
Fotos: Yunielis Moliner
Por: Yunielis Moliner*
El matancero Jorge Orestes Rodríguez Curbelo se considera un hombre afortunado. Con más de 50 años, él formó una familia y es una persona útil a la sociedad.
Sin embargo, su mayor suerte fue conocer al mejor amigo de Cuba. Un cuadro en la sala de su casa, allá por el callejón de Guma, perpetúa esa amistad. Conserva, también, otras fotografías y una madeja de recuerdos que se fortalecen con el paso de los años.
Confiesa que no le gusta hablar sobre el tema, y hoy parece ser una salvedad. Enciende un cigarro, quizás porque trasportarse en el tiempo, recordar es como volver a vivir.
A veces se le empaña la vista, aunque disimula porque al hablar de Hugo Chávez Frías es difícil contener las emociones.
O tal vez porque como dijera el cantautor Raúl Torres “su manera de estar vivo nunca va a tener medida”.
En la tierra de Bolívar
Jorge Orestes Rodríguez Curbelo llegó a Venezuela el 9 de marzo de 2001 como parte de un convenio entre el país sureño y la Isla.
Aunque no tuvo la oportunidad de sin quitarse el polvo del camino visitar la estatua de Bolívar, formo parte de una avanzada de cinco cubanos que sentarían las bases para las misiones deportivas ahí.
“Nosotros fuimos al estado de Lara, hicimos un estudio de diagnóstico en los 14 municipios y después el 9 de abril llegó el primer grupo de cubanos de la rama del deporte a Venezuela”.
“La primera vez que yo tuve contacto con Chávez fue en diciembre de 2001 durante los Juegos Nacionales Juveniles. Lara fue sede de este evento, aquello fue muy pintoresco, pero nosotros fuimos el último bloque en desfilar. Entonces Chávez preguntó qué quienes eran esas personas y al saber que eran los cubanos conversa con nosotros”.
Un Girón en Venezuela
En el 2002 ascendieron a Jorge como jefe de la misión deportiva en Caracas, siete días antes del golpe de estado promovido por la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (FEDECAMARAS), la Central de Trabajadores, partidos políticos de derecha y sectores militares contrarios a la transformación de la sociedad.
“Yo no me conocía nada de Caracas, solo sabía ir de Chacao, municipio de derecha, hasta la embajada. Fueron días tensos, los cubanos tuvimos que escondernos, salir de la casa donde estábamos para un lugar seguro, ahí presenciamos el regreso de Chávez”, recuerda el matancero. Desde ese momento trataría de contactar con el Comandante Eterno.
“El 19 de abril voy a Miraflores. Teníamos un solapín que nos daba acceso hasta la presidencia. Cuando entro estaba sentado de espaldas a la puerta y en el momento que se vira lo primero que me paso por la mente era que estaba hablando con Fidel. Se para y me dice bueno cubano ya tenemos un Girón en Venezuela”.
“Ese día conversamos mucho rato y por cierto el café que él tomaba era guayoyo, claro y con poca azúcar. A nosotros nos sirven un café a lo cubano. Lo que nunca le falto fue un libro, era un hombre muy inteligente.”
“Él me dijo ese día que para desarrollar el deporte hacía falta tres cosas: población, instalaciones deportivas y tener técnicos preparados.”
Un año después Hugo Chávez Frías inauguraría la Misión Barrio Adentro, con el objetivo de masificar la práctica deportiva, la Educación Física y la recreación. Al respecto el líder venezolano expresó: “Nada mejor que el ejercicio físico para prevenir los accidentes cardiovasculares. Nada mejor, incluso, como trotar y caminar para la salud mental,
la salud de la familia, el estudio, para complementar el esfuerzo educativo que estamos haciendo, para vivir más, necesitamos vivir más y mejor cada día.”
El Kindelan que Chávez ponchó
Hugo Chávez Frías desde pequeño sintió afición por la pelota, inolvidable su lanzamiento rabo de cochino y el tope amistoso de Cuba-Venezuela en la Habana. También en la Patria de Bolívar, jugaría en diferentes ocasiones con los cubanos que cumplían misión.
“En un juego yo voy a batear y Chávez me poncha, que pasa que yo no jugaba por mi calidad deportiva, sino por mi condición de jefe de la misión”, sonríe Jorge. “Pero cuando yo llego al banco un venezolano me dice que el primer lanzamiento del presidente era recta y siempre iba a conectarlo. Así fue y le saque un batazo larguísimo, cuando llego a segunda, el pelotero se demora y Chávez le dice: oye compadre, tu no vez que Kindelan estaba cogido”.
“Después que se acaba el juego le digo, oiga presidente no me diga más Kindelan, que él es un mulato fuerte, bien parecido y cuando yo llegue a Cuba y se entere me va a
caer a piñazos. Entonces Chávez me respondió a porque Kindelan te va a dar por eso, tú me diste tubey de ahora en adelante te voy a decir así”.
Desde Cuba, una amistad que perdura
Confiesa Jorge que volvió a ver al líder en varios de sus programas Aló Presidente. Y después de su regreso a Cuba fueron muchos los amigos que llegaron hasta su casa para enviarle un saludo de Chávez. No obstante, nunca lo volvería a ver personalmente.
El 5 de marzo de 2013, una noticia congelo a la América Latina. El hombre, el político, el personaje carismático tras una camisa roja, abandonó para siempre su patria querida
para unirse a Bolívar, al Che y a Martí.
“A mí me sorprendió la noticia pues yo conocía de su resistencia, de sus ganas de vivir y de lo mucho que le faltaba por hacer. Eso me dolió mucho, un dolor comparable solo con la muerte de mis padres”, así relata Jorge Orestes los traumáticos días que sucedieron a la
noticia.
Cuenta que un silencio lo invadió, porque como bien retrato el cantautor Raúl Torres para la partida de un amigo que nos devolvió la risa no hay adiós definitivo, ni finales de cenizas.