Kirenia Sosa Díaz, en el proceso de inoculación de la mosca Eucelatoria. Imagen: diario Granma
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¿Qué me dirá el Presidente? ¿Qué me preguntará? ¿Qué querrá saber? Esas fueron algunas de las interrogantes que, en un santiamén, le revolotearon en la mente a Yaquelín Pereira Sánchez, mujer de campo, de una comunidad cañera del municipio de Ciro Redondo: Cacahual.
Cuando uno conoce su historia de 30 años de trabajo en el Centro de Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), perteneciente a Azcuba; que dirige como con una varita mágica en tiempo de escaseces, se da cuenta de que su prestigio lo ganó con el ejemplo, sin detenerse por los
obstáculos.
Fue en junio pasado, en un seminario que agrupó a más de un centenar de especialistas del sector cañero y analizó los principales problemas y desafíos del sector. Contó, además, con la asistencia de académicos, científicos y otros expertos vinculados con el ramo, buena parte de ellos mujeres brillantes. «Entró el Presidente al resumen de zafra
–rememora–, al cual nos había invitado, y yo, con la vergüenza reflejada en el rostro, porque quienes teníamos alguna responsabilidad con el cañaveral, con la zafra, no habíamos cumplido el plan de azúcar. Aunque mi colectivo se dedica a producir “bichitos”, hongos…, una no deja de sentirse responsable», expresó.
«El central, al que también quiero y siento como mío, no había molido en las últimas tres zafras por problemas de sincronización con la bioeléctrica, y por otras razones. En el salón no se oía ni el vuelo de una mosca. Yo, que tengo un oído crónico para eso, acostumbrada a escucharlas durante casi todo el día, por la naturaleza de mi trabajo. Pero él supo conducir el encuentro, y pronto nos convertimos en una gran familia. Cuando me presenté recibí la primera sonrisa, y eso fue un bálsamo.
«Le expliqué a lo que nos dedicábamos y él, atento a cada palabra, nos dijo que, en tiempo de escaseces, era muy importante la producción de entomófagos (insecto que se alimenta de otro) y entomopatógenos (microorganismo que es capaz de causar una enfermedad al insecto plaga, conduciéndolo a su muerte después de un corto periodo de incubación). «También preguntó por mi grado de escolaridad, cuándo habíamos comenzado a poner en práctica lo de los colectivos labores y las ventajas de esta nueva forma de organización del trabajo».
Ella le explicó que era ingeniera agroforestal, «graduada cuando la Tarea Álvaro Reinoso. Referente al colectivo laboral le hablé de nuestra experiencia, de lo bueno de la idea de su creación, pues nos daba más autonomía y, aunque en nuestro centro siempre se ha trabajado con mucho amor, ahora lo del colectivo vino a unirnos mucho más, a sentir que nos ayudamos entre todos en las diferentes labores. Para la pequeña delegación avileña fue un día de aprendizaje».
COLECTIVO LABORAL: FUENTE DE AMOR Y TRABAJO
Desde que se traspasa el umbral del CREE, en áreas del central Ciro Redondo, rodeado de sembradíos de caña y aledaño a la comunidad de Villa, a unos 28 kilómetros de la ciudad capital, es evidente que se ha llegado a una «tacita de oro»; aunque allí también afloran las espinas por las carencias cotidianas, causadas por el recrudecido bloqueo, para producir este o aquel hongo o insecto, que más tarde hará el bien a la producción cañera, tan deteriorada en los últimos años.
El desarrollo cañero de hoy se sustenta en la aplicación intensiva de la ciencia y la innovación, incluida la búsqueda de alternativas, desde lo endógeno, en la fabricación de fertilizantes orgánicos, bioplaguicidas y organominerales; elementos que aún se obtienen en cantidades insuficientes para cubrir las demandas actuales. Pero en ese centro producen a máxima capacidad y, precisamente, es una puerta abierta a otros sectores, como el de la agricultura.
