Fornaris, “La Bayamesa” y la invención de Cuba

Édité par Bárbara Gómez
2017-03-27 21:41:26

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Frente a esta ventana de la casa de Luz Vázquez se cantó por primera vez, un 27 de marzo, la hermosa canción La Bayamesa. Foto: Cultura Granma

El siglo XIX fue un período clave para la formación de la conciencia nacional, que exigió a la metrópoli moderadas reformas, y culminaría en el separatismo que condujo a las guerras por la independencia.

Desde dentro y fuera de la Isla, se afianza la expresión del sentimiento de cubanía en la prosa, la lírica y la identificación de elementos de la naturaleza, que más adelante devendrían símbolos, como las palmas y las mariposas, con las aspiraciones independentistas que animaron la escritura de poetas de la época.

Otros han estudiado el devenir de esas simbologías, y las poéticas que le dieron origen. Ejemplo de ello es José Fornaris y Luque. En el año 1851 escribe La Bayamesa, poema que se convertiría, con el tiempo, en un patrimonio musical del canto a la libertad y que contribuyó a fijar los sentimientos de profunda cubanía en oposición a todo lo peninsular.

La Bayamesa es considerada la primera canción romántica cubana. Escrita para una mujer, Luz Vázquez y Moreno, tiene un sentido amoroso en su esencia, y una factura musical depurada.i La versión original de José Fornaris publicada en La Habana en 1888 dice:

¿No te acuerdas, gentil bayamesa,
Que tú fuiste mi sol refulgente,
Y risueño en tu lánguida frente
Blando beso imprimí con ardor?

¿No recuerdas que un tiempo dichoso
Me extasié con tu pura belleza,
Y en tu seno doble la cabeza
Moribundo de dicha y amor?

Ven, y asoma a tu reja sonriendo;
Ven, y escucha amorosa mi canto;
Ven, no duermas, acude a mi llanto;
Pon alivio a mi negro dolor.

Recordando las glorias pasadas
Disipemos, mi bien, la tristeza;
Y doblemos los dos la cabeza
Moribundos de dicha y amor.ii

Estrenada la pieza sin haberse publicado, por su contagiosa melodía pasó de boca en boca, y alcanzó tal fama que rápidamente se extendió por el territorio nacional y más allá de las fronteras. A partir de entonces comenzó a generarse una tendencia de agregar a una misma melodía diferentes textos, según las circunstancias a que estuviera dirigida la pieza.

Walter Goodman, pintor retratista inglés que visitó Santiago de Cuba en el año 1864, recoge en sus crónicas cómo los negros y mulatos en sus tertulias nocturnas, sentados en sus taburetes rústicos junto a las puertas de sus casas, acompañados de una guitarra, una marímbula y un tingotalango, interpretaban canciones y serenatas. Refiriéndose al que toca la guitarra señala: “[…] es el que goza de mayor favor y se le pide a veces que acompañe una canción popular y muy sentimental llamada La bayamesa...

Después del estallido revolucionario del 10 de octubre de 1868, la canción acentúa su sello nacional, al crearse sobre la música un texto de carácter revolucionario:

¿No recuerdas, gentil bayamesa,
que Bayamo fue un sol refulgente,
donde impuso un cubano valiente
con su mano, el pendón tricolor?

¿No recuerdas que en tiempos pasados
el tirano explotó tu riqueza,
pero ya no levanta cabeza
moribundo de rabia y temor?

Te quemaron tus hijos; no hay queja,
que más vale morir con honor
que servir al tirano opresor
que el derecho nos quiere usurpar.

Ya mi Cuba despierta sonriendo,
mientras sufre y padece el tirano,
a quien quiere el valiente cubano
arrojar de sus playas de amor.iv

De igual manera se creó una versión que denotaba el sentir de los bayameses con respecto al incendio de la ciudad.

Fornaris, meses después de haber escrito La bayamesa, compone los Cantos del siboney, en los que exalta la libertad, y traslada imaginativamente la opresión colonialista al pasado indígena, lo que sirvió de base a una auto-identificación criolla rebelde, destinada a forjar el futuro de la nación cubana.

En los Cantos del siboney, en medio de una desbordada transferencia de escenarios y personajes, incluye versos inflamatorios. En su poema El cacique de Ornofay, presentará a Cristóbal Colón en un impensable diálogo con el jefe indio. El cacique, que duda de las intenciones del genovés, tras poner en boca de este, promesas de cultura y seguridad bajo el pabellón de Castilla, le advierte e impreca:

Si es así florezca Cuba
bajo tu amparo celeste,
y trueca este sitio agreste
en otra España, Colón.

Más si a tu rey nos inmolas
que al fin tu raza se vea
hollada, y ¡maldita sea
toda tu generación!

Que jamás halles sosiego
a la sombra de las palmas
y te aborrezcan las almas
de la tribu siboney.

Que rencor fecundo incube
en los hijos de los godos
y abjuren en Cuba todos
de tu Dios y de tu Rey. v

No es extraño que dentro del código cifrado de la época, los Cantos del siboney fueran leídos como un alegato político, pues el libro apareció meses después de la ejecución de Ramón Pintó, con la que culminó el baño de sangre en que fue ahogado el movimiento anexionista.

En la valoración de la obra de Fornaris no puede olvidarse la lectura de su trabajo sobre retórica poética (1867), en la cual se encuentra el consistente pensamiento de libertad y heroísmo patrio.

Con Joaquín Lorenzo Luaces, Fornaris recopiló y editó en 1859 Cuba poética, una de las primeras antologías de la poesía cubana. Fornaris viajó por España, Francia e Italia.



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