Imagen: El Cronista
Por Alfredo García Almeida*
Donald Trump, el primer presidente en la historia de Estados Unidos en ser condenado penalmente, prometió en su campaña para la reelección, entre otras medidas, deportaciones masivas, perseguir al “enemigo interior”, quitar licencias de canales de televisión críticos y castigar a sus rivales políticos.
Trump, el segundo presidente en la historia en lograr mandatos no consecutivos, sigue sin reconocer que perdió en 2020, prometió aranceles a sus vecinos y socios comerciales, prometió terminar la guerra de Ucrania y de Israel con Hamas, antes de tomar incluso posesión del cargo.
Trump, el único político contemporáneo que no sólo controla su partido, sino que fundó un movimiento, ha mostrado una y otra vez su admiración por todos los líderes autoritarios del planeta, y ha sido definido en el último mes como “fascista” y el “mayor peligro para el país”, por los que trabajaron con él en la Casa Blanca. Y a pesar de eso, los norteamericanos han votado masivamente por él, dándole una victoria arrolladora y poderes casi ilimitados.
Según el periodista español, Pablo R. Suanzes, corresponsal del periódico, El Mundo, en Bruselas, sobre la victoria de Trump: “Su triunfo ha sido total, indiscutible, desmoralizante para sus rivales. Las encuestas pronosticaban un resultado ajustado, parejo, con los demócratas en todo caso por encima en el voto popular. Trump sacó cinco millones de votos más (el recuento sigue abierto), el primer conservador en 20 años en lograrlo. Destrozó a Kamala Harris, en los Estados tradicionalmente republicanos, mejoró notablemente en los Estados tradicionalmente demócratas y ganó uno detrás de otro todos los Estados “bisagra”, el Cinturón del Sur y el Cinturón del Polvo. Arrasó entre los hispanos, con resultados sin precedentes. Y entre los hombres jóvenes. Lideró a los suyos en una jornada histórica, para recuperar el control del Senado y acariciar el de la Cámara de Representantes”.
La mayoría de los expertos coindicen en que EEUU se ha ido a la derecha. La mayoría de los electores fueron convencidos por el mensaje de Trump, desde el final de la globalización al proteccionismo, de las guerras culturales al abandono de socios históricos. Trump dibujó un mundo “hobbesiano”, violento, peligroso: (los humanos compiten y luchan por sus propios intereses). Un país en decadencia, arruinado, amenazado. El mensaje de Harris fue “kantiano”, (precursor de la democracia liberal y la defensa de los derechos humanos), optimista, esperanzado, lleno de oportunidades. Sin embargo, se impuso el primero.
En la madrugada del martes 5 de noviembre, eufórico, rodeado de decenas de familiares y amigos cercanos, Trump prometió una cura, que sonó a una segunda revolución conservadora: “Vamos a sanar nuestro país. No descansaré, hasta tener una América próspera y segura. Va a ser la era dorada de América”, aseguró. “América nos ha dado un mandato poderoso y sin precedentes, con el control del Senado. Hemos ganado todo ampliamente, el movimiento, MAGA, ha ganado. Dios salvó mi vida por una razón: para restaurar la grandeza de América y vamos a cumplir esa misión juntos”, prometió.
* periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.