La imperecedera sonrisa de una mujer iluminada

Editado por Pablo Rafael Fuentes
2024-06-18 06:55:42

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Foto de archivo

La Habana, 18 jun (RHC) Solo la obra de la vida hace posible que la muerte no sea un adiós definitivo, sino un tránsito. Quien ha hecho propios los sueños colectivos y ha trabajado de manera incansable para el bien de los demás primero, no muere nunca del todo, porque hay huellas tan profundas que pueden encarar al tiempo, sin temor a perder la batalla contra su paso implacable.

Por eso es imposible hablar de Vilma en pasado, hacerlo como si no estuviera, como si se hubiera ido; porque fue tan prolífica su existencia, tan coloreada de otredad, tan humana, tan revolucionaria, que no hay un instante de evocación en que no nos parezca verla de cara a las tareas de cada día, al sentir de la mujer cubana, a los retos más acuciantes de la Patria.

Aquella muchacha, de juventud multifacética, que una vez que decidió el curso de su vida ya jamás lo torcería, tiene el mérito de haber entendido el papel determinante de la mujer en el pleno crecimiento de toda obra. A la par, entendió la necesidad de que ese cre­cimiento también fuera en lo individual, desde la inclusión, la equidad, las oportunidades, la no discriminación por razones de género, la superación, y otros tantos logros que tienen en la raíz el abono de su infatigable hacer.

Vilma Espín Guillois, fundadora y lideresa de la Federación de Mujeres Cubanas, hizo de la organización un pilar de unidad en torno a la Revolución y a sus líderes, sobre todo a Fidel, que la vio siempre como cercana colaboradora, y que asumió sueños junto a ella.

Mucho le debemos a la visión preclara que siempre la acompañó, y le permitió ser artífice de profundas transformaciones, de programas sin precedentes, de imprimir una perspectiva de género a los conceptos de justicia social. Fue artífice incluso de lo que no pudo ver materializarse, y que hoy enarbolamos en gran parte gracias a ella.

Por eso es este un día de evocación, de recuerdo, de homenaje, pero no es un día de lágrimas. Y si todas las razones expuestas hasta aquí no bastan para aseverarlo, bastará cerrar los ojos un instante, traerla al pensamiento, y su imperecedera sonrisa de mujer iluminada nos hará entender que Vilma aún está aquí, también con el pie en el estribo, haciendo Revolución. (Granma)

 



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