Ilustración de Fidel
por Ernesto Pérez Shelton
Historias, pasajes y posturas de Cuba, lideradas por su Comandante en Jefe, contribuyeron con creces a que, cariñosa y admirablemente, ganara entre su pueblo el singular apelativo
«Fidel está en el hotel». A pesar de la hora, la noticia se esparció a velocidad supersónica por elevadores, pasillos e instalaciones todas del Habana Libre y se introdujo en las habitaciones. En unos instantes, 420 muchachas y muchachos que integraban la delegación cubana al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes –que tendría su sede en Helsinki–, estuvieron reunidos con el líder de la Revolución en el Salón de Embajadores. Era la madrugada del 4 de julio de 1962.
Ese mismo día, en horas de la noche, Fidel despidió a la delegación en un acto multitudinario en el muelle Luz, donde esperaba anclada la motonave rusa Gruzia. También estaban presentes en el acto algunas delegaciones de Latinoamérica que viajarían al Festival, y varios cientos de técnicos campesinos soviéticos que regresaban a su país después de haber trabajado un tiempo en Cuba.
REUNIÓN ESTRATÉGICA EN EL KREMLIN: RAÚL EN MOSCÚ
El 7 de julio, en el palacio del Kremlin, Nikita S. Jruschov y el mariscal Rodión Malinoski, primer ministro y ministro de Defensa, respectivamente, de la urss, estaban reunidos con mariscales y generales del alto mando. Jruschov planteaba una trascendental misión: «El Comité Central del Partido ha decidido sembrarle un campo de espinas a Estados Unidos: suministrarle a Cuba los cohetes, y tenemos el consentimiento de Cuba».
De lo anterior se podría entender que la operación, de hecho, era lograr una mejor correlación de fuerzas estratégicas con ee. uu. Sin embargo, según lo acordado en La Habana con la dirección cubana, el objetivo esencial de la instalación de los cohetes era proteger la Revolución de una agresión directa del Gobierno estadounidense.
El Comandante Raúl Castro Ruz, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, se encontraba en la capital de la urss con el fin de discutir los detalles de la Operación y el convenio militar.
Desde el inicio de las conversaciones en La Habana, Fidel había planteado hacer público el acuerdo de los misiles, pues este no contravenía la práctica del derecho internacional. Raúl insistía con Jruschov en aquel argumento del Comandante en Jefe, por demás legítimo. El Premier soviético respondió que no se preocupara, que se haría en su momento, y que si se presentaba algún problema, mandarían la flota del Báltico. Tiempo después, el Jefe de la Revolución, recordando el hecho, expresó:
«Nosotros no estábamos pensando que la flota del Báltico fuera a resolver el problema, estábamos pensando en la voluntad soviética, en el poderío soviético, y lo que estaba expresando el líder de la urss era que no había que preocuparse… Es decir, lo que nos protegía a nosotros realmente era la fuerza global de la urss».
Cuba, en agosto de ese mismo año, volvería a insistir en el hecho de hacer público el acuerdo, cuando Ernesto Che Guevara viajó a Moscú con ese reclamo. Sin embargo, la decisión de los soviéticos no varió.
ANADYR: OPERACIÓN MUY SECRETA
El general de ejército Anatoli I. Gribkov tuvo la responsabilidad de planificar la operación, llamada Anadyr por el nombre de la región donde se organizó y preparó la Agrupación de Tropas Soviéticas (ats) escogida.
El hecho no tenía precedentes: reunir y preparar 51 000 soldados, aviadores, marineros, artilleros, tanquistas; y disímiles armamentos, aviones, misiles. Tenían que asegurar todo lo que necesitaría un contingente de esa envergadura para su traslado: no menos de 85 buques de carga, echarlos al mar, garantizar su desplazamiento, una buena recepción, condiciones de trabajo en Cuba y, lo más importante, ocultar la operación y concluirla en cinco meses.
El embarque de tropas y medios bélicos se llevó a cabo por siete puertos ubicados en los mares Blanco, de Barents, Báltico, del Norte y Negro. Esa gran flota realizaría 185 travesías, siguiendo la ruta trazada hasta el Caribe. Al frente de la ats fue designado el general de ejército Issa Alexandrovich Pliev, dos veces Héroe de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Cuando en octubre estalló la Crisis –conocida también como Crisis de los Misiles–, ya estaban en Cuba 42 000 efectivos con sus medios, y la mayor parte del armamento estratégico y su personal.
