Cuba: Sergio del Valle, tus lecciones y ejemplo perduran

Editado por Maria Calvo
2022-11-18 05:37:48

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Sergio del Vale Jiménez. Collage:MC

por Nelson Domínguez Morera (Noel)*

En la aleccionadora reflexión del Comandante en Jefe Fidel Castro sobre Sergio del Valle Jiménez hace 15 años, pródiga en vivencias y hechos históricos, el líder de la Revolución cubana destacaba que las lecciones y ejemplo de este revolucionario íntegro perdurarán.

En el escrito del 16 de noviembre de 2007, Fidel Castro (1926-2016) aludió a los hechos excepcionales vividos por ambos, primero en las montañas donde el Ejército Rebelde conquistó el triunfo el Primero de Enero de 1959, después, en 1962, durante la Crisis de Octubre, y en otros momentos memorables.

Sergio del Valle Jiménez (15 de abril de 1927-15 de noviembre de 2010) fue un combatiente revolucionario cubano, capitán del Ejército Rebelde y tras la victoria de Revolución, general de división de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Se desempeñó como jefe del Estado Mayor General, ministro del Interior (1968-1979) y ministro de Salud Pública (1979-1986); asimismo fue fundador del Partido Comunista e integrante de su primer Comité Central. Por su relevante hoja de servicios, recibió el título de Héroe de la República de Cuba.

Valiéndome de los cánones establecidos por el Invencible, intentaré referirme solo a dos o tres lecciones que aún sin proponérselo, Sergio del Valle nos traspaló.

Corría el año del triunfo revolucionario, específicamente el 7 de diciembre de 1959; todo era dicha y alegría desbordada, y estábamos aún semiorganizados en las milicias estudiantiles del 26 de Julio.

Estas milicias ocuparon la Escuela Profesional de Comercio de La Habana y su Asociación de Estudiantes, así como el Instituto de La Habana, además, voluntariamente se asociaba a las incipientes formaciones de la Policía Revolucionaria para mantener el orden público.

Nos tocó cubrir la entrada del Capitolio Nacional, la inmensa cola que se había establecido para acceder al salón de los Espejos o el Hemiciclo, no recuerdo bien, donde se rendiría homenaje a Antonio Maceo (1845-1896), el Titán de Bronce, quien fuera uno de los jefes mambises.

Cuál no sería la sorpresa al detectar dentro del lugar, aún con melena y barba, de uniforme limpio pero desaliñado, a un miembro del Ejército Rebelde que identifiqué como el recién nombrado jefe del Estado Mayor de dicho cuerpo, el capitán Sergio del Valle Jiménez, uno de los designados para exponer discurso en dicho acto.

Tenía más de dos cuadras de entusiasta público delante de él y no fue fácil convencerlo de que debía salir a la tribuna a fin de cumplimentar la misión que se le había estipulado.

CON INFINITA MODESTIA

Recién nombrado como ministro del Interior en 1968, se impuso recorrer una por una todas las unidades y/o departamentos de las disímiles direcciones que lo integraban, y en varias ocasiones con infinita modestia.

Y casi inaudiblemente comentaba: Fidel me indicó que debía lograr un Ministerio del Interior (Minint) más eficiente… Para agregar de inmediato muy quedo y cuasi justificativo: No es que anteriormente no se hubieran hecho esfuerzos y logrado resultados…

En uno de esos andados, en la Dirección de Contrainteligencia, dos jefes de Departamentos argumentaban apasionadamente en su presencia el ámbito de algunos sectores de la economía nacional que deberían estar inmersos dentro del contenido de las áreas, reclamándolos para sí de manera contradictoria.

Los razonamientos se dilataban y solían tener sólidos conceptos, dado lo cual a uno de los jefes superiores que integraba la comitiva del ministro, se le ocurrió la áspera idea, sin encomendarse a nadie, de lanzar una moneda al aire en señal de la toma de la decisión, llegando uno de ellos incluso a pedir por la cruz del reverso.

Sergio del Valle saltó de su asiento, intempestivo. De ninguna manera podía admitir eso de dejar tamaña decisión a la suerte de un juego de azar. Dijo que era una falta de respeto a la importancia del caso, y que tomaría una decisión después de asesorarse más al respecto.

Algo poco conocido, aún dentro de nuestras filas de combatientes y oficiales del Minint, es que fuera él -primero con sólidos elementos persuasivos y al no tener los resultados esperados, terminó por imponerlo-, quien exigiera que todos los cuadros de mando tenían la obligación, para poder continuar en sus puestos, de alcanzar un título universitario como licenciado.

Sin pensarlo dos veces, opté por el de Periodismo y me gradué en 1977.

La renuncia a su cargo público de ministro de Salud Pública -antes de la Revolución se graduó de médico obstetra-, que no tenía precedente alguno en la historia de la Revolución después de desempeñarse en dicho cargo desde 1979 hasta 1986, es otro ejemplo de su decencia, nobleza y desinterés altruista.

Gravemente enfermo ya en una casa de descanso en las afueras de la ciudad, insistí con uno de sus yernos en visitarlo para interesarme por su depreciada salud, y otra vez volvió a sorprenderme.

Dime, ¿por fin funcionó bien o no la decisión que tomé en quien debiera atender aquel discutido ámbito de trabajo? Quedé atónito, habían transcurrido más de 18 años y aún lo recordaba; ante mi balbuceo concluyó aleccionador: Nunca es bueno dejar a la suerte cosas trascendentes, aunque nos equivoquemos.

De ahí, el valor y enseñanza de la calificación de Fidel. (Tomado de PL)

* Coronel (r) que ocupó responsabilidades de dirección en la Seguridad del Estado

 



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