Por: UPEC
La Presidencia Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) envía un mensaje de solidaridad y respeto al Canal Multinacional Telesur, al cual, hace menos de un año, le había conferido el Premio a la Dignidad, como homenaje a su colectivo por la profesionalidad, ética, decoro y defensa de las causas justas y de la verdad, cualidades que hoy reafirma.
Telesur. Pocas veces el nombre de un medio de comunicación dijo más con menos letras. Nunca antes, una televisora de alcance universal, moderna, eficaz, había presumido de nacer y hacerse desde y para los del sur del mundo. Jamás, hasta su fundación, el 24 de julio de 2005, aniversario del nacimiento del Libertador, un canal de televisión había osado pintar al revés el mapa de América y declarar enfáticamente nuestro Norte es el Sur, para orientar a su audiencia.
Desde los días del nacimiento de Prensa Latina, ningún otro medio latinoamericano había logrado instalarse en el excluyente universo de las corporaciones mediáticas, con tanto prestigio y tan alta demanda popular como Telesur. Contra la legendaria agencia como contra la novedosa televisora, se dispararon, desde los inicios, los cañones de la guerra mediática, los bloqueos a la distribución de sus servicios, las campañas de silenciamiento, los intentos de boicot y hasta las amenazas y agresiones terroristas.
Pero todo lo han enfrentado sus realizadores, con un esfuerzo y un talento, dignos del orgullo de haber nacido de las nacionalidades más diversas. Al aire suenan como uno, nuestros maravillosos acentos, dándole autenticidad y diversidad a la voz colectiva. El sueño de Fidel y Chávez, la gran televisora del Sur, fue, es, será, el rostro y la voz de los que antes fueron silenciados, ninguneados, excluidos de las pantallas informativas.
Telesur nos enseñó quiénes somos, cómo somos y cuánto nos une. En nombre de la democracia, de la libertad de expresión, del derecho humano a ser informado con veracidad y equilibrio, Telesur nos es imprescindible. Cualquier intento de acallarlo, de empobrecerlo, de apagarlo, es un crimen de lesa libertad.