Fidel Castro
Arelys García Acosta*
A ocho años de la partida física de Fidel, el canto épico del Che vuelve a ensillar el verso: “Cuando suene el primer disparo y se despierte, en virginal asombro, la manigua entera, allí a tu lado, serenos combatientes, nos tendrás”.
Fue en 1956, tras conocer a Fidel en México y participar en los preparativos de la expedición del yate Granma, que el Che escribe este Canto a Fidel. Desde entonces, ¿cuántos cubanos subieron junto a él las mismas montañas con las botas raídas y las barbas hasta el pecho?
Sin dudas, ha sido “una multitud de Fideles”, una multitud que como afirmaba el trovador Silvio Rodríguez, ha habitado y habita “el mismo esqueleto y conformado al hombre que tuvo la energía y la suerte de llevar adelante una vida exigente, difícilmente comparable, tan auténtica que arrastró consigo a sus contemporáneos y que todavía hoy convoca y suma pensamientos”.
“El maestro —dijo José Martí— es meritorio y generoso padre de muchos”, y la frase encaja en el joven que en 1953 encabezó el asalto al cuartel Moncada, en el estratega que preparó la insurrección en el exilio mexicano y luego desembarcó en la isla a bordo del yate Granma, en el “ardiente profeta de la aurora” que hizo posible el triunfo del primero de enero de 1959 y, también, la victoria en Playa Girón.
“Ese Fidel — sol directo sobre el café y las palmeras—; ese Fidel con ojeras vigilante en el Turquino”, como bien lo describió la poetisa cubana Carilda Oliver Labra, fue “un sembrador de esperanza liberadora”, como lo reconoció su amigo Frei Betto.
Un ser grande de la literatura mundial fotografió su conducta cotidiana: “No hay un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada”. No le faltó la razón al colombiano Gabriel García Márquez, a ocho años de la partida física de Fidel, este sigue ahí, asumiendo utopías posibles. Al fin y al cabo, no reposa.
*corresponsal de Radio Habana Cuba en Sancti Spíritus