por Nicanor León Cotayo
Finalizaba 2015 cuando su Cámara de Representantes no aprobó establecer límites a sus ventas de armas en las tiendas.
Aquella iniciativa trataba de frenar la ola de agresiones que no excluía escuelas ni iglesias.
Tuvo su seguimiento este domingo cuando un joven estadounidense penetró en una discoteca, asesinó 49 personas e hirió a más de 50.
La situación fue analizada en un editorial del Nuevo Herald bajo el titulo “Las armas y la matanza de Orlando”.
Recuerda que el asesino, Omar Seddique Mateen, muestra un amplio historial de violencia.
Su ex novia, nacida en Uzbekistán, informó que la golpeaba con frecuencia, al tiempo que amigos y conocidos lo describen como “racista”.
Agregan implícitamente que también se aproxima a la ideología nazi cuando dicen que con frecuencia se refería de manera insultante a personas de la comunidad negra y a los homosexuales.
El editorial califica de “error” que alguien desquiciado y simpatizante del criminal Estado Islámico, haya tenido acceso a poderosas armas de fuego.
Los congresistas que antes rechazaron poner trabas a esas ventas insistieron en que “deseaban proteger el derecho de las personas a tenerlas”.
O sea, las mismas palabras que esgrimen integrantes del Capitolio de Washington para dar luz verde a las millonarias transacciones de la Asociación Nacional del Rifle (NRA).
La Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos formaliza tal hecho, aunque no excluye controlarlas.
El editorial del Herald acepta que ello ha devenido un gigantesco negocio, pero en aras de cubrirse no aprueba la venta de una sola a gente como Mateen.
Sin embargo, continúa afirmando el editorial, adquirir un fusil de guerra como el AR-15 para ejecutar la espantosa masacre de Orlando, “es fácil”.
En la Florida, según el sitio web de la NRA, no hace falta una licencia para comprar un fusil, una escopeta o una pistola.
Basta, con llenar un formulario de identificación, y pagar ocho dólares por una revisión de los antecedentes, puntualiza.
Otros medios informan que la masacre de Orlando empuja el tema del terrorismo en la actual campaña electoral de Estados Unidos.
En ese contexto señalan que lo acontecido allí revela que no se trata de un mal lejano, sino de una amenaza “que puede golpear en nuestros barrios”.
¿Acaso tratan de fortalecer su falsa campaña anti-terrorista en realidad dirigida a afianzar o recuperar sus intereses hegemónicos?
El caso Orlando también nos reafirma que el Estado Islámico es un ejército de fanáticos criminales al que es necesario erradicar lo antes posible.
Además que nos equivocamos a la hora de resguardarnos de personas eventualmente peligrosas que conviven entre nosotros como un ciudadano más.
“Pero que de repente pueden convertirse en asesinos enloquecidos”, a quienes no se les debe conceder el derecho a poseer armas.
La demencia al respecto ha ido tan lejos que senadores del Partido Demócrata impulsan medidas para mejorar su control.
Durante una intervención en el Senado del jefe de la minoría demócrata, Harry Reid, propuso ampliar los controles de antecedentes para personas que el FBI y la CIA consideran “posibles terroristas”.
Según la consultora Gallup el número de estadounidenses favorables a endurecer esos controles ha “descendido dramáticamente” del 79 por ciento en 1990 hasta el 47 en 2014.
Omar Mateen, autor de la masacre en Orlando, había sido investigado durante 10 meses por el Buró Federal, pero carente de un expediente criminal pudo adquirir legalmente sus armas.
Mientras tanto, el número de armas de fuego en poder de los estadounidenses (casi 320 millones de habitantes) no ha dejado de crecer.
Un reporte del Servicio de Investigación del Capitolio dijo que en 2012 los civiles tenían allí unas 114 millones de pistolas, 110 millones de rifles y 86 millones de escopetas
Frente a eso, hace dos décadas que el Congreso no aprueba alguna ley para restringir las armas.
Sin duda alguna Estados Unidos exhibe una democracia muy curiosa, tanto que la famosa Asociación Nacional del Rifle es capaz de dictar pautas a su Parlamento.
Lo prueba su cumplida ordenanza de impedir que varíen ni en un milímetro las ventas de armas en numerosas respetables tiendas del país.