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Por Pedro Martínez Pírez
Los Comité de Defensa de la Revolución nacieron en Cuba el 28 de septiembre de 1960, cuando yo cumplía mi primera misión diplomática en Ecuador.
Yo había llegado a Quito meses antes en un vuelo de la Empresa Ecuatoriana de Aviación procedente de la ciudad de Miami, adonde llegué desde La Habana en Cubana de Aviación.
Fue mi primer viaje al exterior. Todavía Cuba y Estados Unidos tenían relaciones diplomáticas y el viaje a través de Miami era el más económico para llegar a la capital ecuatoriana, en aquella época de día, antes de las seis de la tarde, con amplia visibilidad, por lo peligroso del aterrizaje entre montañas a 2 mil 850 metros de altura.
Viajé con solamente diez dólares en los bolsillos, así que de nada valió que funcionarios del aeropuerto me dijeran que a pesar de mi pasaporte diplomático cubano no podía salir de la terminal aérea.
Cuando les pregunté sobre la verdadera razón de esa prohibición, alegaron sin el más leve sonrojo que yo podía ser –por mi físico-- uno de los tantos espías rusos que se infiltraban en América del Sur con pasaportes diplomáticos de Cuba.
Aquella respuesta me pareció una muestra de la hostilidad de Estados Unidos con la Cuba Revolucionaria.
Tuve que esperar varias horas el enlace para viajar a Quito, con otras varias escalas en Honduras, Panamá y Colombia.
Pero mi alegría fue inmensa al llegar a Quito, en la Mitad del Mundo, donde me recibió el Embajador de Cuba doctor Mariano Rodríguez Solveira, acompañado por el pintor Oswaldo Guayasamín, de quien sería un gran amigo hasta su fallecimiento el 10 de marzo de 1999.
Mariano fue quien me propuso que lo acompañara en la misión diplomática en Ecuador. Nos conocíamos de la ciudad de Santa Clara, donde él era el Rector de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas y mi profesor de Derecho Civil.
A Rodríguez Solveira, al magistrado José María Vieta Machado y al también abogado Osvaldo Dorticós Torrado, los conocí desde mi modesto cargo como escribiente en la Sección de lo Civil de la Audiencia de Las Villas, plaza que había ganado por oposición, y en la cual devengaba cerca de ochenta pesos mensuales.
Nunca voy a olvidar que para hacerme mecanógrafo alquilé una máquina de escribir que me costó dos pesos al mes, y mucho me ayudó el compañero José Julio Rivas Herrera, quien laboraba en el Bufete Vidaurreta-Quiñones.
El me dibujó un diagrama con el teclado de la máquina de escribir y me indicó los ejercicios que debía yo ejecutar para poder utilizar todos los dedos de las dos manos.
Antes, y por mi buena letra, José Julio me encomendaba las escrituras en papel pautado y sin errores, y recuerdo que me pagaban un peso por cada una.
También mi amigo José Julio me consiguió el trabajo de limpiar las oficinas del Bufete, lo cual hacía después de las seis de la tarde, luego de terminar mi labor en una tiendecita de artículos de niños, llamada LA INFANCIA, donde laboré como mensajero durante dos años.
Eran tiempos difíciles en lo económico y en lo político, porque Fulgencio Batista había dado un golpe de Estado el 10 de marzo de 1952 y con José Julio, Armando Choy, Francisco Ramos y Ramón Pando Ferrer, estudiábamos por la noche en la Escuela de Comercio de Santa Clara.
Con Francisco Ramos, ya fallecido, hicimos un viaje en su automóvil hasta Santiago de Cuba en 1962. Yo regresaba de Ecuador y él de Brasil, y laborábamos en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Con José Julio, también fallecido, me encontré años más tarde, el 16 de abril de 1987, cuando Raúl Castro, Ministro de las Fuerzas Armadas de Cuba, me entregó la Réplica del Machete de Máximo Gómez en una ceremonia efectuada en el Complejo Morro-Cabaña. José Julio laboraba en esa fecha, según me dijo, en la Dirección de Relaciones Internacionales de las FAR. Fue una inmensa alegría reencontrarme con él en aquellas circunstancias en que yo recibía la alta distinción de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, pues el año anterior había concluido una misión internacionalista en Angola como profesor de periodismo y corresponsal de Radio Habana Cuba, de Radio Rebelde y de la Agencia Prensa Latina.
