Por: Manuel E.Yepe
“La presencia, y hasta la omnipresencia, de Donald Trump y de Bernie Sanders en esta etapa de las elecciones estadounidenses hubieran sido difíciles de prever hace solamente un año. La sola participación de Trump, hombre de negocios, populista y políticamente desatinado, hubiera sido impensable hace unos años, tanto como la de un socialista de Vermont abocado a combatir las desigualdades, lasinjusticias y las grandes fortunas. Aun, cuando ninguno de los dos, en última instancia, tenga posibilidad real de ocupar la Casa Blanca en 2017, ambos nos permiten comprender los cambios que aparecen en la
sociedad norteamericana que pueden llegar a modificar su naturaleza.”
Así lo consideran los periodistas Arnaud Blin y FrançoisSoulard en un ensayo que publicó el 27 de abril la red Alainet.
“Donald Trump es el campeón “americano” de siempre: blanco, protestante, rural, cuya identidad precaria está visceralmente aferrada a atavismos tales como el derecho a poseer un arma, de los que se vanaglorió Hollywood durante mucho tiempo, que hicieron soñar a varias generaciones pero que, hoy en día, parecen totalmente superados por los acontecimientos”.
Bernie Sanders, en cierto modo, es la oposición perfecta de Trump porque ambos encarnan la saturación del pueblo norteamericano. Político con vasta experiencia, hijo de inmigrantes judíos polacos y ateo, originario de Brooklyn, socialista, es la antítesis de una Norteamérica blanca, protestante, neoliberal. Es también la encarnación de ese movimiento urbano cosmopolita que ha tomado conciencia de las profundas deficiencias del modelo neoliberal.
Es cierto que Sanders no estará en condiciones de preocupar a Hillary Clinton pero el apoyo que logró obtener muestra hasta qué punto las mentalidades han cambiado y que Hillary Clinton, para gobernar con eficacia, tendrá que tomar en cuenta esas nuevas tendencias. Para cualquiera que haya vivido en Estados Unidos durante la guerra fría, la idea de que un político se presente como socialista sin aterrizar en algún lugar que no sea delante de un tribunal es casi impensable, opinan los autores.
El combate desfasado de la Norteamérica de los viejos tiempos que lleva adelante Trump y que acompaña a la implosión del partido republicano neoliberal, el surgimiento de una “minoría mayoritaria” hispana que transforma el paisaje político y cultural de los Estados Unidos y el re-surgimiento de una opinión pública favorable a los derechos sociales constituyen signos de que los Estados Unidos están entrando en una nueva fase de su historia.
La necesidad de adaptarse a ella remite más aun – escriben Arnaud Blin y François Soulard – al conocimiento de la realidad interior de Estados Unidos y a la percepción de su evolución incierta. A nivel de sus políticas internas, EEUU se ve alcanzado hoy por varias décadas de irresponsabilidad y de negación. Mientras que en 1945 los norteamericanos tenían medio siglo de adelanto en relación al resto del mundo, hoy en día se están atrasando en muchas esferas: educación, justicia, seguridad social, infraestructuras, etc.…, vale decir, ámbitos que definen en aquello que una superpotencia es capaz de liderar en la dirección de la Historia, para bien o para mal.
Aun cuando Estados Unidos sigue a la cabeza en materia de dinamismo económico o potencia militar, ese dinamismo sufre grandes desequilibrios y la potencia estadounidense es inadecuada para las exigencias actuales en términos de política extranjera y uso de la fuerza.
Estados Unidos no ha sabido adaptarse a la globalización de la que, sin embargo, ha sido el primer instigador y el más contundente motor. De ahí que a corto y mediano plazo, EEUU se enfrentará a una elección importante: seguir como si nada, con el probable riesgo de una erosión progresiva – ya visible- de su potencia, de su prestigio y de su influencia. O hacer una retirada estratégica que le permita invertir sus energías en una renovación profunda de su sociedad, capaz de hacerlos recobrar el prestigio perdido. Pero para ello tendrá que reducir sensiblemente sus actividades exteriores y su aparato militar, y articular mejor sus prioridades.
Ante tal disyuntiva, Blin y Soulard preguntan si Hillary Clinton será la mujer providencial capaz de llevar adelante el cambio necesario ¿O se contentará con navegar en aguas turbias haciendo pequeños cambios simbólicos pero insuficientes?
“El choque combinado de Trump y Sanders quizás sirva de electroshock a una clase política que, tal como lo constató la mayoría de los norteamericanos, se niega a mirar la realidad de frente. A fuerza de declamar que “somos los mejores” será efectivamente difícil aceptar que ya no somos siquiera muy buenos”, es la respuesta de los autores.
(Tomado de Cubadebate)