La Bayamesa. Imagen:Archivo/MC
por Liz Arianna Bobadilla León
Como una deidad africana que emerge ante los cantos de sus devotos, La Bayamesa experimentó siete vidas entre los pentagramas de Cuba, todas ellas conectadas por el hilo del sentimiento patriótico, la sangre y la libertad.
Al conmemorarse el aniversario 154 de escucharse por primera vez el Himno Nacional cubano -La Bayamesa-, es preciso recordar el trayecto de este canto para convertirse en símbolo y de aquellos que marcaron el tejido cultural del país caribeño.
HIMNO DE BAYAMO
Compuesta por Pedro Figueredo e instrumentada por Manuel Cedeño, la canción de batalla adoptada como himno -tercero en orden cronológico-, se escuchó por primera vez el 20 de octubre de 1868, hecho tomado como fundamento para declarar esta fecha como Día de la Cultura Cubana, según apuntó el musicólogo Jesús Gómez Cairo.
Pero resulta que esta obra, tal como la conocemos en la actualidad, es consecuencia de un proceso de renovación, perfeccionamiento y adaptación, que tuvo la partitura de Figueredo como piedra angular y el toque mágico de destacados artistas.
Precisamente en esa trayectoria evolutiva (1868-1912) se enmarcan cuatro de las vidas de La Bayamesa, pues la pieza original del patriota desapareció con el incendio de la ciudad de Bayamo, el 12 de enero de 1869, cuando los habitantes de esa urbe ubicada al oriente de la isla decidieron quemar sus hogares antes de rendirse.
En esa ocasión quedó destruido cualquier vestigio de documento alusivo a la música original del también conocido como Himno de Bayamo; empero, los mambises continuaron cantando la canción en la manigua y campos de batalla, reseña el libro Breve historia del Himno Nacional de Cuba, escrito por Gómez Cairo.
Y como ave fénix emergió de las cenizas entre la tradición oral del pueblo hasta trascender las fronteras y formar parte de la banda sonora de los patriotas radicados en otras latitudes, lo cual permitió al músico Emilio Agramonte plasmar nuevamente las notas en papel, a solicitud del Héroe Nacional de Cuba, José Martí.
Cuando Martí conoció esa Bayamesa, quedó impactado con ella de tal manera que encargó a un músico cubano hacer una transcripción y publicarla, y fue su manera de enaltecer este himno de lucha, cuyas melodías sonaron por primera vez el 11 de junio de 1868, recordó el experto.
El proyecto de recuperación de la pieza salió a la luz en el número 16 del periódico Patria, el 25 de agosto de 1892 en Nueva York (Estados Unidos), y, de ese modo, su difusión alcanzó otros territorios de América y Europa, aunque presentaba algunas variantes en sus notas y versos.
Transcurrieron algunos años y a finales de 1898, el director de banda José Antonio Rodríguez Ferrer fue comisionado para armonizar, orquestar e interpretar La Bayamesa, relató el Premio Nacional de Música 2018 en conferencia magistral desde la Sociedad Cultural José Martí, en esta capital.
De acuerdo con el musicólogo, en esta ocasión suena la composición con adecuaciones armónicas e incluye una introducción instrumental “a modo de diana de vibrante estilo marcial”, para lograr el efecto de llamada de clarín, lo cual ocasionó un gran impacto emotivo en los patriotas.
Pero el camino no terminó ahí, bajo la batuta de Guillermo Tomás se escuchó -otra vez- a inicios del siglo XX, durante la Convención Constituyente, donde fue declarada La Bayamesa como símbolo de la isla y se formalizó la bandera de la estrella solitaria como enseña nacional.
Aunque estas manos rubricaron aportes significativos a la obra, el ciclo de La Bayamesa carecía de su punto de origen hasta que en 1912 apareció una partitura hecha por Figueredo en unos festejos en la finca Santa María de Camagüey (1869), conservada por Adela Morel, quien entregó el documento a la colección del Museo Nacional, más tarde Palacio de Bellas Artes.
Debido a la aparición de esta partitura, luego de los arreglos legados por excepcionales intérpretes, es considerada actualmente como un guion músico-literario, pues el Himno Nacional es resultado del proceso creativo que tuvo como génesis esta composición de Figueredo.
“Es importante destacar el rol de Morel como albacea de la partitura original que permitió conservarlo hasta la actualidad”, señaló Gómez Cairo, director del Museo Nacional de la Música, entidad que atesora dicho documento, al tiempo que ponderó las acciones de Rodríguez Ferrer y su labor como músico en la configuración definitiva del himno.
Definitivamente esta Bayamesa es una “obra musical literaria de extraordinaria belleza artística, conmovedora de los más profundos sentimientos patrióticos”, que insta “a los cubanos de todos los tiempos a emular las acciones de “aquellos heroicos”. (Tomado de PL)