los designados y financiados por Washington, que incluyó a nacidos en Cuba como Félix Rodríguez Mendigutía, el agente de la Agencia Central de Inteligencia que ordenó el asesinato de Ernesto “Che” Guevara, al tristemente célebre Orlando Gutiérrez Boronat y un séquito de presuntos “opositores”.
Los invitados del gobierno norteño fueron hasta el busto del apóstol cubano de la independencia, José Martí, en el emblemático parque Belisario Porras de la capital panameña, para escenificar una provocación frente a la Embajada de Cuba, que fue repelida por patriotas istmeños a los que se sumaron antillanos.
Otra muestra de los manejos de la OEA fue que en las sesiones del Foro de la Sociedad Civil “casualmente” no aparecían todas las credenciales de acceso para la delegación que sí representaba a las organizaciones de la Isla, mientras los convocados por Washington recibieron paso expedito.
“…nos atrevemos a advertir que estamos ante una segura manipulación de los foros de la Cumbre de las Américas”, aseveró La Prensa y denunció que, aunque organizado oficialmente por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá, el encuentro estaba “instrumentalizado” por la política exterior estadounidense.
Sin embargo, otro escenario simultáneo resultó diametralmente opuesto, la Cumbre de los Pueblos, un espacio paralelo sin exclusión que encontró abrigo en la plural Universidad de Panamá, donde se escucharon las voces de quienes la OEA no permitió expresarse en el programa oficial de la cita americana.
CONTRADICIONES EN LA CÚPULA DE EEUU
La VII Cumbre estuvo envuelta en las contradicciones de voceros gubernamentales de Estados Unidos que estaban a favor o en contra de la asistencia de Cuba, porque hasta ese momento las conversaciones para el restablecimiento de las embajadas en ambos países se mantenía en absoluto secreto.
En agosto de 2014, la entonces vicepresidenta y canciller panameña Isabel de Saint Malo informó que invitarían a Cuba a la Cumbre de las Américas, prevista para mayo de 2015, lo cual desató las opiniones y presiones de los sectores más conservadores de la nación norteña.
Tal vez el criterio más cercano al centro gubernamental lo emitió el 4 de diciembre de 2014 Jennifer Psaki, quien era la vocera del Departamento de Estado y al parecer evaluó la decisión como un atrevimiento de los istmeños:
“Nuestro parecer es que todos los gobiernos participantes acordaron un consenso según el cual, citamos, el mantenimiento y fortalecimiento del imperio de la ley y el estricto respeto por el sistema democrático son al mismo tiempo un objetivo y un compromiso compartido y son una condición esencial para nuestra presencia en esta y otras futuras cumbres”.
E insistió: “No deberíamos socavar compromisos hechos previamente, sino alentarlos y ese es ciertamente nuestro esfuerzo por los cambios democráticos necesarios en Cuba para cumplir los requisitos básicos. Pero, por supuesto, esperamos ansiosamente por el día cuando los 35 países de la región puedan participar en el proceso de la Cumbre”
Apenas 24 horas después, la portavoz adjunta Marie Harf desmintió a su jefa y declaró que “la conferencia puede tener credibilidad (con la presencia de Cuba)” y amplió su declaración, al reconocer la prerrogativa de Panamá, como anfitrión, de enviar invitaciones a quienes eligieran.
El resto de la historia es harto conocida, pues en el Istmo se encontraron los presidentes de Cuba y Estados Unidos, Raúl Castro y Barack Obama, respectivamente, para iniciar una etapa de lenta reconciliación interrumpida posteriormente por la administración de Donald Trump (2017-2021), suspensión vigente hasta nuestros días.
¿VUELVEN LAS CONTRADICCIONES?
Cuando se alista una nueva cita continental, esta vez en Estados Unidos, las contradicciones parecieran resurgir, pues tras las declaraciones concluyentes del subsecretario de Estado Brian Nichols sobre la ausencia de Cuba, hubo una tajante posición presidencial.
La vocera de la Casa Blanca, Jennifer Psaki (la misma que en 2014 estaba en igual función en el Departamento de Estado), le correspondió ahora el papel a la inversa y aseguró que “no se han emitido invitaciones hasta el momento”, en un desmentido al funcionario.
Pero tres días después, el viernes 13 de mayo, Psaki se despidió de los periodistas en su última conferencia de prensa en el cargo, el cual ocupó desde la llegada al gobierno del presidente Joseph Biden en enero de 2021. A pesar de su declaración que era el mejor trabajo desempeñado hasta ese momento, la periodista decidió aceptar una jugosa oferta en la cadena MSNBC, según especulaciones, por lo que su salida de la Presidencia deja una interrogante sobre las verdaderas causas. (Tomado de PL)