TROFIN, JOVEN CAMPESINO RUSO DE ORIOL
Es julio de 1962 y la travesía del Gruzia, lleno de jóvenes cargados de esperanzas, no tuvo pocas provocaciones de la aviación estadounidense. A bordo nadie se amilanaba y, con los días, nacía la camaradería entre los delegados. Era frecuente el cruce de la motonave con numerosos barcos rusos de carga que navegaban en dirección contraria; se comenzaron a ver, en pleno Atlántico, en el cruce del Canal de la Mancha, en el mar del Norte y en el Báltico.
Un espectáculo digno de verse eran los intercambios de saludos de las tripulaciones, las señales con banderas, los sonidos de sirenas y las ceremonias de izamientos y arreamientos, según el horario del día, de la bandera roja de la hoz y el martillo. El 22 de julio, en la rada de Leningrado, en espera para el desembarco, un pequeño grupo de delegados cubanos y campesinos rusos compartían fraternos, cuando uno de ellos llamado Trofin –de la zona de Oriol– comentó que, al llegar a Cuba, les llamó mucho la atención que a Fidel lo llamaran: «¡Caballo!» Buscaron en el diccionario y no entendieron nada. Luego conocieron mejor el idioma, el sentir y la manera de ser del cubano, y comprendieron que aquel apelativo resaltaba en él lo extraordinario, sus salidas magistrales y la actuación impecable ante cada situación, por difícil y compleja que fuera. Se trataba de un símbolo: «Fidel es único, la verdad. ¡El Caballo!», concluyó el joven de Oriol, entre exclamaciones y aplausos.
El 26 de Julio se conmemoró en la ciudad de Viborg, cerca de la frontera con Finlandia: miles de soviéticos recibieron a la delegación con vítores y aplausos. En Helsinki, el día 29, fue el desfile de las delegaciones mundiales y el acto de apertura del Festival, en el estadio olímpico. Se esperaban provocaciones por parte de un grupo contrarrevolucionario llegado de Miami, pero los jóvenes cubanos estaban atentos.
Fue así que se produjo el choque: los gusanos con pancartas, gritos y ofensas contra Cuba y la Revolución salen al paso de la delegación cubana, que los enfrentó enérgicamente –hasta con la cámara fotográfica que una muchacha cubana le lanzó a uno de los agresores–. La policía finesa de inmediato arrestó a los provocadores. En el grupo de los valientes jóvenes cubanos estaban, entre muchos otros, Joel Iglesias, jefe de la delegación; Eliseo Reyes, Capitán San Luis; Fernando Vecino, abanderado en el desfile; y Ricardo Alarcón, presidente de la feu. Por la prensa cubana estaban Santiago Cardosa Arias, René de la Nuez –El Loquito– y Osvaldo Ortega, entre otros.
La entrada al estadio fue apoteósica, decenas de miles de gargantas exclamaban al paso de la delegación de la Isla: ¡Cuba! ¡Cuba!, y los cubanos respondían: ¡Fidel! ¡Fidel!
¿MÁS CLARO? EL AGUA
El 23 de octubre de 1962, después de ordenar la alarma de combate que puso sobre las armas a todo el pueblo de Cuba, desde La Habana, se respondía a las amenazas y medidas decretadas por el presidente de ee. uu., John F. Kennedy, contra la nación:
«Si hacen un bloqueo van a engrandecer el país… Nos amenazan con ser blanco de ataques militares… No nos asustan… Si el caso es de ataque directo, lo rechazaremos… Eso debe saberlo el pueblo: tenemos los medios para rechazar el ataque directo, ¿más claro?, el agua».
Así sentenció Fidel, Comandante en Jefe de la Revolución Cubana.
Los hechos que se desencadenaron en ese momento difícil de la historia mundial dieron lugar a la conocida Crisis de Octubre. En aquel momento de tensión internacional resaltaron los cinco puntos propuestos por la dirección cubana, que incluían el cese de todo tipo de agresiones y la devolución del territorio ocupado por la Base Naval en Guantánamo. La posición de Cuba, liderada por Fidel, demostró una vez más lo cierto del apelativo al que hizo referencia aquel joven llamado Trofin, pues la hidalguía y el genio del Comandante en Jefe brillaron en lo más alto: ¡El Caballo! (Fuente: diario Granma)