Por Martha Ríos
Guatemala fue para el más universal de los cubanos la ancha puerta que se abrió cuando tenía 24 años de edad y ya cargaba el pesar del exilio y los dolores de su cuerpo enfermo, resultado del presidio político en Cuba, de abril a septiembre de 1870.
Agradecido por la acogida que le dispensaron los guatemaltecos de todas las capas sociales, siempre intentó retribuirla, y lo hizo como solo sabía: con el corazón en la pluma y en su verbo.
No fue exclusivamente durante su estancia allí, entre marzo de 1877 y julio de 1878, que el joven cubano escribió y habló de manera encomiástica de cuanto conocía de la nación centroamericana. El orgullo que sentía por esa tierra y sus hijos lo manifestó en disímiles épocas y escenarios.
En este capítulo los acercaré a un material que publicó en 1888, en Nueva York, Estados Unidos, bajo el título de "Guatemala en París".