Recuerdo que en el momento del brindis estuve con Raúl Castro y con el Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba, Roberto Veiga, a quien le recomendé no imitar a Lázaro Peña, su antecesor, quien tenía una rica historia y una voz ronca, muy característica, que oíamos en la Plaza de la Revolución José Martí en el inicio del desfile por el Día Internacional de los Trabajadores.
Las palabras de Raúl dirigidas a Veiga: “oye, oye las recomendaciones que te hace el periodista”, suenan aún en mis oídos.
Después de Ecuador cumplí una segunda misión en Chile, de 1962 a 1964, durante el gobierno de Jorge Alessandri. Allí conocí a Pablo Neruda, a quien fui a visitar a su casa de Isla Negra, durante la Crisis de Octubre de 1962, para pedirle enviara a U Than, Secretario General de la ONU, un mensaje en solidaridad con Cuba
Recuerdo que al término de mi misión Neruda me pidió que llevara un libro dedicado por él “al mejor cuentista de América Latina”, Onelio Jorge Cardoso. Algo que hice con todo gusto porque Onelio fue un gran amigo de mi padre.
En 1964 me incorporé a los CDR con mi esposa de entonces Elena Piñón Díaz, madre de mis dos primeros hijos, Pedro y Ernesto.
Recuerdo que hacíamos guardia por las noches en una bodega cercana a donde vivíamos, en la Calle 9 No. 458, entre E y F, El Vedado.
A partir de mi segundo matrimonio con la periodista Esperanza Álvarez Mercadal, quien vivía en la Calle 25 No. 225, entre N y O, comencé a militar en los CDR de mi nuevo barrio, pero esta vez desempeñándome como Ideológico. Actividad que desarrollé durante varios años a partir de 1974.
Después continuó la tarea mi hijo Abel, de mi matrimonio con Esperanza, con quien tuve además una hija nombrada Igna María.
Confieso que en años recientes se produjo un debilitamiento de las organizaciones de masas del barrio y que le presté una mayor atención a las actividades del Partido, tanto en mi centro de trabajo como en el Núcleo Zonal.
Pero en Radio Habana Cuba volvieron mis andanzas con los CDR y con los Cinco Héroes, especialmente con Gerardo Hernández Nordelo, actual Coordinador Nacional, quien durante su injusto encarcelamiento en la prisión federal de Victorville, en California, me escribió para decirme que me oía cada sábado por Radio Pacífica, una emisora que transmitía por FM y que Gerardo podía escuchar en la cárcel.
Lo supe por su esposa Adriana, quien me preguntó si me habían entregado la carta que me había enviado Gerardo, con una caricatura incluida dedicada a Radio Habana Cuba.
Ninguno de los Cinco Héroes podía poseer un radio de ondas cortas en la prisión, y especialmente Gerardo, condenado a dos cadenas perpetuas más quince años, y considerado el jefe de los Cinco.
A ello se agrega el diálogo telefónico que sostuve con el presidente Hugo Chávez Frías el 25 de febrero de 2010, quien me contó haber oido por primera vez la voz del Comandante Fidel Castro el 28 de septiembre de 1973, por Radio Habana Cuba.
Chávez tenía entonces 19 años de edad, y escuchó el discurso pronunciado por Fidel en la clausura del acto central dedicado a honrar la figura del presidente constitucional de Chile Salvador Allende, quien legó a la historia un ejemplo de dignidad que crece con los años, como se demostró en estos días cuando se conmemoraron cincuenta años del golpe fascista de Augusto Pinochet.
Y desde su reciente viaje a Cuba la viuda del patriota boricua Rafael Cancel Miranda, María de los Ángeles Vázquez, me dejó para Gerardo Hernández Nordelo un libro del líder independentista.
El libro se lo acabo de entregar, para Gerardo, a un médico del Hospital Oncológico, Carlos Leonardo Vázquez, conocido por Fernando, agente de la Seguridad del Estado, quien me ha hecho dos cirugías, una en la oreja izquierda y otra en la nariz, y quien irá como delegado al Décimo Congreso de los CDR.
Son historias que bien vale la pena contar en homenaje a dos entrañables amigos: el médico Fernando, del hospital Oncológico, quien me dijo orgulloso “te he salvado la nariz”, y Gerardo Hernández Nordelo, quien me oía los sábados por Radio Pacífica para saber de Cuba, y también de Adriana.
Ahora Gerardo y Fernando ya saben que un 28 de septiembre –de 1973—Hugo Chávez oyó por primera vez la voz del Comandante Fidel Castro, verdadero fundador de los CDR.
La Habana, 24 de septiembre de 2023