Hoy, Cuba mantiene el control sobre la poliomielitis. Foto: Anabel Díaz Mena
Por: Pedro Ríoseco
Hasta 1959, en Cuba la poliomielitis era un mal endémico que dejaba cada año a unos 300 menores sufriendo de parálisis, luego de contraer la enfermedad. Pero fue Cuba, justamente, el primer país de América en eliminar la dolencia para que los niños sonrieran y las familias los vieran crecer sanos.
Esta enfermedad apareció en la Mayor de las Antillas a finales del siglo XIX, y desde 1932 a 1962 se contaron 413 000 infectados y 430 fallecidos. El padecimiento que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), azota al mundo hace 3 000 años, y que de cada 200 infecciones produce parálisis irreversibles, sobre todo en las piernas, registró en el territorio nacional cinco grandes picos epidémicos, en los años 1934, 1942, 1946, 1952 y 1955.
Ante la peligrosidad de la poliomielitis, –cuya letalidad la OMS sitúa entre un 5 % y un 10 %–, la voluntad política de la naciente obra de la Revolución no perdió tiempo. Desde agosto de 1962, Cuba se movilizó y puso en el enfrentamiento a unos 100 000 miembros de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), con el propósito de realizar un censo de la población a vacunar, que en aquel momento estaba compuesta por los niños desde un mes de nacidos hasta los 14 años de edad.
La Federación de Mujeres Cubanas trabajó con las madres y los niños, mientras que en el apoyo en zonas rurales desempeñó un importante papel la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños. A ello se unió una amplia información de la estrategia en los medios de prensa.
Se desplegó, entonces, la primera campaña de vacunación ante ese flagelo, con el objetivo general de controlar la incidencia de la enfermedad y, como específico, inmunizar con dos dosis de vacuna antipoliomielítica a 2 567 803 niños menores de 15 años, que eran el 35 % de la población total del país. Se inmunizaron 2 216 022 niños menores de 15 años, para una cobertura del 86,2 %.
Varios países participaron en esa inicial batalla, entre ellos la antigua Unión Soviética, que brindó a nuestra nación las vacunas necesarias, así como la ayuda técnica de la entonces Checoslovaquia, a través del doctor Karen Sacek y los Laboratorios de Virología del Instituto de Epidemiología y Microbiología de Praga, donde se realizaron los primeros estudios serológicos.
Ese trabajo lo continuaría el doctor Pedro Más Lago, en el Instituto Nacional de Higiene, y más tarde en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí. Él y su colega Helenio Ferrer, el primer director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, fueron dos científicos que dedicaron un esfuerzo extraordinario a este empeño.
La introducción de esta vacuna marcó el comienzo de los estudios virológicos en Cuba, cuyo pionero, el doctor Más Lago, fue el encargado de garantizar el esquema de vacunación vigente en el país, que nació de esas investigaciones.
Así surgió la primera Jornada Nacional de Vacunación. Su concepción, su ideología, sus instrumentos y su metodología sacudieron al mundo.
La erradicación de la poliomielitis –la certificación se recibió por la Organización Panamericana de la Salud en 1995– junto a la eliminación de la viruela y de la fiebre amarilla, fue un resultado de alto valor humano, sanitario, político, económico y social.
Desaparecía el drama humano de muerte e invalidez de centenares de casos cada año y el sufrimiento de muchas familias, a un costo bajo, con notable repercusión social. Como hace 60 años, Cuba sigue en la vanguardia en la vacunación de toda su población para protegerla, con el esfuerzo creador de sus científicos.
Ya en 2022, se realizó entre marzo y mayo, la campaña antipoliomielítica de este año, en medio de la COVID-19, el recrudecimiento del bloqueo y la crisis multisistémica del mundo. Seis décadas después, Cuba no se detiene, avanza, resiste y vence en bien de su pueblo.