«En el grupo de los entomopatógenos, que preparamos bajo estrictas normas sanitarias, están, entre otros, el bacilo Thuringiensis, enemigo mortal de las larvas de lepidópteros (mariposas). En la reproducción de entomófagos tenemos el Tetrastichus, destructor de los gusanos que se alimentan de la mazorca del maíz y las hojas de la col; o la Trichogramma, una avispita que, liberada en los campos de yuca, aniquila a las primaveras, orugas grandes y gruesas que desfolian ese cultivo», argumenta Yaquelín Pereira.
La ingeniera agroforestal Olemis Vega Guillén –también graduada cuando la Tarea Álvaro Reinoso, y con 27 años de experiencia en el mismo lugar–, especialista en producción de caña y jefa de Control de la Calidad en el CREE, refiere que en el colectivo laboral tienen muchas expectativas, algunas de las cuales han ido cumpliendo. «El salario medio, por ejemplo, mejoró de unos 3 000 a unos 7 500 pesos, porque nosotros tenemos la posibilidad de manejar los gastos y los ingresos; lo repartimos entre el colectivo de 17 trabajadores, 14 mujeres y solo tres hombres».
Y como para reforzar lo del sentido de pertenencia, Olemis Vega afirma: «Una se enamora de los CREE. Es un trabajo que no tiene día ni horas, llueva, truene o relampaguee, bajo ciclón, días feriados y carnavales hay que venir, porque trabajamos con seres vivos y hay que cuidarlos».
Los CREE se alistaron hace muchos años –cuando Azcuba era del Minaz– para producir la mosca Lipsofaga (Lixophaga diatraeae Townsend), que parasita la larva del bórer y reduce los índices de infestación en la caña de azúcar, pero después diversificaron la producción hacia otros entomófagos y entomopatógenos, que hoy comercializan con varias empresas de la provincia.
Aclara que quienes usan los medios biológicos tienen que ser muy responsables; tener una disciplina férrea durante su aplicación, como mochilas limpias, que haya humedad en el suelo; preferiblemente aplicarlos en horas de la tarde para que trabajen toda la noche y la mañana, antes que los rayos del sol incidan sobre los sembradíos. «Nosotros capacitamos a todo el que lo pida, pero todavía hay mucha indisciplina en el campo, y eso va en contra de la efectividad de la aplicación.
«Al año producimos cuatro millones de moscas y liberamos 3 200 000, porque dejamos hasta un 20 % para el reciclaje del pie de cría. Es posible proteger más de 26 hectáreas con dos aplicaciones».
TODAS LAS UNIDADES
Todas nuestras unidades productoras utilizan la mosca para el control del bórer de la caña y de la palomilla del maíz.
Otras empresas, como la Arnaldo Ramírez, que produce casi todos sus entomófagos y entomopatógenos, y la Empresa Agropecuaria Cubasoy, una de las más grandes del país, dedicada en lo fundamental al cultivo de la soya, frijoles, maíz, viandas y hortalizas, también emplean las producciones del CREE de Ciro Redondo.
El trabajo es constante, sin teléfono a mano, sin Whatsapp, para que haya rendimiento en el trabajo y las producciones salgan con calidad y se conviertan en millones de individuos que inundan los campos.
Mientras Kirenia Sosa Díaz inocula las moscas, Yailene Aguilera Rodríguez pesa las crisálidas para la inoculación del Tetrastichus, que después parasitará la avispita y dará origen a 200 individuos por cada crisálida, algo así como una cadena productiva que no se detiene.
Todavía hay productores que prefieren los agrotóxicos –no amigables con el medioambiente– y dan la espalda a las producciones de los CREE; sin embargo, las especies que se consideran plagas interactúan con los insectos benéficos, permitiendo un equilibrio biológico que, en condiciones naturales, es decir, en los cultivos, propician el control de dicha plaga, dejando solo un pequeño umbral de daño tolerable, que no supone grandes pérdidas.
A sabiendas de que los agroquímicos escasean, este colectivo piensa en grande sobre la producción y uso intencionado de otras alternativas, a la vez que estudia e investiga el manejo de las plagas, el uso del hidrato de cal, la tabaquina, extractos acuosos del árbol del nim, además del empleo de la cardona, trampas repelentes y otras alternativas que los productores conocen y que fortalecen el efecto de los bioplaguicidas. (Tomado del diario Granma)