Padre de mirar sereno

Editado por María Candela
2024-06-16 08:57:37

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Por Arelys García Acosta*

Cuando le acordonaba los zapatos, tocaba sus cabellos negros todavía no nevados. Ella tendría seis años y ya lo amaba. Había en sus palabras soles, casas, estrellas, papalotes; zorros a los que domesticaba y se convertían en sus mejores amigos; rosas únicas a las que no juzgaba por tener espinas.

A horcajadas en su cuello volaba, veía caer las hojas de los árboles, miraba las nubes y la luna correr junto a ellos y entonces, en medio del galope nacían mil preguntas. Recuerda que se armaba de paciencia, de la paciencia de los sabios y la sentada en sus piernas y le respondía como si tuviese delante un libro viejo. Le hablaba sobre el cielo, sobre lo hondo del mar y de la tierra y de la necesidad de ser bueno y creer en lo que hay más allá de los números.

“Hija, cuando conozcas a un nuevo amigo nunca le preguntes: ¿qué edad tienes?, ¿cuántos hermanos tienes?, ¿cuánto gana tu padre?; pregúntale mejor: ¿qué juegos prefieres?, si tiene una mascota, si colecciona mariposas. A los adultos le gustan los números, pocas veces se preguntan cómo es el sonido de la voz de quienes le rodean” -le aconsejaba su padre con palabras emparentadas con las de El Principito, la novela más famosa del escritor francés Antoine de Saint Exupéry-.

Este padre tiene un mirar sereno, lleno de vidas. Alegra que aún con 73 años comparta la misma mesa, el mismo café bajo de azúcar y caliente, que salga al patio y le traiga la última guanábana salvada de la mirada de los muchachos del barrio. Que todavía conserve, entre sus hierros viejos, el sillín rosado de la primera bicicleta que le compró a su hija.

*corresponsal de Radio Habana Cuba en Sancti Spíritus



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