
Por: Arelys García Acosta*
Las mujeres sostienen el mundo si se lo proponen. Las que conozco desde mis lecturas escolares encajan en esta mirada nacida de más de un poeta. Así, de cuerpo entero, llega Mariana Grajales, la madre de los Maceo, descrita por el doctor Eusebio Leal como la heroína mambisa que trajo al mundo 14 hijos, “a los cuales crió en la fiereza de sus tradiciones y en el dominio de la educación y el deber de Madre de la Patria”.
Mariana también despertó la pluma, el elogio de José Martí, quien escribió en el periódico Patria: “¿Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto?”.
De aquella y otras mujeres vale decir, además: tenían bien plantado los pies sobre la tierra. Se ganaron un respeto merecido. María Cabrales, esposa de Antonio Maceo, el Titán de Bronce, continúa siendo símbolo de la guerrera mambisa que partió a la manigua a compartir miseria y balas, a ayudar en cuanto le fuera posible en los hospitales de sangre y en el combate.
Una espirituana inmensa, Isabel María de Valdivia, madre del Mayor General Serafín Sánchez, abandonó todas sus comodidades hogareñas y marchó a los 68 años a la guerra para cuidar y curar heridos, también para fabricar municiones. Cuentan que sus manos amantísimas, en noches de luna llena, cosían las ropas raídas de los mambises.
Alguien significó: en la adversidad, las mujeres son firmes como las rocas. Las de hoy —digo yo— van por la vida así, recomponiendo sueños. Son, con seguridad, las más innovadoras, las más atrevidas en tiempos de carencias. Ellas son, sin dudas, las que orientan mejor y dan más luces.
*corresponsal de Radio Habana Cuba en Sancti Spíritus