Youtube
Por: Alfredo García Almeida*
La ultraderecha está de fiesta en Argentina. Con insólita amnesia histórica, la mayoría del electorado argentino dio la victoria en la segunda vuelta el pasado domingo, al neofascista e inexperto líder del partido, La Libertad Avanza, Javier Milei, derrotando al candidato del peronismo, Sergio Massa, con contundente diferencia de 11,15 puntos (55,75 sobre 44,24).
La ultraderecha argentina demostró una vez más, su alergia hacia la democracia y el bienestar de la población. Argentina tiene el triste record de haber liderado las criminales dictaduras militares neofascistas en el hemisferio. Desde fecha tan lejana como 1955, derrocó al presidente constitucional, Domingo Perón, por su política nacionalista y progresista en favor de los trabajadores, para convertirse en vanguardia de la estrategia de “Seguridad Nacional” promovida por EEUU.
Tras breves períodos de apertura democrática, fueron derrocados los presidentes, Arturo Frondisi, en mayo de 1958 y Arturo Illia, en 1966. Sin embargo en esta ocasión, surgieron organizaciones revolucionarias insurreccionales como Montoneros, FAR y PRT-ERP, que provocó estallidos sociales y tensiones internas entre los militares golpistas. Entre 1966 y 1973, se sucedieron en el poder, los dictadores, Juan Carlos Onganía, Roberto Marcelo Levingston, y Alejandro Agustín Lanusse.
Presionado por la conspiración de militares ultraderechistas, la lucha armada de las organizaciones revolucionarias y el fracaso político del Gran Acuerdo Nacional, GAN, el general, Lanusse, anunció la convocatoria a elecciones generales para el 25 de marzo del 1973, siendo elegido el candidato peronista, Héctor Cámpora. Sin embargo el triunfo democrático progresista tuvo corta vida. El breve interregno camporista, la presidencia de Perón y la sucesión de su esposa, María Estela Martínez, creo un complejo escenario de profundas contradicciones dentro del peronismo, que la ultraderecha golpista neutralizada pero no derrotada, aprovechó para derrocar en marzo de 1976 a la presidenta, Estela Martínez, con un golpe de Estado, cívico-militar.
Durante ese período se inició la Operación Cóndor, siniestra campaña de “Terrorismo de Estado”, coordinada entre Washington, Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay, para eliminar opositores democráticos, donde la Junta Militar argentina, junto a su colaboración en la “guerra sucia” de Washington en Centroamérica, se destacó. Tras su rotundo fracaso de ocupar por la fuerza a las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982 por un guiño mal interpretado de Washington, la ultraderecha se replegó. Fueron convocadas elecciones presidenciales, poniendo fin a la sangrienta dictadura, con un saldo de 30 mil muertos y desaparecidos.
Tras la recuperación “democrática” argentina con la victoria electoral de Raúl Alfonsín en 1983, los gobiernos peronistas y radicales, tomaron tibias medidas de ajustes para lavar caras durante las dictaduras, lo que neutralizó a la ultraderecha durante dos décadas. Con similar método utilizado en Chile para “elegir” presidente al representante de la derecha, Patricio Aylwin, tras apoyar primero a la dictadura de Pinochet y negociar después la “apertura democrática”, la ultraderecha argentina recuperó el poder con bríos el pasado domingo. Ahora, a esperar las consecuencias.
* periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.