Por: Guillermo Alvarado
Centroamérica, ese estrecho istmo que enlaza como una frágil cintura al norte y el sur de nuestro continente, mantuvo a lo largo de 2019 un acentuado giro político hacia la derecha que incluyó, con la excepción de Nicaragua, ceder a los caprichos de Estados Unidos y su obsesión contra la Revolución Bolivariana de Venezuela.
El cambio más dramático ocurrió sin duda en El Salvador, donde terminaron con muchas más penas que glorias dos gobiernos consecutivos del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, para dar paso a una administración de derecha presidida por el empresario Nayib Bukele.
Éste fue miembro del Frente y como tal fue elegido alcalde de la capital, San Salvador, pero colisionó con la dirección al tratar de imponer su candidatura presidencial y fue expulsado con la excusa de haber maltratado a una compañera.
Apenas electo el 3 de febrero se alineó a las políticas de Donald Trump hacia la región y luego de ocupar el cargo el 1 de junio reconoció al impostor Juan Guaidó y rompió relaciones con el legítimo gobierno de Venezuela, presidido por Nicolás Maduro. También se sumó a las presiones que se ejercen desde el norte contra la Revolución Sandinista de Nicaragua.
También hubo elecciones presidenciales en Panamá el 5 de mayo, las primeras que se realizaron tras el escándalo de los “Panama papers” que sacó a la luz numerosos casos de corrupción dentro y fuera de ese país y agudizó la desconfianza de la población hacia los políticos y funcionarios.
Por un escaso margen se impuso el acaudalado empresario y ganadero Laurentino Cortizo, propuesto por el Partido Revolucionario Democrático, que volvió así al poder luego de una década.
Cortizo se ha propuesto cambiar la imagen del gobierno ante la población, y en ese sentido puede interpretarse que haya sido el primer presidente en 30 años en declarar oficialmente como “Día de duelo nacional” el 20 de diciembre, aniversario de la sangrienta invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989.
Guatemala dio el clásico salto de la sartén al fuego tras las elecciones celebradas en 2019, un proceso plagado de irregularidades que dejaron fuera de la contienda a la candidata mejor posicionada, la exfiscal Thelma Aldana, quien alcanzó notoriedad por su lucha contra la corrupción y llevó tras las rejas al antiguo presidente Otto Pérez Molina, y su vicepresidenta, Roxana Baldetti.
centro-americaLa izquierda, como ha ocurrido antes, compitió en orden disperso, lo que dejó fuera de cualquier posibilidad a su mejor opción, la líder indígena Thelma Cabrera.
Al final el cargo lo disputaron en segunda vuelta dos políticos bastante cuestionados, Sandra Torres, con numerosos cargos por corrupción, y Alejandro Giamattei, procesado por una matanza ocurrida en una cárcel cuando era Director de Presidios.
Gracias una coalición de derecha que incluye a sectores reaccionarios y antiguos militares caracterizados por un feroz anticomunismo, Giamattei se impuso y tomará posesión de su cargo el próximo 14 de enero.
En Honduras el 2019 se caracterizó por el incremento de la pobreza y la marginación y constantes protestas contra el gobierno de Juan Orlando Hernández, cuyo hermano fue capturado y juzgado por narcotráfico en Estados Unidos. Si bien no se ha señalado directamente al mandatario, muchos aseguran que estaba al tanto de las acciones cometidas por su cercano familiar.
Multitudinarias manifestaciones ocurrieron a partir de octubre para exigir la renuncia de Hernández, que fueron reprimidas con exceso de fuerza por la policía y el ejército.
El año también estuvo sembrado de violencia contra activistas sociales. Un total de 29 dirigentes fueron asesinados y organizaciones sociales registraron más de mil cien ataques. Otro sector muy golpeado fue el de los medios de comunicación, con siete periodistas muertos y numerosas agresiones contra miembros de ese gremio.
Los tres países que integran el Triángulo del Norte de Centroamérica, Guatemala, Honduras y El Salvador, principales emisores de migrantes hacia Estados Unidos por su situación de violencia y pobreza extrema, fueron este año chantajeados por Washington para aceptar ser designados como “tercer país seguro”, lo que significa que hacia esa zona la potencia norteña enviará a todos los que no califiquen, o tengan que hacer una larga espera antes de ser admitidos en ese territorio.
Nicaragua dedicó buena parte de este año a restaurar los daños ocasionados por el fallido intento de golpe de Estado en 2018, un movimiento sedicioso que afectó de manera grave la economía y la seguridad del país.
Con el apoyo abierto de Estados Unidos, varios grupos trataron este año de crear inestabilidad junto con la derecha más reaccionaria, los gremios empresariales y una buena parte de la iglesia católica que se ha prestado para estas maniobras, que también son alimentadas desde la Organización de Estados Americanos.
Rodeado de países con gobiernos de derecha y hostiles, el Frente Sandinista para la Liberación Nacional hizo una impresionante demostración de fuerza durante la celebración del 40 aniversario del triunfo de la Revolución el 19 de julio, cuando congregó a más de medio millón de personas en la Plaza de la Fe.
Finalmente, Costa Rica abandonó este año cualquier vestigio de la neutralidad que practicó durante décadas y que le valió el nombre de “la Suiza de Centroamérica”, cuando se alineó por completo al Grupo de Lima y las agresiones contra la Revolución Bolivariana de Venezuela.
Además, su canciller, Manuel González, fue nombrado por la OEA al frente de la misión de observadores de las elecciones de octubre en Bolivia y allí jugó un papel escandaloso con la divulgación de un informe donde se afirmaba que habían ocurrido numerosas y serias irregularidades en esos comicios.
Esa irresponsable publicación fue el pretexto del golpe de Estado contra Evo Morales, como quedó demostrado más tarde, cuando se supo que nunca hubo fraude en el proceso electoral y la victoria del Movimiento al Socialismo fue transparente.
Se trata de un año complejo y con una clara inclinación hacia las posiciones más conservadoras de la derecha, con la sola excepción de Nicaragua que resiste los embates de sus vecinos centroamericanos, que prefirieron jugar el papel de caja de resonancia de Estados Unidos y su estrafalario presidente, Donald Trump.