por Andrés Gómez
Cuba va bien. Y si comparáramos cómo van la inmensa mayoría de los países de nuestra región y del resto del mundo, incluyendo el propio Estados Unidos, Cuba va más que bien. No hay ninguna necesidad de dar la apariencia de que se está exagerando.
El pueblo de Cuba está consciente de los formidables retos que confronta. Las cubanas y los cubanos saben que también ahora se juegan la vida misma; la excepcional vida que con tantos esfuerzos, sacrificios, sangre vertida, y conciencia han logrado construir a través de más de 57 años de constante lucha. Y digo, que “también ahora se juegan la vida misma” porque, ¿cuándo ha sido diferente en estas casi seis décadas de proceso revolucionario?
En primer lugar, en mis viajes a Cuba durante los últimos meses he constatado que la vida en el país transcurre tranquilamente, sosegadamente. Supongo que esto ocurre así ya que Cuba, a pesar de ser un país pequeño, con sólo un poco más de once millones de habitantes, y asediado por más de medio siglo por Estados Unidos, su pueblo singularmente es dueño de su destino y es así porque, contra viento y marea, es dueño absoluto de su Patria. Y en este contexto ocurre su vida y el debate actual.
Debate que entraña discusión y confrontación de opiniones diferentes sobre el presente y el futuro de la sociedad cubana. Acerca de los diferentes entendimientos sobre de cuáles maneras debe cambiar la sociedad cubana y por qué.
Todos los cubanos y cubanas están conscientes que para el desarrollo histórico de la nación este es un momento trascendental. Inexorablemente la dirigencia histórica de la Revolución entrega el mando del gobierno del país a otras generaciones más jóvenes. Aunque hemos tenido la inmensa dicha de que por primera vez en nuestra historia, por tantos largos y difíciles años, haber tenido a los dos principales dirigentes revolucionarios vivitos y coleando, ya ambos son longevos.
Aunque también la inmensa mayoría de los cubanos y cubanas, el pueblo revolucionario, también hace rato ha alcanzado su mayoría de edad política y ética, producto de todo lo transcurrido, vivido y sufrido estos casi sesenta años, así como también, claro está, por lo aprendido de las profundas enseñanzas de Fidel. Así que más que preparados están las cubanas y los cubanos para asumir las responsabilidades de esta nueva etapa de la vida nacional.
Por eso también, y porque el proceso de cambio, conducido por la dirigencia revolucionaria, ha ocurrido de manera pausada y juiciosa, este debate, y la vida misma en el país, en la cual el debate ocurre, transcurre sosegadamente, como pocos pueblos y gobiernos en el mundo tienen el privilegio de poder realizar.
Existen en Cuba diferentes tendencias sobre cuál debe ser el futuro de la sociedad cubana.
Hay quienes no han aprendido nada de las enseñanzas del proceso revolucionario socialista, especialmente el deber con el prójimo que está más necesitado, en los que prima su egoísmo por sobre las necesidades de los demás que forman nuestra sociedad. Esos ambicionan para Cuba el capitalismo, y están dispuestos a entregar la Patria y sus excepcionales valores, inclusive el futuro de sus hijos, con tal de intentar obtener las quiméricas ventajas económicas personales de ese enviciado sistema. No haber podido superar un sector de la sociedad cubana esa mentalidad es una gran lección, además de ser una frustración sobre las limitaciones objetivas de un proceso revolucionario, en este caso el nuestro.
Partiendo de ese extremo hay variaciones sobre diferentes matices de entendimientos sobre estas cuestiones. Parte sustancial de este debate nacional son los proyectos propuestos por el Partido Comunista de Cuba en una gran consulta nacional para discusión en todos los sectores organizados de la población cuyos resultados finales definirán el modelo económico y social de desarrollo del socialismo cubano.
Todo esto ocurre en estos tiempos en que en Cuba, por su confrontación con el imperialismo, existe muchas limitaciones y por ende necesidades, que han deteriorado valores consustanciales a la sociedad contemporánea cubana, como el incremento de la corrupción, el abuso de poder y otros delitos, así como faltas a la ética. Situaciones que se reconoce requieren confrontarse con mayor eficacia y resolución. Estas situaciones conllevan a confusión entre gente buena, gente decente y solidaria, especialmente entre los jóvenes, que es todavía más triste para todos.
Lo imprescindible es que prime, como siempre ha sido durante estas casi seis décadas, la voluntad mayoritaria de continuar construyendo una sociedad plenamente soberana, revolucionaria, socialista, solidaria y justa. Lo más justa posible. Una sociedad orgullosa, optimista, contenta de lo por ella obtenido. No me cabe la menor duda que así es y así será.
(Tomado de CubaSí)