Por Martha Ríos
Quizás sea la dimensión de patriota de José Martí la que más se conoce, por esa entrega sin límites a la causa de la independencia de Cuba del yugo colonial español que dio al traste con su vida el 19 de mayo de 1895, cuatro meses después de haber cumplido los 42 años.
Pero, para ser el luchador justiciero que fue, enemigo acérrimo de cualquier tipo de discriminación u opresión, habitó en él un ser humano sencillo, noble, amoroso, sensible, y enérgico cuando las circunsancias lo requerían.
Estos valores que perfilaron su conducta desde edades tempranas, lo acompañaron siempre junto a una esmerada educación. Su obra toda, y quienes lo conocieron, dan fe de su pletórica existencia, lejos del Olimpo, obviamente.
A las relaciones de Martí con su familia, los amigos, el estudio, la naturaleza, las artes, las letras y hasta con las mujeres, los acercaré en los siguientes capítulos de esta serie que creé para reverenciarlo, en ocasión del aniversario 165 de su natalicio, el 28 de enero de 2018.
Nos adentraremos, además, en sus gustos, preferencias, en las enfermedades que lo agobiaron, y cómo era físicamente, más allá de una fotografía o del único retrato que le hicieron.
En esta entrega me referiré, grosso modo, a la niñez de Pepe Martí, y a los lazos que lo unieron a sus allegados en esa etapa de su vida, fundamentalmente.
Recibir la visita de ustedes en esta sección, mucho me satisfará porque al conocer mejor al cubano universal, seremos más quienes lo llevemos en el corazón.