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Foto: Tribuna Popular
Por: Alfredo García Almeida*
¿Qué tienen en común, el enviado por el presidente, Donald Trump, para América Latina, Mauricio Calver-Carone, y el secretario de Estado, Marco Rubio, dos cargos clave para la política exterior de EEUU? Que ambos, herederos de un falso resentimiento contra la revolución cubana, fueron aprobados de forma expedita por el bipartidismo en el Senado de EEUU, lo que es interpretado como gran confianza puesta en el ejercicio de sus funciones.
Calver-Carone, nació en Miami, Florida en 1975 (50 años) y proviene de una familia de origen cubano y español. Ocupó cargos durante la primera presidencia de Donald Trump, como funcionario del Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca y en el Departamento del Tesoro. Fue el primer presidente estadounidense del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), desde octubre del 2020 hasta septiembre de 2022. Rubio, nació en Florida, el 28 de mayo de 1971 (53 años) de padres cubanos emigrados en 1956, nombrado secretario de Estado, cuarto en la línea de sucesión presidencial, convirtiéndose en el primer político de ascendencia hispana en obtenerlo.
Ninguno de los dos sufrió daños por el gobierno cubano, que no fueran las consecuencias de la migración voluntaria de sus padres. Sin embargo, ambos por diferentes vías, coincidieron en abrazar en EEUU causas conservadoras, con el apoyo financiero y político de personas en el exilio en Florida, que estuvieron vinculadas a la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista. Al ejercer sus cargos, ambos pueden descubrir que su formación política, tiene “agujeros negros”, contradictorios con los intereses de EEUU y quizás, nostalgia por la patria de sus ancestros.
Si hay algo en que la mayoría de los expertos coinciden, es que EEUU, vuelve a estar bajo la dirección de una persona, “imprevisible, sin complejos y con una agenda autoritaria”. El regreso del expresidente republicano, cuatro años después de una salida caótica, sin reconocer su derrota en las urnas y sufrir supuesta persecución política por acusaciones judiciales en su contra, supone amargura y sentimientos de revancha, que matizan su personalidad histriónica. “No voy a empezar guerras, voy a frenarlas”, afirmó, Trump, en su discurso en la noche electoral, cuando todavía no se había hecho oficial su victoria. Parte de la campaña de Trump, ha sido reiterar que acabará con las guerras del Medio Oriente y de Ucrania, “porque hay un cansancio y una fatiga en Estados Unidos” con estos conflictos.
Su primera reacción “imprevisible” en América Latina, ha sido con Venezuela. Trump, dijo que “tal vez pensaría” sostener una futura reunión con el presidente venezolano, Nicolás Maduro. “A Maduro le gustaría tener una reunión. Y yo nunca me opongo a mantener reuniones, sabes, raramente me opongo a las reuniones”, dijo Trump en una entrevista con el portal Axios.
Lo “imprevisible”, no siempre es negativo. Nadie esperaba esa reacción de Trump, hacia Venezuela. Sin embargo es una posición compatible con: “No voy a empezar guerras, voy a frenarlas”; y manda un mensaje esperanzador para dos conflictos históricos, con Nicaragua y Cuba.
*periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.