Callejón de Hamel: Yo puedo esperar más que tú, porque soy el tiempo.

Édité par Pedro Manuel Otero
2016-10-24 12:37:34

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Por Guadalupe Yaujar Díaz

En el Callejón de Hamel, bajo uno sus más populares mensajes estampados en una fachada Yo puedo esperar más que tú, porque soy el tiempo su creador Salvador González Escalona nos recibe.

Ubicado entre las habaneras calles Aramburu y Hospital, en la barriada de Cayo Hueso, el proyecto que lidera el muralista cubano, es parada obligatoria de nacionales y foráneos en los vaivenes de una de las principales arterias de la ciudad capital.

Salvador, nombre por el cual es conocido el artista, conversa conmigo en su pequeño taller estudio en un ambiente de embrujo, formado por disímiles olores de yerbas, velas o incienso, mientras que las paredes se cargan de sus pinturas, mezclas de surrealismo, cubismo y arte abstracto.

González Escalona, ataviado de color blanco de pies a cabeza, inmerso entre varios grupos de extranjeros que solicitan su información, explica a Radio Habana Cuba:

“El callejón es un proyecto comunitario de labor alternativa que pronto cumplirá 27 años, autofinanciado con los ingresos provenientes de la venta de mis obras.

Aquí se exhibe la primera obra mural dedicada a la cultura afrocubana en la vía pública, la cual realicé en mis inicios en el barrio y que generó este proyecto cultural, el cual tuvo apoyo y detractores entonces; luego los vecinos se me fueron incorporando y ya no paré…

“Nuestro equipo de trabajo prevé para el próximo año, la creación de un abarcador proyecto denominado Sociedad Cultural del Barrio de Cayo Hueso, a partir de los valores históricos, culturales y revolucionarios que atesora el territorio: Fidel Castro fue elegido delegado al Partido Ortodoxo eçn 1951 por el barrio, funcionaron dos grupos (Lucena- Cayo Hueso) en locales que sirvieron de reunión del grupo de revolucionarios cuyos integrantes fueron al Asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, y entre otros sitios de interés patriótico radica la casa Museo de Haydé Santamaría, heroína del Moncada.

“En el nuevo empeño que tenemos, dedicado a los niños y jóvenes de la comunidad, pretendemos la impartición de clases de artes plásticas en las diferentes disciplinas y también la enseñanza de la danza como necesaria expresión. Claro no puede obviarse que todo esto lleva muchos recursos económicos, pero estoy seguro de que encontraremos el apoyo de otros.

Doy mucha importancia a la conservación de esta obra cuando cumplo 68 años y uno sabe que el tiempo se le está acabando. Aspiro a que sea una obra perdurable en el tiempo y de conocimiento para todos y especialmente para las futuras generaciones, desde el punto de vista cultural, del conocimiento no solo de la cultura cubana sino también de la africana, que vino a nuestro país como al Caribe atada, maniatada y sufrida. Se trata de proteger esta parte de la identidad de la isla.

“Como artista uno se siente reconocido cuando es capaz de lograr un aporte a la cultura nacional, así pienso, y en mi reciente viaje a Estados Unidos quedé impresionado de la difusión, en las redes internacionales, de la obra de este proyecto cultural.

De los orígenes recuerdo el inicio en 1990 cuando vine a pintar la casa de un amigo y observe el deterioro del resto de las fachadas de los edificios y decidí cambiar el entorno de paredes desconchadas pero con mucho colorido.

En el propósito de revitalizar el barrio siempre se impuso rendir tributo a la cultura afrocubana, acción devenida vida de la galería a espacio abierto en el ambiente urbano, obras que he hecho inspirado en las deidades africanas; pinté los cultos yoruba, la secta Abakua, el culto Congo de origen bantú y el Araras.

“El callejón posee, además, un Nganga, o altar, lugar sagrado para la celebración de los ritos de la religión de Palo Monte en donde los creyentes realizan sus ofrendas.

“Las obras expuestas están hechas con restos de viejas bicicletas, bañaderas abandonadas, y cuanto objeto y material puede reciclarse, que una vez llenas de pinturas adquieren resplandor como nuevas.

“También existe “el yerbero”, un espacio de mucha aceptación, para la venta de plantas medicinales (antiasmáticas, hipoglicemiantes, antidiarreicas, o cicatrizantes) entre otras ampliamente estudiadas en siglo 19 por el científico cubano Juan Tomas Roig, quien descubrió en ellas poderes curativos. (1)

No pasamos por alto la inclusión de ”paladares” de comida criolla, una barrita de bebidas y las sombrillas bajo las cuales se disfruta de esos expendios.

Pero la rumba, ritmo musical que acentúa nuestra identidad constituye, cada domingo en la tarde, simbiosis perfecta de bailadores con el sonar de los tambores que hechizan a cuanto visitante se acerca al lugar.

El callejón debe su nombre al estadounidense de origen franco-alemán Fernando Belleau Hamel quien, según se cuenta, compró unos terrenos en la barriada a inicios del siglo pasado, organizando allí un negocio de materia prima y fundición. Dio trabajo a negros y chinos e incluso les construyó casas, acto generoso que no pasó por alto cuando años más tarde la pequeña callejuela tomó su nombre, concluye Salvador González Escalona”.

A cielo abierto, espacio de expresión común, El callejón de Hamel se impone hoy como uno de los lugares artísticos y alternativos más originales de la ciudad, que abriga el desafío de los nuevos tiempos.

(1) http://www.actamedica.sld.cu/r3_13/tomas_roig.htm



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