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La polémica crece en Estados Unidos por el silencio mediático alrededor del potencial desastre ambiental que provocaría el descarrilamiento de un tren que transportaba sustancias tóxicas en Ohio, mientras los residentes del lugar exigen respuestas.
Aunque en los últimos días la cobertura de la prensa muestra ciertas señales, en la primera semana del accidente apenas ocupó espacios en periódicos y televisoras del país, a juicio de observadores.
Tal desatención generó múltiples especulaciones, desinformación y hasta teorías conspiratorias, incluso resultó nueva munición para los republicanos en contra del gobierno de Joe Biden.
Congresistas como Marjorie Taylor Greene propagaron que la crisis creada con el “globo espía chino” (Beijing dejó claro que el aerostato era civil, no tripulado y dedicado a investigaciones meteorológicas) y otros objetos aéreos derribados fueron “una tapadera” para esconder los sucesos de Ohio.
En tanto, el gobernador demócrata de Pensilvania, Josh Shapiro, envió ayer una carta al director ejecutivo de Norfolk Southern Corporation, Alan Shaw, en la cual lo culpó por su mala gestión del descarrilamiento, acontecido a 400 metros de la frontera con su estado.
El tren que transportaba materiales peligrosos se dirigía de Pensilvania a Illinois y al salirse de las vías provocó un gran incendio y la eventual posibilidad de explosión, lo que afectó a los habitantes de la pequeña localidad de East Palestine (Palestina Oriental), pese a las palabras tranquilizadoras de las autoridades.
Más de dos mil habitantes de la zona fueron evacuados al liberarse los productos químicos para evitar una explosión y aunque se dieron garantías de que la calidad del aire y del agua es segura, trascendieron entre la población varios síntomas de salud, como náuseas y sensación de quemazón en los ojos, así como animales enfermos y un fuerte olor en el ambiente.
Anoche los pobladores de East Palestine abarrotaron el gimnasio de un instituto con la esperanza de obtener información por parte de Norfolk Southern, pero en un comunicado la compañía dijo que no enviaría representante al encuentro.
«Desafortunadamente (…) nos hemos vuelto cada vez más preocupados por la creciente amenaza física a nuestros empleados”, expresó la empresa en un comunicado a los medios.
El alcalde de East Palestine, Trent Conaway, advirtió que, al igual que sus electores, exige respuestas a la compañía ferroviaria.
«Norfolk Southern no apareció. No les pareció seguro”, enfatizó Conaway, mientras Kathy Dyke preguntó: «¿Por qué se están callando?».
Según ella, Norfolk Southern no dio la cara para responder a las inquietudes de East Palestine y afirmó que después del descarrilamiento “durante tres días ni siquiera supimos qué había en el tren».
Cinco de los vagones trasladaban cloruro de vinilo, utilizado para fabricar un ingrediente de productos plásticos y que puede aumentar el riesgo de varios tipos de cáncer, entre ellos el de hígado.
Los inspectores de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés) continúan las investigaciones para determinar qué causó el descarrilamiento del tren de mercancías, con 20 vagones con materiales peligrosos, a inicios de este mes.
El pasado 14 de febrero el secretario de Transporte de Estados Unidos, Pete Buttitieg, colgó en Twitter un mensaje por su “preocupación por el impacto del descarrilamiento de un tren cerca de East Palestine, en Ohio” y el consiguiente “impacto” en las familias de esa parte del país.
Ese fue el primer pronunciamiento público del miembro del gabinete de Biden ante un accidente grave sucedido casi dos semanas antes. (Tomado de Prensa Latina).