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Por Alfredo García Almeida*
El pasado martes concluyó la III Cumbre, UE-CELAC, en la ciudad de Bruselas, Bélgica, después de 8 años de interrupción, con grandes promesas y pocos acuerdos, en medio de un mundo tenso e inestable.
El evento con el objetivo de “fortalecer la cooperación económica”, debatió sobre el desarrollo a prioridades compartidas como la transición digital, la lucha contra el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la salud, la seguridad alimentaria, la migración, la seguridad y la gobernanza, además de la lucha contra el crimen transnacional; y potenciar la alianza entre dos regiones que suman el 21% del PIB mundial, un tercio de los Estados del planeta y más de 1.000 millones de sus habitantes.
Al término de la Cumbre, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, aseguró, que se abre una nueva etapa “optimista y prometedora” para la relación entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe, tras prometer que ahora estas citas se celebrarán “cada dos años”. “Ha sido una excelente cumbre. Ha sido como un nuevo comienzo”, declaró la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, al anunciar una millonaria oferta de inversión para Latinoamérica en los próximos 4 años y que espera concluir el acuerdo con Mercosur y con México, “en los próximos meses”.
Sin embargo, no pasó inadvertido el fracaso de la agenda oculta de la UE en la Cumbre, para presionar a los líderes latinoamericanos y caribeños a respaldar a Ucrania, con la invitación inconsulta del presidente español, Pedro Sánchez, a su colega ucranio, Volodimir Zelensky, para asistir a la Cumbre, así como la oferta de Úrsula von der Leyen, de 45 mil millones de euros en inversiones hasta 2027, para apoyar la alianza con América Latina y el Caribe con el obvio propósito de frenar el avance de China en las relaciones económicas y comerciales con el continente latinoamericano.
Días antes del inicio de la cumbre, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, alertó a la opinión pública al declarar: “Denuncio la falta de transparencia y la conducta manipuladora de la Unión Europea en la preparación de la cumbre, que ponen en serio riesgo el éxito de la reunión”, al referirse a la intención de la UE de decidir quién podía acudir al encuentro birregional y quién no. La invitación al presidente ucranio, provocó el veto de buena parte de los países de CELAC, por considerarla una “imposición”.
El texto final de la Cumbre, expresó la “profunda preocupación por la guerra en curso contra Ucrania, que sigue causando un inmenso sufrimiento humano y está exacerbando las fragilidades existentes en la economía mundial” (…) así como, “el apoyo a todos los esfuerzos diplomáticos encaminados a lograr una paz justa y duradera en consonancia con la Carta de la ONU”, y recibió unánime apoyo, excepto Nicaragua que no se sumó al consenso.
La reanudación del diálogo de alto nivel entre América Latina y el Caribe con Europa, fue el resultado más positivo del evento. Con la constatación de diferencias sobre acuciantes temas y en ocasiones antagónicas visiones del mundo, así como la firme unidad política demostrada por los países de CELAC, la región latinoamericana y caribeña envió un fuerte mensaje a Europa sobre su soberanía en el peligroso y cambiante mundo.
* periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.